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Las manifestaciones de los policías ilustran el vacío de poder en Argelia

Las protestas policiales crecen y se dirigen hacia un presidente que manda por delegación

Foto: reuters_live | Vídeo: REUTERS LIVE
Javier Casqueiro

Que el presidente de Argelia está desaparecido, enfermo, anciano y no ejerce públicamente el poder desde hace meses o años es un dato nada especulativo. Y que haya sido la policía, en un Estado tan controlado y casi militarizado, la que se haya levantado en protesta por sus condiciones laborales, lleve tres días de manifestaciones por las calles y ayer algunos de sus miembros intentaran, incluso, entrar por la fuerza en el palacio sede del presidente de la República es mucho más que una queja insólita. El primer ministro argelino recibió en la tarde de este miércoles a una delegación de esos agentes para intentar frenar el motín y dar de nuevo sensación de control.

El politólogo argelino Rachid Grim intenta contestar en su blog a la catarata de incógnitas que se plantean estos días muchos de sus conciudadanos, observadores y analistas especializados sobre quién manda ahora en este país clave del norte de África. Grim contesta: “Hay un vacío en la presidencia de la república, pero no de poder, porque el poder lo sigue ejerciendo su clan”.

El presidente Abdelaziz Buteflika, de 77 años, salió abrumadoramente elegido en abril pasado para su cuarto mandato consecutivo, pero desde entonces apenas se le ha visto en público tres veces en recepciones muy acotadas, de cara a obtener algunas imágenes para la televisión, y con interlocutores muy seleccionados. No ha hecho ningún discurso.

En 2005 Buteflika sufrió una hemorragia ulcerosa y en 2013 un ictus que le mantuvo meses hospitalizado y fuera del país. Ahora los rumores sobre la gravedad de su estado han llegado a tal punto que algunos medios franceses publicaron su necrológica. El 21 de septiembre se dejó ver en un encuentro precisamente sobre el tema de la seguridad fronteriza y a los pocos días los Soldados del Califato (aliados del Estado Islámico) secuestraron en Argelia y degollaron a un guía francés en la región conflictiva de La Cabilia. El presidente François Hollande le llamó, pero no pudo hablar con él y lo contó luego en la Asamblea General de la ONU, con lo que le dejó muy en evidencia.

Luego Buteflika no pudo asistir al tradicional rezo en la gran mezquita de Argel en la fiesta sagrada del cordero, al que siempre acude y que concita a las principales autoridades del país. Y ante el aumento de las especulaciones, la semana pasada recibió en palacio al veterano diplomático Lakhdar Brahimi, que después de una charla casi entre amigos admitió que le había encontrado algo mejor. Pero las imágenes mostraron a un Buteflika muy cansado, con un tono de voz inaudible y que casi no pudo coger un vaso de agua.

El exjefe de Gobierno argelino Ali Benflis, ante este escenario, ha recogido ahora el guante de las inéditas marchas de los policías cuando normalmente son los que están habituados a reprimirlas y las achaca a una desintegración de la autoridad: “Se han destruido las estructuras sociales y políticas de la gobernanza, sin respeto ni tolerancia a las diferencias, y ahora para recuperarlas hace falta una verdadera democracia”.

Los policías en cuestión, alrededor de un millar, siguieron el miércoles con sus protestas en las calles de la capital, Argel, tras pasar la última noche en los jardines aledaños a la sede del Gobierno. A primera hora se encaminaron hacia el palacio El Mouradía, la sede donde debe albergarse normalmente Buteflika. Allí insistieron en entregar su plataforma de reivindicaciones laborales, que han plasmado en un documento con 19 quejas. Pero la primera demanda consiste en que releven de su cargo a su jefe, el general Abdelghani Hamel, al que acusan de aplicar en el cuerpo un régimen “militarista”.

También exigieron una cita con el primer ministro, Abdelmalek Sellal, con el que se reunieron por la tarde unos 50 de ellos en ese recinto durante casi dos horas. Antes, sobre las tres, hartos de esperar, algunos cientos de esos policías intentaron entrar por la fuerza en la instalación, justo cuando más agentes se habían empezado a sumar a la movilización desde distintos puntos de la ciudad y del país.

Los policías piden, en suma, algunas mejoras salariales (que les dupliquen el sueldo hasta unos 700 euros al mes, más pensiones, alojamientos, indemnizaciones). Pero sobre todo reclaman otras condiciones de trabajo, especialmente para la zona de Gardaia, a unos 600 kilómetros al sur hacia el desierto, en la región de Mozab, donde se originó este conflicto el fin de semana pasado y donde llevan padeciendo reyertas desde hace años entre los residentes árabes malekitas y los bereberes, que tienen su propia lengua e interpretación del islam y exigen sin ningún éxito más autonomía.

El subsidio del petróleo

Javier Casqueiro

Argelia es un país básico para la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y para la despensa europea y española de hidrocarburos. En los primeros seis meses de 2014, España aumentó hasta el 58,5% su abastecimiento del gas argelino. El 97% de los ingresos por exportaciones de ese país depende de ese sector, pero esas entradas bajaron en 2013 un 10% (de 55.500 millones de euros a 50.000).

Sonatrach, la empresa estatal, prevé en 2014 una leve recuperación tras cuatro años de caídas. Con ese dinero, unos 60.000 millones de dólares, se sufraga el mayor fondo de subsidios del mundo para partidas sociales: cerca del 28% del PIB. Pero el maná se acaba por culpa del cada vez mayor consumo interno, que se duplicará en 2030 y triplicará en 2040, con unos 50 millones de habitantes.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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