Los protagonistas del ‘caso Nisman’

La fiscal: Vivian Fein. Sobre esta jurista ha recaído la investigación de la muerte en extrañas circunstancias de su colega Alberto Nisman, quien llevaba 10 años investigando el caso AMIA —el atentado contra una mutua israelita en Buenos Aires que causó 85 muertos en 1994—, aún sin esclarecer. La misteriosa muerte del fiscal —probablemente el caso más importante para Fein, titular de la fiscalía número 45 de la ciudad de Buenos Aires— empieza a desafiar las leyes más inverosímiles de la novela negra, encadenando un fallo tras otro, versiones contrapuestas y muchos interrogantes. Según la prensa argentina, la fiscal Fein llegó una hora y media más tarde al apartamento de Nisman porque sus subordinados no la encontraban. Allí descubrió la presencia irregular del secretario de Gobernación, Sergio Berni, en la escena del crimen. Le apartó de la investigación —él no era competente—. Fein abonó la tesis del suicidio ese mismo día, antes de la prueba de la pólvora. Cuando dio negativo, calificó el resultado de “lamentable”, lo que desencadenó la ira en las redes sociales.

El último testigo: Diego Lagomarsino. Casado y con dos hijas, este informático de 35 años es el propietario de la pistola Bersa, calibre 22, que se encontró junto al cuerpo de Nisman. Lagomarsino, empleado de la fiscalía desde 2007, según afirma Página 12, y por cuyo trabajo cobra un gran sueldo (40.000 pesos al mes, unos 4.600 euros), acudió el sábado al domicilio del fiscal para entregarle el arma, a petición de este. Después de los hechos, se presentó a declarar voluntariamente ante la fiscal y la jueza que llevan el caso y aseguró que el fiscal fallecido había recibido una llamada del exdirector de Contrainteligencia de la Secretaría de Inteligencia (despedido en diciembre cuando Cristina Fernández cambió la cúpula del organismo) sugiriéndole que se cuidara, que desconfiara de su custodia personal y protegiera a sus hijas. Después de su declaración, el informático ha dejado su domicilio. Le vigilan 15 policías y se investiga su relación no sólo con el fiscal fallecido, con quien había llegado a tener una gran amistad, sino también con miembros de la Secretaría de Inteligencia (SIDE), según ha publicado la prensa argentina.

Los dos espías: Ramón Bogado y Héctor Yrimia. Los dos presuntos exespías de la SIDE están ahora bajo protección judicial desde que Nisman denunció a la presidenta argentina, Cristina Fernández, y a su ministro de Exteriores, Héctor Timerman. Bogado e Yrimia habrían participado, según las 300 páginas del documento elaborado por el fiscal fallecido, en las negociaciones del plan urdido por Cristina Fernández para librar a Irán de toda responsabilidad en el atentado contra la AMIA. Bogado, que en el documento es identificado como “Allan”, de 44 años, es también conocido como “el misionero”. Siempre ha desmentido sus vínculos con los servicios de inteligencia que, por su parte, niegan conocerle. Héctor Yrimia, por su parte, era uno de los fiscales del caso AMIA antes de que el presidente Néstor Kirchner nombrase a Nisman en 2004. En la página web del despacho de abogado donde figura ahora, el exfiscal presume de sus contactos y de sus trabajos para el FBI y la DEA estadounidenses. “La denuncia de Nisman es un disparate. Está sacada de un cuento”, ha declarado. “Lo único grave es la muerte del pobre muchacho”.