El hemiciclo de las sotanas
Francisco es el primer papa en hablar ante los legisladores de un país que durante décadas receló del poder de Roma
La imagen de Francisco dirigiéndose al Congreso de Estados Unidos es un símbolo poderoso. Nunca un papa de Roma se había dirigido a los representantes de la voluntad popular de la primera democracia mundial. Pocas veces se habían visto tantos obispos, curas y monjas en el hemiciclo y en las gradas del Capitolio, emblema de una república fundada en la separación entre Iglesia y Estado.
Francisco no era un extranjero. Jugaba en casa. El catolicismo ocupa hoy un lugar central en la sociedad y la política estadounidenses.
No siempre fue así. El Vaticano y EE UU no establecieron relaciones diplomáticas hasta 1984, después de un intervalo de más de un siglo. Hace 55 años, durante la campaña presidencial de 1960, el candidato demócrata, John F. Kennedy, que era católico, tuvo que deshacer la sospecha de que gobernaría al dictado de Roma. “Creo en una América que oficialmente no sea ni católica, ni protestante ni judía, en la que ningún funcionario requiera ni acepte instrucciones sobre política pública del Papa, del Consejo Nacional de las Iglesias ni de ninguna otra fuente eclesial”, dijo Kennedy ante los líderes religiosos en Houston. Entonces se decía que un católico —confesión asociada a los inmigrantes irlandeses, italianos y centroeuropeos— no podía ser presidente. El pronóstico se incumplió y Kennedy fue el primero, y hasta ahora el único presidente católico.
EE UU se ha transformado. La hegemonía WASP (el acrónimo inglés de los protestantes blancos y anglosajones: la elite del noreste que rigió la política, la economía y la educación) se diluyó hace tiempo. En 2010, la retirada del juez del Tribunal Supremo John Paul Stevens y su sustitución por Elena Kagan, puso fin a una era. Por primera vez, el alto tribunal no tenía ningún juez protestante. Seis de los nueve jueces y un 31% de congresistas son hoy católicos, una proporción mayor al 20% que representan en la sociedad. El vicepresidente Joe Biden es católico y 6 de los 15 candidatos a la nominación del Partido Republicano para las presidenciales de 2016 también lo son. Francisco habló ante el Congreso invitado por otro católico, el speaker o presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner.
El Papa jugaba en casa, pero incomodó a muchos con un discurso de tonos progresistas. Un dato: tres de los jueces católicos del Supremo —Antonin Scalia, Samuel Alito y Clarence Thomas, los tres conservadores— no asistieron al discurso.
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