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“Aunque Tsipras logre sólo el 5% de lo que prometió, ya será mucho”

Los griegos apoyan masivamente a su Ejecutivo pese al aluvión de críticas internas

María Antonia Sánchez-Vallejo
Alexis Tsipras, el pasado 5 de febrero en el Parlamento griego.
Alexis Tsipras, el pasado 5 de febrero en el Parlamento griego.Yannis Behrakis (Bloomberg)

“Se hace campaña con la poesía, pero se gobierna con la prosa”. La frase atribuida al antiguo gobernador de Nueva York Mario Cuomo podría aplicarse al pie de la letra a la tesitura en que se halla, apenas un mes después de llegar al poder, el Gobierno de Alexis Tsipras: de las promesas a la realidad hay un trecho, y el acuerdo firmado el viernes con el Eurogrupo ha puesto de relieve lo abrupto que puede llegar a ser. Pero a las voces críticas que se han alzado en los últimos días en el seno de Syriza, el partido de Tsipras, por considerar que el pacto contradice, e incluso niega, su programa electoral, se contrapone la confianza total, casi fe ciega, de la ciudadanía en el Ejecutivo griego: el 81% le apoya en las negociaciones con Europa, según la última encuesta, previa a la reunión del viernes de los ministros de la eurozona. El 73% cree también que Tsipras es el hombre adecuado para sacar a Grecia del pozo de cinco años de recesión, mientras que el 90% rechaza la troika y el 83%, el programa de rescate.

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El acuerdo de mínimos pactado con el Eurogrupo bien podría erosionar ese apoyo. O la modesta propuesta de reformas por parte del Ejecutivo, tibio reflejo del ambicioso programa electoral. O ninguna de las dos cosas, a juzgar por las opiniones oídas durante este día desabrido y festivo (Lunes de Cuaresma), víspera del aterrizaje en una realidad preocupante, la de, tal vez, tener que tragarse un nuevo sapo europeo. “No importa si tenemos que ir más despacio, pasito a pasito. Claro que nos habría gustado que todas las promesas se cumplieran de golpe, pero enfrente tenemos enemigos temibles, como Alemania, dispuesta a darnos duro para que no levantemos cabeza, y por eso lo que consiga [Tsipras], aunque sea poco, será mejor que lo que hemos tenido estos cinco años”, afirmaba este lunes Evanguelia Alexaki, una de las “Limpiadoras en Lucha” acampadas en el centro de Atenas desde hace 10 meses, junto a la tienda de campaña en la que aún pernoctan pese al anuncio del Gobierno de su inminente recontratación (un mensaje anterior al acuerdo, que estipula el coste cero de las reformas).

La actitud de Alexaki y otras dos compañeras, que degustan junto a un brasero los dulces típicos del día —“nos los han traído tenderos del barrio, nos cuidan mucho”—, es casi un acto de fe: este martes se celebra un juicio en Atenas por la irregularidad de sus despidos —sancionada por el Constitucional griego—, pero confían en regresar a sus puestos de trabajo “en un mes o mes y medio”. “Nos lo ha prometido Tsipras, y también Katrougalos [viceministro de la Reforma Administrativa], que vino a vernos y nos dijo que si no volvemos a ser contratadas dimitirá, y que también debería dimitir el Gobierno en pleno”, esgrime Alexaki como salvaguarda, o como si las promesas a veces no las cargara el diablo.

Sobre las críticas lideradas por el héroe de la resistencia Manolis Glezos —al que se han sumado en las últimas horas Mikis Theodorakis, histórico compañero de viaje de la izquierda; el prestigioso economista y diputado de Syriza Kostas Lapavitsas y una eurodiputada del partido—, Alexaki recurre a los paños calientes: “Veneramos a Glezos, para los griegos es un símbolo, y sin duda su intención es que las cosas se hagan mejor y más deprisa, pero no se puede criticar a un Gobierno que lleva menos de un mes en el poder. Un Gobierno se juzga en cuatro años, no en tres semanas”. Le da la razón, en un barrio bien de Atenas, María Dimitrakis, economista y votante de Syriza. “No es de recibo ese bofetón [de Glezos]. Aunque Tsipras sólo logre ahora el 5% de lo que prometió, ya será mucho. Las reformas que Grecia necesita no son tanto contables como de raíz, una transformación profunda y sustancial del Estado, y eso no cuesta dinero, sólo voluntad política. Y Tsipras la tiene. Con él y con Varoufakis, Grecia va a salir adelante, estoy segura, aunque ahora nos lo pongan tan difícil”.

En una estación de autobuses atiborrada de viajeros que apuran el puente de tres días, Anthoula, universitaria, clase media y profundo escepticismo, se encoge de hombros al preguntársele su opinión sobre el pacto. “No sabría qué decirle, porque negociar en Bruselas invocando la crisis humanitaria del país mientras la ocupación hotelera ha sido [este puente] del 100%, parece un contrasentido, ¿no? También es verdad que mi familia no ha sufrido mucho la crisis, por suerte, por eso entiendo que los más desfavorecidos se agarren a un clavo ardiendo, aunque sea la esperanza en el cambio… pero es tan poca cosa, y tan volátil…”. El aterrizaje en la realidad, o el despertar del sueño, se impone día a día en Grecia.

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