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Las agresiones sexuales avergüenzan a la mejor universidad de Brasil

La Facultad de Medicina de São Paulo intenta mantener intacta su imagen, mientras los alumnos denuncian una rutina de novatadas y violaciones

María Martín
Homenaje al Doctor Arnaldo en la Faculdade de Medicina.
Homenaje al Doctor Arnaldo en la Faculdade de Medicina.Victor Moriyama

Marina Souza Pickman, de 24 años, hoy alumna de cuarto curso, cuenta que en sus primeras semanas en la universidad sufrió dos agresiones sexuales. Su caso, junto con el de otras nueve chicas que en los últimos meses han decidido romper con años de silencio, ha revelado un submundo de novatadas violentas y abusos sexuales que se mantenía oculto tras los muros de la Facultad de Medicina de la Universidad de São Paulo, una de las más prestigiosas y elitistas del país. Las violaciones constituyen solo la punta de un iceberg de una cultura en la no solo se ultraja a las mujeres, sino que se reprime también a los alumnos homosexuales y negros.

“Íbamos de una fiesta a otra cuando un compañero se ofreció a acompañarme porque estaba muy borracha. Entonces, me empujó a una sala oscura y comenzó a intentar besarme. Me resistí. Nos caímos al suelo y él se puso encima de mí y me bajó los pantalones mientras me sujetaba los brazos. Me penetró con el dedo […] Después supe que este mismo colega agredió a otras chicas. Es algo común”, cuenta Marina.

En la segunda agresión, Marina se despertó en Urgencias. “Bebí y no recuerdo nada más. Abrí los ojos en el hospital y mis compañeros me dijeron que creían que habían abusado de mí. Me llevaron para tomar un medicamento para prevenir el Sida porque creían que me habían violado sin condón. El médico puso en duda el abuso y mis colegas se negaron a contarle lo que sabían. Días después me enteré de que un alumno me había dejado en una carpa durmiendo y al volver se encontró un empleado de mantenimiento de la facultad encima de mí con los pantalones bajados. Dije que quería denunciar, pero el principal testigo, que creo que también abusó de mi, me dijo que no iba a poder probarlo. Silenciaron mi caso. El propio director dijo que tenía miedo de que la imagen de la institución se perjudicase”, recuerda Souza.

El empleado acusado de colarse en la carpa, supuestamente tras pagar a alumnos y guardas de seguridad, es el único imputado hasta ahora por los episodios de violencia sexual que ensombrecen la vida de las estudiantes y salpican la reputación de la institución desde 2013. El caso de Marina no es único. Por lo menos diez chicas han denunciado públicamente o ante la Fiscalía sus casos y una Comisión Parlamentar (CPI) en la Asamblea estadual ha convocado a directores, víctimas y supuestos agresores para investigar las violaciones de derechos humanos, hasta ahora ocultas, en las universidades paulistas.

Se calcula que son cometidas 143.000 violaciones al año, pero solamente el 35% de las víctimas denuncian

A los relatos de la Facultad me medicina se han sumado las denuncias de alumnas de otras universidades. Esto ocurre en un país donde se calcula que se cometen 143.000 violaciones por año, pero solo el 35% de las víctimas denuncia, según el último Anuario Brasileño de Seguridad Pública.

La historia con la que comenzó todo es de Phamela Silva Feitosa, alumna de quinto curso de Medicina. Fue en 2013. “Dos compañeros me invitaron a ir al coche a por más bebida. Insistí en que no quería ir pero acabé yendo. Comenzaron a besarme, a tocarme, a meter la mano en mis pantalones. Grité y uno de ellos se enfadó por eso, me dijo que, en realidad, era lo que yo quería. Me salvé porque pasó una pareja”.

Phamela denunció el abuso de forma anónima en la página web del Núcleo de Estudios de Género, Salud y Sexualidad, el único lugar que acogió su caso, y desencadenó un huracán. “La actitud de la Facultad fue hostil, quisieron convencerme de que no había ocurrido nada, de que era algo sin importancia o de que me lo inventé. Incluso me llamaron puta, dijeron que me acostaba con todo el mundo […]”, relató Phamela en la CPI. Su testimonio impulsó la creación del grupo feminista Geni, que recibe a las víctimas de abusos y discriminación, abrió las puertas a más denunciar y obligó a la facultad a crear una primera comisión para investigar las violaciones y el consumo de drogas en la institución.

