Próspero y Calibán: capítulo sorpresa
Obama y Castro han desactivado la bomba mayor, pero cada uno se ha dejado minas a punto de estallar en sus respectivos campos
Sartre siempre vio con buenos ojos que los cubanos se afrancesaran. De esa manera, dijo, se alejarían de Estados Unidos. Esto lo expresó por primera vez en 1960, época en la que Cuba y Estados Unidos empezaron a protagonizar la Guerra Fría en el corazón de Occidente y el antiimperialismo ocupó la medular de la política cubana. El filósofo dio cuenta de esa tensión en su libro Huracán sobre el azúcar, en el que refrendó la clave de un país obligado a someterse o enfrentar a Próspero (Estados Unidos) o Ariel (Europa) para tirar adelante sus sueños. No hace falta decir que, como lo vieron distintos escritores antillanos, en el reparto de los personajes de La tempestad a los cubanos se les reservó el papel de Calibán, aquel salvaje que mascullaba su rebeldía en una lengua impuesta.
Con el tiempo, la falta de entendimiento entre los dos países propició que Europa actuara como un intermediario siempre dispuesto a proyectar sobre Cuba sus propios modelos, que iban desde la Transición española hasta la sovietización, pasando posteriormente por la terapia de choque del poscomunismo o las fórmulas socialdemócratas que en su día blandieron los Palme, Mitterrand o González.
Todo eso colapsó el pasado 17 de diciembre, con el anuncio del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos. Una decisión que modifica el triángulo de La tempestad y pone a sus dos personajes irreconciliables a hablar sin traductores. No es que, de repente, uno y otro vayan a renunciar a sus idiomas. (De he hecho, han dejado claro que términos como democracia o derechos humanos tienen significados distintos a cada lado del Estrecho). Pero, aún así, han conseguido proclamar un deshielo sorpresa que ha pillado a contrapié a muchas de las partes implicadas en este conflicto.
El guión que preestablecía la secuencia elecciones pluripartidistas-retiro del embargo-relaciones diplomáticas, se ha invertido. Y el edificio de esta política de distensión ha comenzado por el techo; como si el fin se hubiera impuesto maquiavélicamente a los medios.
El guión que establecía la secuencia elecciones pluripartidistas-retiro del embargo-relaciones diplomáticas, se invierte
No hay que olvidar, por otra parte, que todo deshielo deja bloques a la deriva de recorridos impredecibles. Este no es una excepción y son muchos los temas por resolver. No será fácil resituar tantas políticas —a izquierda y derecha, en Cuba y el exilio, en Europa o América Latina— que se han acomodado a la inercia o, directamente, la han rentabilizado. Tampoco será una panacea decretar la obsolescencia de una retórica política en la que cada parte aparecía como la justificación ideal para la inmovilidad del contrincante.
Obama y Castro han desactivado la bomba mayor, pero cada uno se ha dejado minas a punto de estallar en sus respectivos campos. Entre otras, el embargo y Guantánamo, la Ley de Ajuste cubana y la reforma del modelo político en la isla, el lugar del exilio y el de la oposición.
Ese exilio y esa disidencia han quedado expuestos a una reinvención radical o al peligro de quedar como elementos testimoniales en los tiempos que vienen. El Gobierno cubano, por su parte, no puede seguir hablando de convivencia con el enemigo más tenaz que ha tenido el país durante más de un siglo sin abrir la convivencia, también política, entre todos los cubanos, donde quiera que vivan y como quiera que piensen.
En ambos casos, va a ser imposible seguir proclamando que es la realidad —y no sus agendas— la que está equivocada. Tampoco ha faltado, a derecha e izquierda, quien ve en todo esto una alta traición. Pero eso es no entender que, entre las cosas que se vienen abajo, está la continua demanda de sacrificio que los cubanos han tenido que aportar durante décadas para cumplir los sueños de otros. La gente —ese sujeto tan socorrido en la nueva política española— lo ha intuido así y en su mayoría ha recibido la noticia con alivio. Acaso como la posibilidad de que, por esta vez, a lo mejor les toca a ellos soñar y el sacrifico a los otros.
Iván de la Nuez es un escritor cubano, autor entre otros libros de Fantasía Roja. Vive en España.
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