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El terrorismo yihadista golpea tres continentes a la vez

Tres ataques simultáneos en Túnez, Kuwait y Francia dejan al menos 60 muertos

Carlos Yárnoz
Víctimas del atentado en una mezquita de Kuwait, este viernes.
Víctimas del atentado en una mezquita de Kuwait, este viernes.AP

Avanza sin freno el terror del islamismo radical. La violencia yihadista ha mostrado este viernes su capacidad letal con tres ataques simultáneos en lugares tan distantes como Túnez, Kuwait y Francia que han causado la muerte de al menos 65 personas. Los terroristas han matado a decenas de turistas en una playa tunecina, a fieles chiíes en una mezquita de Kuwait y han degollado a un hombre y herido a varias personas en una planta industrial en Francia, cerca de Lyon. El Estado Islámico ha asumido la autoría del ataque kuwaití. El Califato, el aniversario de cuya proclamación se cumple el lunes, había pedido a sus adeptos que atacaran a los “herejes” durante el Ramadán. Hoy es el segundo viernes del ayuno musulmán.

Los atentados se han producido a lo largo de la mañana y han conmocionado al mundo entero a medida que se agolpaban las noticias de los ataques en tres continentes diferentes y aumentaban las cifras de fallecidos. Varios países europeos han elevado el nivel de sus alertas antiterroristas —España ha alcanzado el más alto desde los atentados del 11 de marzo de 2004— a la vez que han prometido seguir uniendo sus fuerzas para proseguir en Oriente Próximo su guerra contra el EI.

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Los ataques se han producido contra tres habituales objetivos yihadistas que representan a los “enemigos” más citados en sus proclamas: un país musulmán que a través de una transición democrática se aleja del islamismo radical; fieles chiíes; y los países europeos, entre los que destaca Francia, el Estado que combate al yihadismo en tres frentes: Irak, Malí y República Centroafricana.

La ofensiva del terror se ha producido en paralelo a un ataque de Al Shabab -la filial de Al Qaeda- en Somalia que mató a decenas de soldados, y a los nuevos avances del EI, cuyas tropas avanzan de nuevo sobre la ciudad de Kobane, donde este viernes han perpetrado una matanza de civiles, según ha denunciado una organización de defensa de los derechos humanos. Es en ese frente en el que la coalición liderada por Estados Unidos, integrada también por países árabes y occidentales, pone en duda la eficacia para combatir a unos “ejércitos” surgidos de la noche a la mañana y que son capaces de poner contra las cuerdas a sus enemigos en sus propias casas.

El más mortífero de los ataques ha tenido de nuevo como objetivo la industria turística de Túnez, el país que estrenó la primavera árabe. Todavía no recuperado del ataque que el 18 de marzo sembró de cadáveres el museo del Bardo, los yihadistas han atacado esta vez dos hoteles de la turística ciudad de Susa y han matado al menos a 37 personas, la mayoría británicos, belgas y alemanes. Uno de los hoteles es de la cadena española Riu.

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En Kuwait, el ataque suicida contra una mezquita chií, con la muerte de otra treintena de personas, el EI muestra también su capacidad para golpear a su rama rival musulmana que, junto con los kurdos, son los únicos que les plantan cara sobre el terreno en Irak.

Y en Francia, el primer atentado de la serie de este viernes y también el más oscuro, un islamista radical ha decapitado a su jefe en Isère, cerca de Lyon, y luego ha intentado saltar por los aires un centro gasístico. Ha sido el ataque menos grave, pero los franceses y su Gobierno han confirmado que son un objetivo de primera línea para la yihad, que sembró de cadáveres París en enero pasado en dos ataques simultáneos a Charlie Hebdo y a un hipermercado judío.

Este ataque, como el origen de las víctimas de Túnez, sitúa de nuevo a Europa en el ojo del huracán de esta nueva guerra global en la que ya nadie se siente al abrigo. Tras los ataques en París, en Dinamarca, Bélgica o España, las autoridades refuerzan sus arsenales legales y policiales frente al terror en un nuevo pulso entre la seguridad y las libertades. En las calles europeas, como ocurre en París, se ve continuamente a militares de patrulla en una escena que, a fuerza de repetirse, ya parece peligrosamente normal para los ciudadanos.

"Nunca ha sido tan alto el nivel de alerta", declaraba hace un mes el fiscal de París, François Molins, encargado de la lucha antiterrorista. Y, sin embargo, él mismo, como también repite a menudo el primer ministro, Manuel Valls, es consciente de que el mundo se enfrenta a una amenaza tan nueva como desconocida. Su ejército, también alimentado por fanáticos nacidos en Europa, tiene una quinta columna en nuestras calles.

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Sobre la firma

Carlos Yárnoz
Llegó a EL PAÍS en 1983 y ha sido jefe de Política, subdirector, corresponsal en Bruselas y París y Defensor del lector entre 2019 y 2023. El periodismo y Europa son sus prioridades. Como es periodista, siempre ha defendido a los lectores.

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