Banderas de orgullo latino para despedir al Papa Francisco
La población hispana se hace ver en la misa masiva del pontífice en Filadelfia
La visita del Papa ha trastocado Filadelfia. El paisaje el sábado y el domingo parecía el de una ciudad en proceso de evacuación tras el impacto de un desastre natural. El Ejército desplegado, policías que dan órdenes, decenas de calles cerradas al tráfico de vehículos, estaciones de metro clausuradas, barricadas de hormigón, voluntarios que reparten agua y un mar de personas que camina, como en una procesión, en la misma dirección. Pero la gente no huía, sino que iba a ver alegre al único causante de todo aquello: Francisco.
Pese al robusto despliegue de seguridad por la presencia del pontífice argentino, las banderas han permanecido en la avenida Benjamin Franklin, epicentro del Encuentro Mundial de las Familias. El Papa participó allí la noche del sábado en un festival musical religioso y la tarde de este domingo ofició una misa, el último acto de su gira por Cuba y Estados Unidos. Le escuchaban centenares de miles de personas apretadas a lo largo de varios kilómetros.
En el arbolado bulevar ondean banderas de un centenar de países. Es una atracción turística de Filadelfia. A los orgullosos residentes les gusta comparar Benjamin Franklin con los Campos Elíseos de París. El símil al Arco del Triunfo, esgrimen, es el edificio neoclásico del Museo de Arte, situado en un extremo de la avenida. Las escaleras frontales del museo son otro icono turístico: en las películas de Rocky Balboa, el boxeador, protagonizado por Sylvester Stallone, se entrena subiendo y bajando escalones.
La combinación de Rocky y Francisco en camisetas y muñecos ha sido un clásico del merchandising papal en los alrededores de la avenida. El Papa ofició su misa con las escaleras del museo a su espalda. Frente a él, una entregada y heterogénea masa. El mejor modo de discernir las diferencias de origen entre el público eran banderas. No las que ondean en las farolas de la Benjamin Franklin, si no las que llevaban algunos de los asistentes. Y la gran mayoría eran de países latinos.
El mejor modo de discernir las diferencias de origen entre el público eran banderas. Y la mayoría eran latinas
Las banderas de Argentina y México eran las más visibles. También las había de El Salvador, Brasil, Colombia, Chile o Venezuela. Como había venido haciendo en su gira por Estados Unidos, Francisco habló en español la mayor parte de la misa. En grandes pantallas de televisión había subtítulos en inglés. También en los librillos del servicio que repartía un animado Ejército de voluntarios.
Pocos grupos aunaban mejor esa realidad que el del argentino Eric Pintar, de 50 años. Viajó desde Weston (Florida), a las afueras de Miami, con 130 miembros de su Iglesia local para seguir la misa de su compatriota Francisco. En su comitiva había también venezolanos, dominicanos, chilenos, colombianos, peruanos y mexicanos. Muchos luciendo orgullosos las banderas de sus países.
El Papa “es un orgullo para todo Sudamérica, para nuestra familia extendida como la llamamos”, decía Pintar, que trabaja en el sector inmobiliario y lleva más de 10 años en EE UU. Rememoraba cómo le sorprendió que algunos de sus compañeros de la Iglesia de Saint Catherine en Weston -un 70% son latinos- estuvieran más eufóricos que él con la elección en 2013 de Francisco como el primer pontífice americano.
Centenares de miles de personas siguen con silencio absoluto la misa de Francisco en Filadelfia
Pintar, con la enseña argentina en sus hombros, vio este domingo por primera vez al Papa. Y no le defraudó. “Es un orgullo verlo tan humilde, transmitiendo paz, uniendo a todas las religiones, uniendo a la gente”, subrayaba sonriente.
La misa fue sobria. Seguida con un imponente silencio, solo interrumpido por aplausos tras la homilía de Francisco y vítores tras sus palabras finales de despedida. El público estaba activo. Se levantaba, sentaba y arrodillaba. Repetía al unísono los versos que leía el Papa. Y bastantes personas enlazaban sus manos en momentos clave del servicio. Había en muchas zonas cierta sensación de picnic, con sillas de jardín y sábanas desplegadas.
María del Carmen Guevara, salvadoreña de 48 años (29 viviendo en EE UU), atendía la misa con concentración absoluta y la bandera de su país atada al cuello. Trabaja como limpiadora en Nueva Jersey y, gracias a una amiga de su iglesia local, consiguió una entrada para seguir el servicio en la parte central de la avenida Benjamin Franklin. No soltaba de sus manos una fotografía de sus dos hijas.
“Es muy emocionante”, decía Guevara. “El mensaje del Papa de reconciliación y amor es muy profundo. Me llega al corazón”, agregaba, mientras rezaba “por la paz en El Salvador”.
Unos metros más atrás, había un reflejo de los Estados Unidos del futuro: un matrimonio de un hombre mexicano y una mujer estadounidense. Cada uno portando a hombros la bandera de su país. “Ha sido precioso”, decía, tras la misa, Francisco Yerna, de 40 años y que lleva siete viviendo a las afueras de Filadelfia. Y agradecía especialmente el mensaje del Papa, en los últimos días en EE UU, sobre la importancia de respetar a los inmigrantes: “Ojalá cale en el sistema político”.
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