Varoufakis, un centauro entre tecnócratas
El nuevo ministro de Finanzas de Grecia no deja indiferente a nadie con sus análisis de la crisis económica global y la deuda
Unos alaban su campechanía; otros, su mirada franca e intensa, como de niño curioso dispuesto a comerse el mundo; los más, esa habilidad suya para meter el dedo en la llaga (de Europa, el FMI, los mercados) que le ha convertido en el enfant terrible del nuevo Ejecutivo griego. Pero en lo que todos coinciden sobre Yanis Varoufakis, flamante ministro de Finanzas y, como tal, voz cantante en la negociación con la troika, es que este griego nacido en Atenas en 1961, tan cosmopolita que su lengua materna exhibe un claro deje extranjero, es una máquina de producir titulares. “Grecia está en coma” (en 2012) o “la troika está aplicando a nuestro país waterboarding fiscal” (la tortura conocida como ahogamiento simulado) son solo dos ejemplos.
Varoufakis siente una atracción visceral por meterse en todos los charcos, pero no tanta como por la comunicación en cualquiera de sus facetas, de la palestra universitaria a la escritura o las redes sociales, donde ha desarrollado un perfil muy activo. Segundos antes de que arrancara el primer Consejo de Ministros del nuevo Gobierno griego, estaba tuiteando (tiene 218.000 seguidores y subiendo), y ahí sigue. Poco después, actualizaba su blog para desmentir una información relativa a la posición de su Gobierno sobre las sanciones a Rusia, o para matizar sus propuestas sobre el rescate tras dar un sonoro portazo al jefe del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem. Lo único que hace días está callado como un muerto es su teléfono móvil. “Pues vaya”, musita contrariado Lambros Mustakis al enterarse; “me dijo que siempre estaría abierto, que siempre tendría abierta la puerta del despacho a cualquier griego…, seguro que lo coge cuando pase el follón”. Mustakis, un desempleado que vive en un albergue de Atenas, trabaja ocasionalmente como traductor para medios extranjeros, y así conoció a Varoufakis.
La “visión firme” que todos le atribuyen, ¿será un obstáculo ante Europa o una bendición para Grecia?
“Lo que más me impresionó fue su mirada; una mirada de interés, como si quisiera aprehenderlo todo”, continúa el hombre, que saca algo de dinero vendiendo ejemplares de Sjedía (una revista similar a La Farola) en estaciones de metro. “La esposa de Varoufakis compra Sjedía todos los meses, me lo dijo él mismo”, recuerda ufano. La mujer del nuevo ministro de Finanzas es Danae Stratou, reconocida artista plástica y miembro de una familia bien, entre patricia y bohemia. El propio Varoufakis, por el contrario, fue un niño de la diáspora griega, el hijo de unos emigrantes en Australia (donde se concentra la segunda colonia helena en el extranjero), pero su personalidad y su trayectoria le han dado un amplio aliento: un desaliño estudiado, moderno; espontaneidad innata y “talento, mucho talento”, apunta un colega de departamento. Tanto, como para citar al poeta Dylan Thomas, los Monty Python o los mitos de Sísifo o Casandra mientras formula propuestas económicas.
Por teléfono o por la tele, Varoufakis suena como una ráfaga de ametralladora, da igual que hable inglés o griego. Economista accidental, como gusta denominarse; keynesiano y experto en teoría de juegos, se formó en la Universidad de Essex (Reino Unido) y ha dado clases en las de Atenas y Texas como profesor invitado; también fue asesor del ex primer ministro socialista Yorgos Papandreu. Su libro El Minotauro global (Capitán Swing) lo convirtió en un gurú económico posmoderno, con su teoría de que cualquier tiempo pasado fue mejor (en concreto, la irrecuperable pujanza económica de EE. UU. y la UE) y que el mundo debía prepararse para ordenar un caos de cuentas. Suyo es el anatema de la deuda, suya también la propuesta de un new deal europeo que figura en el programa de gobierno de Alexis Tsipras.
“Lo que más destaca de Yanis es su carisma; un carisma comunicativo”, explica, amparado en el anonimato, un colaborador suyo en las aulas en la última década. “Cuando llegó, en 2001-2002, no era en absoluto conocido —lo fue después, a partir de 2008—, pero causó una pequeña revolución, la universidad era todavía un sitio anclado en la tradición, y de repente aparece él, en vaqueros y camiseta… Sí era muy popular entre los alumnos; le adoraban, porque es alguien capaz de abrirte el cerebro y meterte dentro los conocimientos sin que te costara”, añade esta fuente, que compartió con él varias investigaciones.
La imagen que pintan del nuevo ministro quienes le han tratado es unánime: alguien que sabe lo que quiere, a quien resulta difícil hacer cambiar de opinión, “pero abierto al diálogo en temas de investigación o académicos”, subraya su antiguo colaborador. ¿Lo estará también en la negociación política? Esa “visión firme” que todos le atribuyen, ¿será un obstáculo ante Europa o una bendición para Grecia? ¿O ambas cosas? “Es tan amable como firme”, recuerda su colega, “pero tiene un carácter tan fuerte que no deja a nadie indiferente. A mí me cae muy bien, pero tiene muchos enemigos…, lo normal en una personalidad tan acusada”. De momento, algo de cintura sí ha demostrado para evitar un choque frontal con sus socios, al transformar la propuesta inicial de una quita en un canje de deuda.
Fue un niño de la diáspora griega, hijo de unos emigrantes en Australia, y estudió en Reino Unido
El suyo es un perfil, también, con ciertas concesiones a lo lúdico: durante el tiempo que trabajó como consejero para Valve, una de las grandes redes de juegos online (Half Life es uno de los más conocidos), Varoufakis creó su propia moneda para pagos y transacciones dentro de este microcosmos llamado Steam, informa Rosa Jiménez Cano desde San Francisco. Entró en Valve después de que Gabe Newell, gurú y creador de la compañía, le pidiese ayuda para poner en orden sus finanzas.
Varoufakis no fue el cerebro gris del programa económico de Syriza, o no el único al menos. En la autoría está un escalón por debajo de Yanis Miliós, un catedrático marxista formado en Alemania, y que ha quedado fuera del Parlamento y del Gobierno (el único sin ministerio del equipo de asesores económicos de Tsipras); el mismo Varoufakis, sin más experiencia política que la que da ser un “marxista errático”, se estrena ahora en la Cámara como diputado. Dotado de una sorprendente agilidad mental, informal pero arreglado y habitual de los gimnasios, le gusta la música rock y es motero, como demuestran las imágenes captadas estos días de su cabalgadura aparcada a la misma puerta de Mégaro Maximu, La Moncloa ateniense. Para solazarse, disfruta de la isla de Egina, muy cerca de Atenas, donde su esposa tiene una impresionante casa.
“El compromiso crítico es una forma de praxis”, suele repetir este ministro accidental que afronta tareas casi hercúleas, un centauro entre los tecnócratas de Bruselas, con un gusto por la dialéctica que seguro que deja descolocados a más de uno de sus pares europeos. A juzgar por sus credenciales, por su impulso, por su afán abiertamente provocador, es previsible que su particular máquina de producir titulares (“Grecia debe dejar de imitar a Sísifo”) funcione a partir de ahora a pleno rendimiento.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.