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Libertad condicional para De Kock, uno de los verdugos del ‘apartheid’

El Gobierno sudafricano no ha comunicado ni el lugar ni la fecha de la excarcelación del cabecilla de uno de los escuadrones de la muerte

Eugene De Kock, en una comparecencia ante la Comisión de Verdad y Reconciliación, en Pretoria en julio de 1998.
Eugene De Kock, en una comparecencia ante la Comisión de Verdad y Reconciliación, en Pretoria en julio de 1998. WALTER DHLADHLA (AFP)

El Gobierno sudafricano ha concedido la libertad condicional al comandante del más temido escuadrón de la muerte del apartheid, Eugene de Kock, más conocido como “mal supremo”. De Kock fue condenado en 1996 a dos cadenas perpetuas y 212 años más de cárcel, y saldrá de prisión tras haber cumplido solo 20. El ministro de Justicia sudafricano, Michael Masutha, ha declarado este viernes que la concesión de libertad condicional responde al “interés de la reconciliación nacional” y a que el condenado ha expresado su remordimiento. Mientras, muchos sudafricanos siguen cuestionando la sinceridad de su arrepentimiento. El Gobierno no ha comunicado ni el lugar ni la fecha exacta de la liberación de De Kock, de la que tendrá que pronunciarse definitivamente dentro de un año.

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De Kock, de 66 años, dirigió durante los años 80 y a principios de los 90 del siglo pasado la estructura paramilitar llamada C1, oficialmente la unidad de contrainsurgencia de la Policía del régimen segregacionista pero que actuaba en realidad como un batallón de asesinos de élite para eliminar a los más molestos opositores y activistas.

En la granja de Vlakplaas, el cuartel general de sus operaciones, se torturaba, se asesinaba y se quemaban los cuerpos de los ya abatidos. La madriguera del horror estaba a unos 20 kilómetros de Pretoria, la capital del régimen racista, donde estaban instaladas unas autoridades que, según declaró De Kock, estaban bien informadas de lo que ocurría en su granja.

El líder de ese escuadrón de la muerte, que conmocionó Sudáfrica durante la Comisión de la Verdad y la Reconciliación con sus detalladas descripciones de los crímenes que él y sus hombres habían cometido, también ha llegado a señalar al último presidente del apartheid, FW de Klerk, a quien se le concedió el Premio Nobel de la Paz junto a Nelson Mandela. “Tiene las manos manchadas de sangre”, dijo De Kock en una entrevista en 2007. El expresidente negó radicalmente estas acusaciones.

El ministro de Justicia ha dicho que su liberación responde a “una necesidad de reconciliación nacional”

De Kock confesó más de cien asesinatos, actos de tortura y fraude durante la Comisión y también colaboró con las nuevas autoridades a localizar los restos de sus víctimas. Por ese motivo se le amnistió por muchos de los crímenes, pero no todos, ya que solo se podían perdonar los actos con motivación política. Sus víctimas le dibujan como un psicópata metódico y sin escrúpulos, a quien no parecía inquietarle la sádica naturaleza de su trabajo. De Kock consideraba a su predecesor un cobarde, porque solo organizaba y no se involucraba en los homicidios.

Otro condenado por asesinato durante el apartheid, el exdiputado Clive Derby-Lewis, ha visto denegada su petición de libertad por motivos médicos y seguirá cumpliendo su condena a cadena perpetua por su papel en el asesinato del líder del Partido Comunista de Sudáfrica, Chris Hani, en 1993.

También seguirá en la cárcel Ferdi Barnard, que cometió asesinatos como miembro del grupo paramilitar Civil Cooperation Bureau (CCB), creado por el Gobierno del apartheid, y cuya solicitud de obtener la libertad condicional aún debe ser estudiada.

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