Mientras los casos pasan a ser de dominio público, alumnos que, según las víctimas, han abusado de varias estudiantes en los últimos años prosiguen impunemente con su rutina de futuros doctores. Ninguno ha sido expulsado. Un ejemplo de la sensación de impunidad que reina en la universidad es la canción que, según las víctimas, se puso de moda en el campus. “Estupro, sim, o que é que tem? Se reclamar, vou estuprar você também [Violación sí, ¿qué es lo que pasa? Si te quejas voy a violarte a ti también].

Los veteranos más involucrados en las hermandades de la facultad, organizadoras de las fiestas y los rituales de bienvenida, niegan los abusos. Dicen que no supieron nada de las violaciones y que en la facultad no se practican rituales como elpascú, una novatada que consiste en introducir pasta de dientes (o cualquier otra cosa) en el ano del recién llegado y que apareció varias veces en los relatos de los nuevos alumnos. Insisten en que hay cosas que se pueden mejorar, como la participación de las mujeres en las actividades de la universidad, pero que no hay nada condenable.

La actitud de la facultad fue hostil, quisieron convencerme de que no había sucedido nada, de que era algo sin importancia o que yo había inventado. Hasta me llamaron  puta, dijeron que dormía con todo el mundo"

La denuncia de Phamela abrió los ojos a los profesores. “Fue su forma de decirnos: Me han violado. ¿Vais a hacer algo o no?”, recuerda el profesor Paulo Saldiva, presidente de la comisión que se abrió el año pasado para investigar los abusos y el consumo de drogas en el campus. “Se habló de reducir el alcohol en las fiestas, pero eso no era alcohol, eso era una tradición de patrones en la facultad”, relata el médico. Las conclusiones del informe de la comisión son un maremoto en la reputación de cualquier institución, aún más en una facultad de medicina: “La violencia sexual ocurre de forma repetida en nuestra convivencia […] Se han documentado varios episodios de intolerancia étnica y religiosa, con muchos ejemplos de acciones racistas contra nuestros colegas africanos […] Las dependencias de la Facultad experimentan rutinariamente el consumo excesivo de drogas [...].”

Saldiva abandonó su cargo de profesor titular tras concluir el documento. El médico se rebeló contra el silencio de la dirección del centro durante el momento más crítico de la crisis, cuando todo el mundo iba a tener acceso a los casos, al abrirse la CPI. “Avisé que teníamos que tener una posición oficial. Le dije al director que íbamos a ser atropellados por las circunstancias y que teníamos que tomar la iniciativa para convertirnos en un ejemplo. No sirvió de nada”. Saldiva está pensando en abandonar la USP: “quiero saber en que facultad doy clase”.

Los veteranos dicen que no sabían que eran cometidas violaciones y que en la facultad no son practicados rituales como el pascu

A pesar de que entre las denuncias ha aparecido una agresión de hace diez años, al actual director de la Facultad José Otávio Costa el escándalo le explotó en las manos, cuando acababa de asumir el cargo en 2014. En un primer embate, Costa intentó acabar con la CPI de la Asamblea, según denunció su presidente, el diputado estadual Adriano Diogo (PT). El profesor, que rechazó dar una entrevista a EL PAÍS, negó esa intromisión y dijo que solo intentó retrasar la comisión hasta tener esa posición oficial que Saldiva y este periódico solicitaron. La facultad ha prohibido las fiestas y el alcohol y ha puesto en marcha un programa que ofrece asistencia jurídica y psicológica y un canal de denuncia a las víctimas. La respuesta institucional está lejos de parecerse a la adoptada por los Estados Unidos donde 86 campus están bajo investigación federal.

“Durante mucho tiempo, me culpé por haber bebido y no haber ofrecido resistencia suficiente, por haber confiado”, relata Marina. “Pero hoy me parece ridículo que no pueda emborracharme en una fiesta de mi facultad con mis compañeros de clase por si me violan”.

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Sobre la firma

María Martín
Periodista especializada en la cobertura del fenómeno migratorio en España. Empezó su carrera en EL PAÍS como reportera de información local, pasó por El Mundo y se marchó a Brasil. Allí trabajó en la Folha de S. Paulo, fue parte del equipo fundador de la edición en portugués de EL PAÍS y fue corresponsal desde Río de Janeiro.

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