Las amenazas y la violencia cierran un centro para inmigrantes en México
Los cárteles reclutan bajo amenazas a los centroamericanos que atendía la ONG FM4 Paso Libre en Guadalajara, al oeste de México
Había unas mesas, una escalera, una cocina al aire libre y un par de duchas con suelo de cemento. A la entrada, cuatro banderas: la salvadoreña, la hondureña, la guatemalteca y la de Nicaragua. Tenía unas oficinas para que los visitantes hicieran una llamada a sus familiares para decir "estoy bien". Así era el centro de asistencia para inmigrantes de la organización FM4 Paso Libre en Guadalajara, una de las ciudades más importantes del país y uno de los pocos resquicios de paz para los centroamericanos que cruzan México a pie pese a los sobornos, amenazas, secuestros y extorsiones a los que son expuestos. Ha cerrado hoy. ¿La razón? La espiral de violencia en Jalisco. “No somos los únicos afectados”, subraya un portavoz por teléfono.
La crisis de seguridad en Jalisco, que en los últimos meses ha quedado expuesta por el asesinato de 15 agentes federales y el cerco a la ciudad impuesto por supuestos miembros del Cartel Jalisco Nueva Generación, es la principal responsable del cierre del centro, explican en la organización. Los narcotraficantes amenazan a los inmigrantes o bien les obligan a unirse a sus filas, bajo la amenaza de asesinato o extorsión a sus familiares. La práctica no es nueva en México, pero sí lo es en esta región del país. Los voluntarios también recibieron amenazas. “No hay condiciones para que sigamos trabajando”, comenta uno de los coordinadores del comedor.
El comedor de FM4 Paso Libre se situaba junto a las vías del paso de La Bestia, el tren que funciona como el peligrosísimo transporte de miles de centroamericanos hacia EE UU. La Bestia tiene tres rutas principales. Una rodea al golfo de México, otra termina en Ciudad Juárez y la más larga termina en Tijuana. La violencia obligó a que los inmigrantes, que generalmente utilizaban la ruta más corta, eligieran cada vez más el camino más largo: el que llega hasta Tijuana y pasa por Guadalajara. El comedor funcionaba desde 2010, el mismo año en que 72 inmigrantes fueron asesinados en el rancho de San Fernando en Tamaulipas, el estado fronterizo en que culmina la ruta del Golfo.
“No hay condiciones para que sigamos trabajando”, comenta uno de los coordinadores del comedor.
“Desatender o clausurar la atención a los migrantes tiene consecuencias sociales y de seguridad para Guadalajara. […] Tal y como ocurre en otras ciudades del país, grupos vinculados a la delincuencia aprovechan la marginación a la que se orilla al migrante y lo violenta o bien, lo involucra en sus actividades”, afirma en un comunicado el coordinador general de FM4 Paso Libre, Rafael Alonso Hernández López.
El aumento de la población de inmigrantes en la región ha levantado polémica en la conservadora Guadalajara. El gobernador de Jalisco, Aristóteles Sandoval, hizo hace dos años unas declaraciones que recuerdan a las frases con las que Donald Trump enfureció a los mexicanos hace solo unas semanas. La única diferencia es que el político mexicano se refería a los inmigrantes centroamericanos. Afirmó que la delincuencia en la ciudad había crecido por “esa gente en las esquinas” e invitó a la sociedad civil a denunciarlos para “regresarlos a su país”. La polémica local fue tal que el político debió disculparse poco después.
Los organizadores han mantenido un diálogo con las autoridades estatales que “se mantiene abierto, pero sin respuesta”
El problema comenzó hace 18 meses pero hace tres, justo cuando la violencia en Jalisco se salió de todo cauce en abril pasado, y la situación se hizo insostenible. La decisión de cerrar pendía en el aire y es difícil cuando se recuerda que más de 19.000 personas han pasado por el comedor en los últimos cinco años. Desde entonces los organizadores han mantenido un diálogo con las autoridades estatales que “se mantiene abierto, pero sin respuesta”. El futuro del centro está en el aire. Un comedor que ofrecía a los inmigrantes duchas, baño, comida, atención médica y jurídica, un cambio de ropa y la oportunidad de llamar a casa para decir “estoy bien”. En una palabra, dignidad.
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