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La pesadilla de fundar una familia

El Estado francés niega la nacionalidad a los hijos nacidos por subrogación como los de Rafael y Pierre. Solo reconoce a los niños como si fueran acogidos

Gabriela Cañas
Rafael Montané y Pierre, con sus hijos, Isabel y Héctor
Rafael Montané y Pierre, con sus hijos, Isabel y HéctorERIC HADJ

La familia Montané reúne casi todos los elementos que soliviantan a los enemigos del matrimonio homosexual en Francia. Rafael Montané, 49 años, y Pierre, 47 (prefiere ocultar su apellido), no solo están casados, sino que hace cinco años recurrieron al sistema de maternidad subrogada para cumplir su sueño: formar una familia con hijos. Lo consiguieron. Isabel y Héctor son prueba palpable de ello. Ahora son dos inquietos chavales de cuatro años y medio que vuelven del colegio emocionados con las fotos oficiales de la clase, con pocas ganas de merendar (sobre todo, Isabel) y muchas de jugar. Son chavales que viven en París. Sus padres son franceses, pero el Estado no les reconoce la nacionalidad y, por tanto, ni siquiera tienen derecho a heredar como hijos; una pesadilla que atormenta a sus progenitores.

Rafael y Pierre, gracias a las técnicas de fecundación in vitro y las leyes de California, son los padres biológicos de Isabel y Héctor. Nunca han querido indagar acerca de quién de los dos lleva los cromosomas de cada uno. Son sus padres y comparten conjuntamente la experiencia. Les extraña que se les pregunte si se ven obligados a hacer a veces el papel de madre. “Somos sus padres y les atendemos como tales”, explica Rafael en la sala de casa, en el rincón que los niños ocupan para jugar. Él es el que les recoge del colegio y vela por las noches si están enfermos. “¿Eso es ejercer de madre?”.

La madre biológica de Isabel y Héctor es una donante de óvulos. La gestante fue una segunda mujer californiana. Pierre es ejecutivo en una multinacional financiera. Rafael, que tiene la doble nacionalidad franco-española, vendió su empresa y es el amo de casa. “Quería dedicarme a ellos a tiempo completo”. Los cuatro viven en una casa con un pequeño jardín a las afueras de la capital gala. Los niños figuran oficialmente como acogidos. Los padres están hartos de inútiles papeleos que no les reconocen lo fundamental: su paternidad y lo que ello conlleva. Confiaban en el Gobierno socialista de François Hollande. Ahora tienen muchas dudas y una esperanza: una sentencia de junio pasado del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que obliga a Francia a reconocer a esos hijos nacidos por subrogación (rechazan la denominación vientre de alquiler), aunque el método esté prohibido en suelo francés.

Viven en un limbo legal. Ni siquiera tienen derecho a heredar; una pesadilla que atormenta a sus progenitores

Las asociaciones que defienden tal sistema calculan que cada año nacen unos doscientos niños “franceses” que viven en un limbo legal, como los Montané. Es una realidad que ha espoleado al movimiento contra el matrimonio homosexual Manif pour tous a redoblar sus protestas mientras el Gobierno mantiene un difícil equilibrio: no apela la sentencia, pero rechaza legalizar el sistema, ya prohibido, por considerar que es un mercadeo de niños. “Los tribunales tendrán que aplicar la sentencia de Estrasburgo”, explica el Ministerio de Justicia, “pero no vamos a cambiar la legislación”.

“Estoy convencido de que vamos a lograr inscribir a nuestros hijos”, asegura Pierre, en línea con lo que piensan ahora las organizaciones como Clara que defienden la maternidad por subrogación siempre que, como los trasplantes de órganos, no implique pago alguno. Rafael no se muestra tan esperanzado. Siente que algunas madres le hacen el vacío en el colegio de sus hijos a medida que conocen su historia y aún recuerda el miedo a ser agredido cuando el debate sobre la legalización del matrimonio homosexual disparó la homofobia. Esa revitalizada corriente de opinión que exige limitar las posibilidades de procreación de los homosexuales le desespera.

Pierre explica cómo paradójicamente España podría ser la tabla de salvación. De vivir ahí, sus hijos tendrían todos los derechos. Pero su trabajo está en París, como su casa, su familia y el colegio de sus niños. La pelirroja Isabel se ha disfrazado de Cenicienta y le parece muy natural tener dos papás, lo que para Héctor es, además, una gran ventaja. Para cuando sean mayores, sus padres tienen preparadas todas las respuestas. Entonces, podrán saber todo acerca de su origen biológico. Ahora no parece preocuparles en absoluto.

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Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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