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Tribuna
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El próximo capítulo en Centroamérica

Para que cualquier estrategia de ayuda triunfe, tienen que ser los países de la región quienes tomen la iniciativa y movilices sus propios recursos

Centroamérica necesita ayuda. Se calcula que, durante 2014, 60.000 menores no acompañados, procedentes de tres países -El Salvador, Guatemala y Honduras-, cruzaron la frontera suroeste de Estados Unidos para intentar huir de una situación económica y de seguridad cada vez peor. La perspectiva de una nueva explosión de inmigrantes, ahora que ha pasado el invierno, ha hecho que Washington haya decidido ocuparse de los factores que explican que padres desesperados decidan confiar sus hijos a las redes de tráfico de personas en busca de un futuro incierto en El Norte.

Está en juego el prestigio de Estados Unidos en Centroamérica, dada su intervención política y económica durante el siglo XX. El gobierno tiene grandes ambiciones y ha propuesto asignar alrededor de mil millones de dólares a la tarea. El modelo que suele tomarse como referencia es el Plan Colombia, un programa desarrollado en el año 2000 que, con sus propios recursos y su compromiso, creó consenso en torno a una estrategia que contaba con el respaldo económico y político de Estados Unidos. Pese al abundante escepticismo inicial, el Plan acabó teniendo un éxito abrumador. Hoy, Colombia no es un Estado fallido, sino un ejemplo de triunfo.

El Plan Colombia ofrece importantes lecciones, pero no necesariamente sirve de modelo

Existen muchas similitudes entre la franja norte de Centroamérica en la actualidad y la Colombia de finales de los noventa. Dentro de las fronteras nacionales hay enormes zonas geográficas sin presencia gubernamental, como la costa norte de Honduras y ciertas áreas de la región de Petén, en Guatemala. Los servicios de salud y educación son deficientes y para muchos, entre ellos las poblaciones indígenas, inaccesibles. Las infraestructuras están atrasadas y las oportunidades económicas son escasas. Las fuerzas de seguridad están mal entrenadas y equipadas, y son objeto de una desconfianza popular histórica, debida a las atroces violaciones de los derechos humanos cometidas en el pasado.

Este contexto, que se combina con la situación geográfica de Centroamérica, hace que el tráfico ilegal de drogas esté profundamente asentado. Las actividades delictivas florecen y las familias, muchas veces, no son capaces de proteger a sus hijos de la violencia indiscriminada que ejercen las bandas criminales.

La cuestión no es si hay necesidad de nuevos recursos -la hay-, sino en qué medida más dinero podría resolver, y no solo controlar, los problemas que desgarran a las familias. Este fue precisamente el tema de discusión en Washington a mediados de marzo, cuando los ministros de Exteriores de los tres países de la franja norte acudieron al Consejo de las Américas a presentar su caso y solicitar la ayuda de Estados Unidos y las instituciones financieras internacionales.

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Los problemas de la región son graves y exigen un compromiso sostenido, recursos y tiempo

En este sentido, el Plan Colombia ofrece numerosas e importantes lecciones, pero no necesariamente sirve de modelo para Centroamérica. Colombia es un solo país, con un solo gobierno y una sola economía, y con el objetivo uniforme de combatir a los grupos guerrilleros organizados. Centroamérica es un ente más difuso, con una amenaza dispersa, distintas autoridades legales y distintos sistemas de gobierno, distintas economías, distintas historias e ideologías políticas, distintos antecedentes en materia de derechos humanos y distintas filosofías sobre el uso de la policía y el ejército para hacer frente a las amenazas internas y externas.

Al mismo tiempo, y usando el Plan Colombia como ejemplo, sabemos que el aspecto fundamental para que cualquier estrategia triunfe en Centroamérica tiene que ser que la propia Centroamérica tome la iniciativa y movilice sus propios recursos. Estados Unidos ya ha proporcionado una ayuda importante a la región desde hace años. Toda ayuda adicional debería estar condicionada a la perspectiva y la realidad de que los dirigentes regionales actúen con los mismos objetivos, la misma intensidad y el mismo compromiso. Los países de la zona deben encontrar nuevas formas de cooperar, que tal vez implique la mutua cesión de un grado limitado de soberanía en el proceso.

La ayuda de Estados Unidos puede contribuir a esos avances con medidas de ámbito supranacional como la formación de una fuerza de policía regional, la creación de una gendarmería, unas estructuras de mando, unos laboratorios criminales y unas redes energéticas regionales, campañas comunes de modernización de las infraestructuras y las aduanas y un aparato judicial para toda la región. Con el fin de promover un crecimiento económico basado en las inversiones, Estados Unidos puede ofrecer ayuda para mejorar el clima inversor, para lo cual son necesarios mercados más amplios, transparentes y estables. Un paso especialmente necesario para ese objetivo es que los países de la franja norte pongan en marcha una agenda económica común.

Quince años de experiencia con el Plan Colombia muestran que los problemas de Centroamérica son graves y exigen un compromiso sostenido, recursos y tiempo. La retórica sobre la necesidad de cooperación ha sido eficaz, pero queda por ver si los tres países involucrados estarán dispuestos a cederse mutuamente una parte de su soberanía nacional para mantener a sus familias intactas y en su lugar de origen. A cambio, estarán en mejor situación para recibir ayuda de la comunidad internacional y protegerse de los narcotraficantes y las bandas violentas que están erosionando esa soberanía nacional a diario. 

Eric Farnswoth es vicepresidente de Americas Society / Council of the Americas en Washington DC. Lo expresado aquí es en carácter personal. Twitter @ericfarns

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia

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