Irán y las potencias abren la última ronda del diálogo nuclear
Las negociaciones sobre el programa de Teherán deben concluir el día 24
El secretario de Estado norteamericano, John Kerry, el ministro de Exteriores iraní, Mohammad Javad Zarif, y la enviada de la UE, Catherine Ashton, se reúnen hoy domingo y mañana lunes en Mascat, la capital de Omán, para dar un último empujón a las negociaciones nucleares. La cita se produce después de conocerse que el presidente de EE UU, Barack Obama, envió una carta personal sobre el asunto al líder supremo iraní, el ayatolá Ali Jamenei. Aunque Teherán no ha reaccionado a la misiva, a nadie se le escapa que las negociaciones han entrado en la recta final para alcanzar un acuerdo antes del 24 de noviembre que Irán y las grandes potencias se fijaron como límite.
De las declaraciones de los negociadores se deduce que los puntos más difíciles giran en torno a la capacidad de enriquecer uranio que Irán va a conservar (industrial según Teherán y reducida según Washington), la duración del acuerdo hasta que ese país pueda mantener un programa nuclear sin vigilancia reforzada y el ritmo de levantamiento de las sanciones internacionales. El objetivo de las grandes potencias (EE UU, China, Rusia, Reino Unido, Francia y Alemania) es asegurarse de que Irán no intenta dotarse de armas nucleares.
Los iraníes, que siempre han negado ese fin, consideran que el acuerdo es posible si la otra parte muestra voluntad política de alcanzarlo. Para ellos es esencial no sólo que el resultado permita mantener las bases de su programa nuclear civil sino, sobre todo, que las restricciones temporales sean limitadas y se vean compensadas con un pronto levantamiento de las sanciones.
“Es importante que Occidente entienda que las sanciones nunca han contribuido a la resolución de este problema. Las sanciones son la parte más importante del mismo Son ilegales y deben levantarse”, ha reiterado Zarif en una entrevista con PressTV, antes de recordar que bajo ese régimen el número de centrifugadoras (los aparatos que enriquecen uranio) pasó de varios cientos a 19.000.
Del compromiso de la otra parte da fe el esfuerzo diplomático llevado a cabo en los días pasados por el secretario de Estado norteamericano. El sábado, se entrevistó con su homólogo ruso, Sergei Lavrov, en Pekín, donde ambos asistían al foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico. Los analistas apuntan a que Kerry quería reconfirmar que Rusia está dispuesta a recibir en su territorio el grueso de las reservas de uranio poco enriquecido (por debajo del 5%) que los iraníes han producido para alimentar la central nuclear de Bushehr. Ese acuerdo parece estar en la base del “marco” que la semana pasada el presidente Obama dijo haber ofrecido a Irán para garantizar sus necesidades energéticas.
Aunque no han trascendido los detalles del mismo, esa propuesta permitiría alargar el tiempo que los iraníes necesitarían para acumular la cantidad de uranio enriquecido suficiente para fabricar una bomba atómica. Tal extremo resulta esencial para evitar el veto del Congreso estadounidense. Quedaría sin embargo por resolver el calendario para el levantamiento de las sanciones, algo en lo que Kerry espera sin duda contar con la ayuda europea.
El pasado miércoles, el secretario de Estado se encontró en París con el ministro francés de Exteriores, Laurent Fabius, para explicarle los detalles de su plan. En la mente de todos está el momento hace un año cuando Fabius estuvo a punto de echar por tierra el preacuerdo que permitió iniciar las negociaciones, al descubrir que Washington había actuado sin consultar al resto de sus socios. Ashton, por su parte, se reunió dos días después en Viena con los directores políticos de las seis potencias para asegurarse de que todo el mundo está al tanto del camino que llevan las negociaciones.
Pero sea cual sea el contenido exacto de la última propuesta estadounidense y la recepción entre sus interlocutores iraníes, existe unanimidad en que lo que realmente cuenta es convencer al ayatolá Jamenei, quien tiene la última palabra en la política de Irán. De ahí, la carta que le envió Obama subrayando “los intereses comunes” de ambos países.
“El mayor obstáculo para el acuerdo es el propio líder”, señala a EL PAÍS un analista iraní desde el anonimato. “Es consciente de que ese pacto abriría las puertas a un progresivo acercamiento con Estados Unidos y eso terminaría por minar su autoridad; el antiamericanismo ha sido uno de los pilares de su mandato, eliminarlo cuestionaría su trayectoria y su legado”, explica poniendo el dedo en todo lo que está en juego en esta negociación.
La cuenta de Twiter en inglés atribuida al líder supremo ha estado especialmente activa en las últimas horas. Tras difundir primero una lista de nueve puntos de por qué y cómo debe eliminarse a Israel, ha publicado un gráfico con las “líneas rojas en las conversaciones nucleares”. A las ya habituales de que Irán no debe aceptar que se limite su capacidad para investigar ni un trato discriminatorio respecto a otros países firmantes del Tratado de No Proliferación, añade detalles específicos como la necesidad de “proteger Fordow”, la planta de enriquecimiento descubierta en 2009 a las afueras de Qom, o mantener una “capacidad de enriquecimiento de 190.000 swus” (lo que requiere al menos 200.000 centrifugadoras, frente a las 5.000 que EEUU está dispuesto a tolerar). Además, insiste en que las conversaciones “se centren sólo en el asunto nuclear y nada más”.
Esa ofensiva mediática, a través de una red social prohibida dentro de Irán, puede llevar a pensar en un endurecimiento de la postura iraní. Sin embargo, en el contexto de su imbricado proceso de formación de consensos, también puede leerse como una preparación del terreno ante la inminencia de un acuerdo que ambas partes desean y necesitan, pero no a cualquier precio.
Significativamente, el jefe del comité de seguridad y política exterior del Parlamento, el conservador Alaeddin Boroujerdi, ha declarado que es “probable” que se alcance un acuerdo. Mientras, 200 de los 290 miembros del Parlamento iraní han firmado un comunicado pidiendo el “inmediato levantamiento de las sanciones” nada más que se logre. Con anterioridad, habían insistido en la necesidad de que se sometiera a la aprobación de la Cámara, lo que de nuevo remitiría al líder supremo, ya que ningún diputado daría la espalda a un pacto alcanzado con su visto bueno.
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