Cabañas, el diplomático discreto
José Ramón Cabañas lleva al frente de la misión diplomática cubana desde finales de 2012
La representación diplomática de Cuba en Washington cuenta desde el lunes con una nueva placa que, tras más de medio siglo, la vuelve a identificar por fin como embajada. Una bandera cubana de tres metros izada frente a su fachada también proclamará ese nuevo estatus a lo largo de la avenida que desemboca directamente en la Casa Blanca. Lo que no cambiará por el momento en el 2630 de la Calle 16 de Washington es el personal diplomático, a cuyo frente seguirá estando, hasta nuevo aviso, José Ramón Cabañas.
El veterano diplomático cubano, hasta ahora “jefe de misión de la Sección de Intereses de Cuba” en Estados Unidos, es desde este lunes oficialmente “encargado de negocios”, el cargo más alto en ausencia de un embajador. La Habana no ha confirmado por el momento si seguirá confiando en Cabañas para convertirlo en el primer embajador formal que tiene en Washington desde 1961 o si nombrará a otro. Poco importa, porque quienes conocen a este veterano diplomático cubano hace tiempo que ya lo llaman “embajador”.
Cabañas, un diplomático de carrera formado en el Instituto de Relaciones Internacionales Raúl Roa García en La Habana, donde se licenció “cum laude” en 1983, como reseña su breve biografía oficial, llegó a Washington en noviembre de 2012. Nada hacía intuir en aquel entonces que algo más de dos años después su presidente, Raúl Castro, y el estadounidense, Barack Obama, harían público el anuncio que sorprendió al mundo entero. Aunque probablemente no a él, una de las piezas clave de las negociaciones secretas que llevaron el 17 de diciembre de 2014 al anuncio de la normalización de relaciones entre Cuba y EE UU, así como en las cuatro rondas de conversaciones bilaterales iniciadas en enero y que han llevado ahora a la reapertura de embajadas y su cambio de título.
Sea cual sea el puesto, a Washington no llega cualquier cubano. Antes de ese noviembre de 2012 en que empezó a dirigir la misión cubana en el corazón de las “entrañas del monstruo”, como denominaba Fidel Castro el país con el que permaneció enfrentado más de medio siglo, Cabañas fue viceministro de Relaciones Exteriores. Un ministerio en el que también ocupó durante sus 30 años de carrera diversos puestos de alto rango, intercalados con misiones en el extranjero como en Austria, donde fue embajador hasta 2005.
Su llegada a Washington produjo un pequeño revuelo en los círculos políticos de esta ciudad esencialmente política. Cabañas sorprendió a propios y ajenos al traspasar los muros de la histórica legación cubana para dar discursos, conceder alguna que otra entrevista y hasta participar en coloquios en think tanks como el Diálogo Interamericano. Una apertura que, por muy pequeña que fuera, contrastaba fuertemente con el hermetismo de sus predecesores. De puertas a dentro de lo que ya es embajada de nuevo, Cabañas también hizo un amplio uso de las instalaciones, incluido el misterioso “Bar Hemingway”. Esta barra de bar instalada por su predecesor, Jorge Bolaños, en una de las salas de la majestuosa residencia, se precia de servir los mejores mojitos de la ciudad, algo de lo que hasta ahora solo habían podido disfrutar los políticos, politólogos e intelectuales con quienes Cabañas quizás tanteó también las posibilidades de apertura ahora oficializada.
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