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Manolis Glezos | Eurodiputado de Syriza

“Grecia necesita congelar todos los pagos un año y después negociar”

El político rechaza la necesidad de un tercer rescate y pide más firmeza a Yanis Varoufakis

Belén Domínguez Cebrián
Manolis Glezos abraza a Alexis Tsipras, el 13 de marzo en Bruselas.
Manolis Glezos abraza a Alexis Tsipras, el 13 de marzo en Bruselas.JOHN THYS (AFP)

Tiene 93 años y aún hace daño al dar un apretón de manos. El eurodiputado de Syriza Manolis Glezos (Naxos, 1922) no vacila al reconocer que lo primero es la Gente, con mayúsculas. “El pueblo griego habló el pasado 25 de febrero en las urnas para que no se apliquen más políticas de austeridad”, sostiene desde un minúsculo despacho del Parlamento Europeo, donde es el mayor de los 751 representantes. Este apasionado de las lenguas —chapurrea hasta seis— y comunista de toda la vida rechaza de pleno la necesidad de un tercer rescate para la economía griega y defiende que el “único” respiradero para la población helena pasa por dar una moratoria de un año en todo lo relacionado con la deuda griega, intereses incluidos. Es decir: suspender todos los pagos. “Hay que congelarlo todo y después negociar”, defiende el político. Glezos sugiere que el primer ministro, Alexis Tsipras, acabará haciendo esa propuesta.

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El veterano eurodiputado es una especie de voz de la conciencia de la izquierda en Grecia. El pasado febrero escribió una dura carta al pueblo griego pidiendo disculpas por no haber cumplido con las promesas electorales de su formación, que provocó una sacudida en Atenas. De lo único que se arrepiente es de no haber tenido unos reflejos más rápidos: “Debería haber hablado al primer síntoma de incumplimiento de nuestro programa”, se lamenta en referencia a las interminables negociaciones entre el ministro de Finanzas griego, Yanis Varoukafis, y lo que ahora se conoce como las instituciones (Banco Central Europeo, Fondo Monetario Internacional y Comisión Europea) que culminaron el 20 de febrero con una extensión de cuatro meses del programa actual y se concretaron el pasado jueves con un mensaje claro por parte de Bruselas: hay que darse prisa.

A Glezos, sin embargo, nada le satisface mientras exista presión para que su país pague la deuda —que asciende al 175% del PIB— en plazos agobiantes para el Gobierno heleno. El próximo 30 de este mismo mes, está previsto que Tsipras presente su paquete de reformas para poder acceder al crédito. “Los préstamos hacen a los hombres esclavos”, ilustra parafraseando a uno de sus compatriotas griegos, el comediógrafo Menandro (342 a. C. – 292 a. C.). Para este ídolo de la izquierda griega, Varoufakis es un político correcto de cara al público, es firme en sus declaraciones y “fuerte” en sus formas, pero anhela en su figura algo más de contenido. “¿Es una manzana o una nuez?”, bromea dejando un largo silencio donde queda flotando la pregunta.

Hay que cumplir con lo que prometimos al pueblo griego

Son estas reservas sobre Varoufakis las que han dado lugar a una serie de rumores sobre las cesiones de Atenas ante el Eurogrupo, el club de 19 países que comparten la moneda única. Las críticas, sin embargo, parecen no calar en la plaza de Syntagma, símbolo de la resistencia antiausteridad y epicentro donde confluye el rechazo a la troika, por un lado, y el apoyo a Syriza, por otro. Las últimas encuestas de mediados de mes otorgan un apoyo al Gobierno de Tsipras de casi el 79%. “El debate de las elecciones anticipadas no está encima de la mesa en Grecia”, sostiene Glezos, que refuerza esa frase con un golpe encima del escritorio. “Hay que cumplir con lo que le prometimos al pueblo griego”, reitera.

¿Y una salida de Grecia del euro? Glezos se acomoda en su silla, vaticina con la boca pequeña que “eso no va a pasar”. Cree que las consecuencias de lo que ya se ha bautizado como Grexit —o Grexident, la suma de Grecia, exit y accidente— serían “mucho peores” para los socios europeos que para Atenas. “Gracias a que el pueblo está comenzando a tomar las riendas de la política doméstica, nosotros saldríamos adelante”, adivina. Sobre un posible efecto dominó en España e Italia —como declaró la semana pasada el ministro de defensa griego, Panos Kammenos, en Alemania— no se atreve a opinar.

Pelo cano y revuelto, rostro arrugado y baja estatura. Una noche de 1941, y con tan solo 19 años, el joven Glezos trepó a la Acrópolis y arrancó a hurtadillas —junto a Santas Apostolos— la bandera nazi, símbolo de la ocupación alemana en Grecia. Se llevó un trozo escondido bajo la camisa que tuvo que quemar cuando el Ejército alemán le arrestó por primera vez. “Era completamente consciente de lo que hice”, recuerda con cierto aire orgulloso. Ahora, 74 años después, sigue luchando contra viejos fantasmas.

Aurora desaparecerá con Syriza en el Gobierno

“Goebbles [ministro de propaganda de la Alemania nazi] no se equivocó al escribir que la cultura alemana dominaría Europa en el año 2000. Erró en solo 10 años; en vez de la cultura ha sido la economía”, ilustra entre risas. Las reparaciones de guerra que reclama Grecia y la inflexibilidad en la negociación del ministro de Finanzas germano, Wolfgang Schäuble, han reabierto viejas heridas. “¿Quién, cuándo y cómo cerró el asunto de las reparaciones?”, se pregunta el nonagenario antes de avisar que este capítulo no estará concluido mientras él viva. “Tienen que devolver las reliquias robadas y subsanar los daños por las matanzas en Grecia”, explica un enérgico Glezos.

Glezos se revuelve en el pasado, que le enciende como si fuera la primera vez que habla de él. Este comunista cuatro veces sentenciado a muerte por la ocupación nazi sostiene que el auge de Aurora Dorada —y otros partidos de extrema derecha en Europa— es una consecuencia natural de las políticas de austeridad del Gobierno anterior (Antonis Samaras, Nueva Democracia) y los recortes que han desembocado en una “crisis humanitaria”, según Alexis Tsipras. A este histórico no le preocupa Aurora Dorada —siempre y cuando se controle la austeridad, matiza— porque cree que con Syriza en el Gobierno, la formación de extrema derecha “va a desaparecer”.

Una Segunda Guerra Mundial, la ocupación nazi de su país, Grecia, la guerra civil española, la guerra de los Balcanes, la caída de la Unión Soviética, la reunificación alemana… Glezos es la Historia de Europa viva, un libro abierto en un cubículo cualquiera de Bruselas. Confiesa no haber tenido miedo nunca, sólo una “enorme tristeza” por la ejecución de su hermano menor, Nikos, de manos de los alemanes, entonces nazis. “Él escribió antes de morir que moría por el Pueblo (en mayúsculas) griego".

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