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Las palabras
Columna
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Linchaprensa

¿Qué pasa cuando la mentira es presentada como la defensa abnegada de la verdad y de la libertad de prensa?

Gustavo Gorriti

Lima siempre se ha titilado con el escándalo. Pero ahora este es el núcleo operativo de buena parte del periodismo y, también de la política. Igual que en otros lugares de América Latina, quizá más, en el Perú la gente se informa mayoritariamente a través de la televisión de señal abierta. Los noticieros compiten entre sí por el rating, a través de un tabloidismo que ruborizaría a Rupert Murdoch y de repente hasta a Rebekah Brooks.

Tienen su estilo. Los reporteros y reporteras han desarrollado una locución hiperventilada, con voz que roza el falsete y una prosodia con énfasis arbitrarios como subrayando las delicias de lo equívoco.

Ahora que tenemos en el Perú un gobierno extremadamente débil, al que le dan como a piñata, el tabloidismo ya entró a marcar la agenda nacional. Eventos recientes: la zozobra de la gente ante el crecimiento de la criminalidad, ha vuelto a despertar campañas para linchar a delincuentes capturados.

Una iniciativa en Facebook se hizo rápidamente viral bajo el título de Chapa tu choro [ladrón, en peruano] y déjalo paralítico. En ese contexto, una jueza levantó la detención provisional de 52 matones que habían invadido una casa para desalojar a su dueño.

Indignado, un conductor de programas televisivos, Augusto Thorndike proclamó casi a gritos en su programa, un nuevo lema: “Chapa tu jueza y déjala paralítica”. Cuando, según parece, un productor le rogó que se calle, este repuso, “¡Es mi opinión!”. Algo así podría haber dicho el locutor de la radio hutu en Ruanda.

Otro canal, Panamericana, cuyo concesionario vive como fugitivo en Suiza desde que se descubrió un vídeo en el que es sobornado con un cerro de dólares por Vladimiro Montesinos, sacó en un noticiero los preparativos de un linchamiento a un ladrón capturado por airados vecinos de un barrio modesto.

Otro vecino, sin embargo, grabó discretamente en vídeo los prolegómenos y demostró cómo la periodista y los camarógrafos montaron toda la representación, proporcionando incluso al ladrón con la cara cubierta. Cuando la impostura fue descubierta en las redes sociales, el canal sacó un comunicado en el que afirmaba haber hecho legítimamente una representación dramatizada del linchamiento. Es que cuando uno es dramaturgo, no hay nada que hacer.

Milagros Leiva es una periodista que pasó de la prensa escrita a la televisión. Cuando un examigo del presidente Humala y de su esposa Nadine Heredia, Martín Belaunde, escapó del Perú a Bolivia, huyendo de un arresto por corrupción, Leiva sorprendió por el extraordinario acceso que demostró tener con el fugitivo. Cuando este quiso fugar también de Bolivia para evitar una inminente extradición, fue capturado en el Beni y entregado en la frontera por Evo Morales, nada menos, que ordenó una investigación sobre la corrupción que rodeó la procelosa estadía de Belaunde en Bolivia.

Los fiscales bolivianos eventualmente informaron al canal donde trabaja Leiva [controlado por el Grupo El Comercio, el mayor del país] que esta había entregado por lo menos 30.000 dólares –y probablemente 60.000l– a Belaunde. Leiva, que no había informado nada al canal, tuvo que renunciar. Pero apenas salió contraatacó.

Dijo que había tenido que pagar los miles de dólares “como peaje” para ver – con promesa de recibirlos – unos documentos tan potentes que tenía Belaunde, que “el gobierno se cae”, pero que la habían estafado y solo le permitieron verlos. Acusó a Nadine Heredia, la esposa del Presidente, de haber sido quien en realidad la sacó del canal. Su caso, entonces, era uno de libertad de prensa y de lucha contra la corrupción. Su flamante abogado fue el antaño defensor de Alberto Fujimori.

Pero resultó que se reveló que el “peaje” fue pagado después que ella regresó de Bolivia y no antes. Leiva tuvo también que reconocer que ella tenía los papeles supuestamente capaces de derrocar al gobierno, aunque dijo que no los iba a hacer públicos hasta que su ‘fuente’ se lo permita.

¿Qué pasa cuando la mentira es presentada como la defensa abnegada de la verdad y de la libertad de prensa que la hace posible?. En La verdad de las mentiras, Vargas Llosa escribió que “en tanto que la novela transgrede la vida, […] para el periodismo o la historia la verdad depende del cotejo entre lo escrito y la realidad que lo inspira”. Expresar esa verdad de los hechos requiere muchas veces de gran valor e intrepidez (como en el caso actual de la gran Khadiya Ismayilova en Azerbaiyán) y tiene como enemigos no solo a los cleptócratas y tiranos sino también a quienes trafican con la falsedad como certeza.

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