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Tribuna
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Un tiro en el pie

El departamento del Cauca concentra todas las explicaciones posibles de la guerra en Colombia

Diana Calderón

Hace 30 años, el periódico El Tiempo de Colombia contabilizaba 20 muertos y 20 heridos en combates entre soldados y guerrilleros del M-19 y un sangriento ataque a Toribío en el departamento del Cauca. Al día siguiente el mismo periódico registró la frase del entonces Ministro de Defensa, el general Vega Uribe frente a la situación: “El proceso de paz se está oscureciendo” al tiempo que dijo que no sabía si la tregua que había decretado el gobierno de Belisario Betancur se había roto por el incumplimiento de los guerrilleros.

En esas mismas páginas se analizaba una fórmula para indultar al máximo comandante de la guerrilla de las FARC, alias Manuel Marulanda, Tirofijo, sobre quien pesaba una condena de 24 años por el fusilamiento de un grupo de personas también en el Cauca.

El pasado miércoles 15 de abril, las FARC, en medio de un cese el fuego unilateral de esa guerrilla y la suspensión de los bombardeos a sus campamentos por parte del gobierno de Juan Manuel Santos, asaltaron a las tropas del Ejército en el Cauca, en ese mismo departamento que es el microcosmos de la guerra en Colombia, y asesinaron a 11 soldados.

La respuesta del Gobierno fue retomar los bombardeos que había suspendido. Los guerrilleros, desde La Habana, donde se encuentran en negociaciones con el gobierno, dijeron que habían actuado en defensa. Mienten: los soldados estaban refugiándose de la lluvia, en la noche, protegiéndose con impermeables y cobijas, medio dormidos, cuando fueron emboscados con explosivos y otras armas. Estaban allí en un operativo tras los escondites del narcotráfico.

La reacción de los colombianos  al ataque de las FARC ha sido de indignación, como pocas veces. En las calles han colocado flores

La reacción de los colombianos ha sido de indignación, como pocas veces. En las calles de diferentes ciudades del país, gentes llenan de flores las rejas de los batallones para honrar a los 11 militares. Los analistas tratan de entender por qué lo hicieron precisamente cuando avanzan las negociaciones. Las explicaciones van desde que se trata de una disidencia hasta de la reiterada torpeza de sus miembros que no reconocen que la refrendación de cualquier acuerdo depende de la confianza de la sociedad que traicionan.

¿Traición, disidencia, bellaquería? Todas quizás y por eso hasta los más importantes medios de comunicación del mundo, que vienen siguiendo paso a paso la promesa del fin del conflicto en Colombia se han volcado sobre las informaciones que les llegan desde el Cauca. El New York Times, Wall Street Journal, The Economist, entre otros, reconocen los avances incluso en el de-escalamiento del conflicto, pero advierten con preocupación los riesgos de este hecho que debería hacer reflexionar a todos y en especial a muchos de los mismos dirigentes del Cauca.

Ese departamento del suroccidente colombiano concentra en 29.308 kilómetros cuadrados todas las explicaciones posibles de nuestra guerra: los problemas de la propiedad por la tenencia de la tierra; la disputa por el uso del suelo entre campesinos, indígenas, negros y gremios agroindustriales. Tiene además a los más importantes exponentes de las organizaciones sociales que han castigado a los grupos armados. Es la salida al Pacífico, paraíso de los narcotraficantes, de la minería ilegal y del tráfico de armas. Allí en Buenos Aires, donde emboscaron a los soldados, está el corredor más importante para llegar al Puerto de Buenaventura. Es el laboratorio social y, de otras cosas, de las FARC. La última vez que fue importante ocurrió durante el gobierno de Virgilio Barco con el Plan Nacional de Rehabilitación. Desde entonces, cada gobierno solo se encarga de apagar el polvorín y meterle candela.

Todos los procesos de paz en Colombia y en el mundo han tenido estos reveses. Pero nunca desde la firma de la paz con M-19, hace 25 años, se había avanzado tanto

Todos los procesos de paz en Colombia y en el mundo han tenido estos reveses. Y siempre la reacción de la contraparte es la misma pero nunca desde la firma de la paz con M-19, hace 25 años, se había avanzado tanto. Y ahí está el mayor reto. Algunos dirigentes han propuesto poner fecha límite a los diálogos y establecer cronogramas. Ya el Gobierno aceptó que se requiere fijar un plazo. El expresidente Alvaro Uribe, en medio del encarcelamiento de sus entonces ministros por cohecho para garantizarse su reelección, pidió una pausa en las negociaciones y la concentración de la guerrilla en un solo lugar.

Lo claro es que seguir los diálogos con la guerrilla de las FARC implica unas exigencias por parte del Gobierno. Y las FARC tienen que entender que no hay espacio para más cálculos equivocados porque la sociedad ya les mostró que no se los va a permitir.

Por cierto hace 30 años, Alan García ganaba la primera vuelta de las elecciones en Perú. Hoy su nombre suena con fuerza en ese país para volver a gobernar. En Brasil, para la misma época, los médicos desahuciaron al expresidente Tancredo Neves. Su nieto Aécio perdió recientemente las elecciones frente a Dilma Rousseff. Quien no conoce la historia está condenado a repetirla. Como se repiten los nombres de gobernantes en todas estas naciones de América, incluido Estados Unidos donde Jeb, el hijo de George Bush, también quiere ser presidente.

Parece la repetidera de la repetidera, pero como decía Neruda, nosotros los de entonces, ya no somos los mismos.

Diana Calderon es directora de Informativos y Hora 20 de Caracol Radio Colombia. @dianacalderonf

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