La decisión del Gobierno argentino de no devaluar ahoga al campo
Se han perdido 400.000 toneladas de frutas porque no son rentables
Todo en Argentina vive pendiente de las elecciones del 25 de octubre. También la economía. El Gobierno ha dejado claro que, pese la presión internacional, no piensa devaluar antes de las elecciones porque tendría un enorme coste político y haría sufrir a los trabajadores. Si alguien tiene que hacerlo, será el que llegue después. En un país exportador de comida, históricamente uno de los graneros del mundo, esta decisión política, sumada a la caída mundial del precio de las materias primas, está teniendo un coste enorme. La respuesta oficial ha sido resistir mediante la entrega de subsidios y la promoción del consumo.
“Se han perdido ya 400.000 toneladas de manzanas y peras que se han podrido porque no vale la pena con el precio que tienen y va a empeorar. No aguantamos más, no podemos competir mientras nuestros compradores, como Brasil, España, Italia o Rusia están devaluando su moneda. Tenemos la fruta más cara del mundo pero con la inflación ni siquiera nos cubre los costes”, se queja Jorge Figueroa, presidente de la Federación de productores de fruta de Río Negro y Neuquén, dos provincias del sur argentino.
El campo, que salvó a Argentina de la durísima crisis de 2001 y le permitió recuperarse con las exportaciones de soja, de grano y de todo tipo de comida, especialmente a una pujante China, sufre ahora una situación que no hunde del todo la economía —Argentina sigue creciendo aunque muy moderadamente—, pero sí está debilitando a varias provincias. Los productores de azúcar, de limones, de soja, de trigo, de vino, de leche y de frutas, varios de ellos líderes en el mundo, están desesperados, pero el mensaje que les llega es el de que hay que esperar.
Situación insostenible
El Gobierno compensa todo lo que puede con subsidios y ayudas. Esta semana se aprobó una nueva para los productores lecheros y casi cada semana se anuncia una nueva inyección de liquidez a sectores con problemas, pero la situación es cada vez más insostenible. El Ejecutivo ha logrado su principal cometido: mantener el empleo y evitar los despidos masivos que dominaron otras crisis. Lo ha hecho a base de ayudas a todas las empresas en apuros para que no echen a nadie, pero incluso en el kirchnerismo temen que aun si gana Scioli no se mantenga este tipo de política.
Miguel Cappucci, que tiene una lechería en Suipacha, a 120 kilómetros de Buenos Aires, está desesperado. “Mi familia lleva con este tambo [lechería] desde 1943 y nunca hemos estado tan mal. No cerramos porque vender ahora sería suicida, no hay comprador a precio razonable, pero vamos a pérdidas hace meses. La ayuda que nos dan no sirve para compensar”, explica mientras sus dos empleados ordeñan a sus 140 vacas y asienten preocupados. “Acá no hay estado, debería juntarnos a productores, intermediarios, consumidores y fijar un reparto justo, pero no hay nada de eso, acá funciona el ‘sálvese quien pueda”, agrega.
Él aguanta porque tiene más trabajos, es veterinario. Tiene una circular de una gran marca de leche que le ofrece convertirla en polvo y esperar unos meses a ver si las cosas mejoran. Eso sí, sin cobrar. Todo en Argentina parece suspendido a la espera de que un nuevo Gobierno dé un giro, no se sabe hacia dónde ni en qué grado. Las exportaciones han descendido un 18% este año, y en sectores como la leche llega al 34% de caída.
Competencia vinícola
Alberto Zuccardi, director ejecutivo de Bodega Familia Zuccardi, una de las más importantes, cuenta que el vino también sufre por el tipo de cambio. “Está bajando la exportación del vino a granel y está amesetado la del embotellado. No facilita las cosas cuando los principales exportadores vitivinícolas como España, Francia e Italia están con el euro devaluado. Desde octubre se ha agudizado, aunque no hay despidos masivos ni cierres de bodegas”, señala. Argentina, quinto productor mundial de vino, exporta el 75% de su producción.
“El Gobierno ya no va a hacer ningún giro, no tiene margen, ya solo le quedan 70 días y va a mantener como pueda la economía impulsando el consumo”, resume Dante Sica, director de la consultora Abeceb. “La lista de problemas queda para el próximo Gobierno. Si esto sigue así, le va a quedar muy poco margen para tomar decisiones graduales, como promete Scioli”, explica.
El campo está mal pero los trabajadores argentinos aguantan y mantienen su poder adquisitivo, sobre todo en las grandes ciudades que acumulan el peso electoral. Los sueldos siguen subiendo incluso por encima de la inflación, el Gobierno promueve el consumo con planes que permiten financiar en 12 cuotas sin interés unas zapatillas, y en Argentina no hay sensación de crisis. “Pese al entorno internacional, la Argentina está bien”, insistía esta semana la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner. Esa sensación de estabilidad, solo alterada por la subida del tipo de cambio extraoficial y la caída de las bolsas, coloca al peronismo en condiciones ideales para ganar de nuevo las elecciones. Lo que nadie tiene claro es qué pasará después.
Un desempleo en caída
En medio de la crisis del campo, el Gobierno argentino se centra en las buenas noticias. La semana pasada aseguró que el desempleo había bajado al 6,6%, el menor nivel en 24 años. La oposición no se cree esa cifra, sobre todo porque refleja inconsistencias como que en una de las principales ciudades del norte de Argentina, Resistencia, el desempleo sea del 0%.
En una conversación privada, un alto funcionario del Gobierno de Kirchner defiende el dato del 6,6% y asegura que si estuviera creciendo el desempleo, se notaría en las habituales protestas callejeras con las que reaccionan los sindicatos argentinos ante los despidos. Atribuye la bajada del paro a dos factores: la creación de empleo estatal, en contraposición al estancamiento de la actividad privada, y la menor cantidad de argentinos que buscan trabajo ante un contexto económico de bajo crecimiento, que desalienta las oportunidades laborales. El Ejecutivo defiende que más empleo público significa más maestros, médicos o policías.
Una de las claves para frenar la destrucción de puestos de trabajo es el programa de Recuperación Productiva (Repro) que subvenciona unos 100.0000 empleos en empresas privadas con riesgo de despidos en sectores como el cárnico, el sanitario o el de fabricación de componentes de coches. “Sin el Repro, habría un 1% más de desempleo”, admiten miembros del Gobierno. También confiesan que el Ejecutivo kirchnerista, al que le quedan solo cuatro meses de ejercicio tras 12 años de vigencia, carece de margen para relanzar las expectativas favorables a la creación de empleo privado y confían en que un nuevo Gobierno, con Daniel Scioli al frente, el candidato peronista, sí pueda lograrlo.
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