Papandreu: el castigo a Sísifo
El dirigente que acaba con el falseamiento de las cuentas públicas, para enderezarlas, termina como víctima de su propia seriedad
La tragedia empieza y se ceba con Yorgos Papandreu. El dirigente que acaba con el falseamiento de las cuentas públicas, para enderezarlas, termina como víctima de su propia seriedad. Desafía a los dioses. Le castigan a encaramarse una y otra vez a la cima con la pesada piedra que siempre le devuelve al vacío: es Sísifo. Su pugna por salvar la economía le vale el demoledor estigma del hombre que lleva la troika a Grecia.
Tras llegar al poder con mayoría absoluta en octubre de 2009, aclara que el déficit público no es del 2,7% aducido por su predecesor conservador Kostas Karamanlis, sino el 12,7% (aún aumentaría, toma herencia recibida) y articula un plan de estabilización que la carencia de Administración disuelve: primera caída. Luego pacta el rescate europeo en mayo de 2010, cruel e insuficiente. Confía en sacarlo en solitario (la oposición es renuente), por imperativo moral kantiano, autosuficiencia que le merma el prestigio: segundo descenso.
Al no bastar, acuerda el segundo rescate —más generoso en plazos (30 años) y tipos de interés (3%)—, en julio de 2011. Pero para enmendar la altivez que le dejó solo, busca la legitimidad decreciente en un referéndum que valide la austeridad. Peca de ingenuidad democrática: Nicolas Sarkozy, flanqueado por Angela Merkel, le espeta antes de la cumbre de Cannes, el 2 de noviembre: votar "carece de sentido: ¡estás preguntando a la gente si quiere un plan de austeridad!; o lo retiras o formulas la verdadera pregunta, ¿queréis seguir en la eurozona?". Es la tercera caída. La definitiva. Dimite.
Con él se esfuma el socialista moderado, nacido en el exilio (Minnesota). El que reverbera a su mítico abuelo Yorgos, ex primer ministro de la monarquía, fundador de la Unión del Centro, detenido por los coroneles. El modernizador del legado populista y sanguíneo de su padre Andreas, fundador del Pasok. El ministro de Exteriores de Kostas Simitis (1996-2004), que templó la izquierda, se reconcilió con Turquía y negoció, en vez de imponer, sobre Chipre. Al deje cosmopolita del profesor de Harvard le carcome el furioso pathos de la política griega.
La derrota de este socialista liberal es el colapso del centroizquierda posibilista. Una metáfora de las clases medias arruinadas por el sabotaje de la austeridad rampante, por él iniciada (triple presión fiscal, diezmo de funcionarios...). Ellas le encumbraron y apenas están. Sísifo quiere volver. La Sibila de las encuestas no le augura siquiera disponer de piedra.
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