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ABRIENDO TROCHA
Columna
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Solo un primer paso

La pandilla directiva de la FIFA es un eslabón de una larga cadena en la corrupción internacional

Diego García-Sayan

Veía esta semana uno de los partidos de la Copa América y era inevitable toparse con el logotipo de la FIFA. Sigla que en otro contexto podría haber pasado desapercibida, pero en estos tiempos de destape suscita molestia. Imposible seguir viendo un partido internacional sin acordarse de que la FIFA ha sido convertida en cueva de Alí Babá y en instrumento de una gavilla de sinvergüenzas.

Pero qué bueno, a la vez, que la justicia estadounidense se haya puesto a andar y que gracias a su impulso y a la colaboración eficaz de algunos investigados se esté desvelando uno de los más grandes andamiajes institucionales del crimen organizado transnacional contemporáneo. Disfrazado de fútbol. Se ha gatillado una operación de enorme relevancia en la justicia internacional.

Una dolorosa constatación es que la pandilla directiva de la FIFA no es sino un eslabón de una larga cadena en la corrupción internacional. Cadenas televisivas con las que se contrataron espacios de televisión, países cuyos operadores compraron votos para la selección de sedes o entidades financieras que se hicieron de la vista gorda cuando la danza de millones pasó por sus garras, son parte de lo que se tiene que investigar en profundidad. Hay trabajo aquí para fiscales y jueces no sólo en EE UU y Suiza sino en muchos países.

Fuera de lo que ocurra en la justicia penal del país de que se trate, hay consecuencias insoslayables en el terreno propiamente futbolístico. Así, de comprobarse que hubo compra de votos para escoger las sedes de Rusia o Qatar sería impresentable que se mantuvieran. No hay formalidad alguna que pueda servir de argumento para convalidar decisiones producidas con métodos delincuenciales ni es un asunto que se puede diferir.

Después de las investigaciones y las eventuales sanciones, ¿qué? Una simple sustitución de dirigentes sin tocar la estructura o sus modalidades de funcionamiento sería como tapar el sol con un dedo. La arcana estructura de la actual FIFA, por su lado, no puede quedar intacta y tras una telaraña abstrusa de federaciones y confederaciones apetitosa para delincuentes. Hoy en día el fútbol internacional no puede ser más un asunto de clubes y sus dirigentes, bien o mal intencionados, o ser manejado como hace 50 años.

Por su presencia e irradiación global, el fútbol es hoy de interés público; sus reglas y conducción no pueden ser dejadas a un desfasado laissez passer. Algunos pasos fundamentales podrían darse.

Primero: antes de que surja una FIFA “paralela” (¿la de Platini?), acabar con la actual y su enrevesada maraña organizativa. Simplificando la representación nacional de cada país o región y estableciendo criterios claros, transparentes y simples de designación y elección de directivos. Si ello afectara algún calendario futbolístico, habría que digerir ese dato pues lo que se busca es que surja una estructura sana.

Segundo: absoluta y total transparencia en las cuentas, la gestión de contratos, la contratación de personal y demás. Las reglas de transparencia que en los últimos años se han ido gestando en espacios como Naciones Unidas para empresas transnacionales a través del llamado Pacto Global, por ejemplo, son una pauta que podría ser tomada como referencia. Federación o Confederación que no adhiriese plenamente a esas normas no podría participar en ningún torneo internacional.

Tercero: nunca más una directiva, presidente o secretario general de la FIFA todopoderoso y sin contrapesos. Apuntar a que junto con las directivas mundiales, regionales y nacionales, funcione —en paralelo— un sistema y una estructura de supervisión y control; designada por entidades ajenas a la maquinaria futbolística, pero de reconocida trayectoria transparente y de capacidad profesional.

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