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El Gobierno griego pone en marcha medidas para aliviar el ‘corralito’

El Ejecutivo anuncia que se habilitarán algunos bancos para el cobro de las jubilaciones. El transporte público será gratuito

María Antonia Sánchez-Vallejo

Las colas de jubilados ante los bancos o de vehículos en algunas gasolineras del cinturón urbano eran el elemento más visible de la excepcionalidad este lunes en Atenas, mientras cientos de turistas deambulaban por sus calles como si nada. Con la ciudadanía aún sumida en el estupor del corralito –y sin digerir la convocatoria por sorpresa de un referéndum- otros elementos menos patentes corroboraban la inquietud que se instaló en Grecia este fin de semana: visible presencia policial ante los cajeros automáticos o los edificios públicos; riadas de gente entrando en el metro sin pagar, o las improvisadas discusiones entre partidarios y detractores de la iniciativa, como una espita del desconcierto.

Las autoridades bancarias acordaron abrir el miércoles y el jueves 850 oficinas de cuatro entidades en todo el país para atender a los jubilados (2,5 millones), pues la mayoría carece de tarjeta y no pueden usar los cajeros. “¿Pánico?”, se preguntaba retóricamente Yorgos, un jubilado que aguardaba ante el Banco Nacional de Grecia, la mayor entidad comercial del país. “Pánico fue el de la guerra civil, cuando al acostarte no sabías si ibas a estar vivo al día siguiente… Esta es otra guerra, una guerra económica, y por tanto incruenta. Nos lo tomaremos con calma, porque todavía quedan muchos días y no nos queda otra”. Mijalis no quiso pronunciarse sobre la convocatoria del reférendum, que sin embargo sí defendió su amigo Dimitris. “La situación era insostenible… [los socios] nos pedían una medida tras otra, a cual más dura, hasta pinchar en hueso porque ya no hay de donde sacar, y el Gobierno no tuvo otra elección. Me parece que ha hecho lo correcto, no podíamos agachar más la cabeza”.

Yorgos, igualmente jubilado pero con un punto de vista radicalmente opuesto, echaba una mano a su hijo en una céntrica gasolinera. “Nos hemos quedado sin combustible, ahora vendrá un camión a reponer porque dicen que hay existencias de sobra para una semana… ayer [por el domingo] tuvimos algunas colas, pero nada inasumible… Lo realmente inasumible es el referéndum. Decir que estoy indignado es poco… esto es lo peor que le puede hacer un Gobierno a un pueblo; en vez de asumir ellos la responsabilidad y tomar las decisiones, ¡nos las echan a nosotros a la espalda!”, clamaba. “Obviamente, votaré sí el domingo, a favor de la propuesta [de los socios]”.

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En el mercado central de Atenas, no había mayor actividad que de costumbre; la mayoría de los puestos venden productos frescos, perecederos. “Si quieren colas tendrán que ir a un supermercado”, decía enfadado el dueño de un puesto de pescado a un equipo de televisión extranjero; “aquí no las hay”. Tampoco en los supermercados, que sin embargo sí habían registrado cierta actividad extra el sábado. “¿Y qué quieren que hagamos, que no vengamos a comprar?”, se quejaba Ioulia, en el mercado. “Comer hay que comer todos los días, con corralito o con referéndum, si eso también va a ser noticia ya no sé qué pensar…”

Como medida para minimizar el impacto de los controles de capital, las autoridades decidieron la gratuidad del transporte urbano (autobuses, metro y tranvías, donde un billete normal cuesta 1,20, y el reducido, para jubilados o estudiantes, la mitad), hasta después del referéndum. El metro fue el medio que usaron muchos de los miles de personas que ayer por la tarde se concentraron ante el Parlamento, en la tercera convocatoria en poco más de 10 días, para gritar no a la austeridad y los rescates.La única diferencia de la cita de ayer era la celebración del referéndum, que dobló el número de asistentes; acudieron más de 17.000.

A la marcha asistió Ioanna, licenciada en Ciencias Políticas, que atribuía su participación en la protesta “a un profundo conocimiento de los tratados europeos. Los he estudiado durante años, y sé que esto que nos venden ahora como Europa no lo es. No es Europa la injerencia del señor Juncker, recomendándonos qué votar y qué no; no es Europa ni la política ni la actitud de las instituciones, no tienen nada que ver ni con la idea ni el espíritu de los padres fundadores”. Junto a su madre, que asentía palabra tras palabra, la joven concluyó: “Es la mejor decisión en 41 años de democracia”, desde la caída de la junta militar, en 1974.

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