“La OEA se ha quedado un poco congelada, mordiéndose la cola”
El exministro y excanciller peruano analiza su candidatura y reflexiona sobre los retos de la organización que aspira a dirigir
El exministro de Justicia y excanciller de Perú Diego García-Sayán (Nueva York, 1950) incide durante la conversación telefónica que es “un hombre de retos”. Desde hace pocas semanas se ha convertido en el tercer candidato en liza para sustituir al chileno José Miguel Insulza al frente de la secretaria general de la Organización de Estados Americanos (OEA). El canciller uruguayo Luis Almagro y el exvicepresidente de Guatemala, Eduardo Stein son, de momento, sus rivales.
En los últimos días, la candidatura de García-Sayán ha recibido críticas de algunos miembros de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), de la que fue presidente. Dos jueces consideran que su condición de magistrado y su candidatura son “incompatibles” y creen que debería haber “renunciado” a la Corte para despejar dudas sobre su independencia. Sayán se defiende: “Lo primero que hice tras presentar mi candidatura fue solicitar a la Corte ser exonerado, o, en otra terminología, una licencia, de manera que yo no estoy ejerciendo ninguna función como miembro de la Corte. No recibo ningún ingreso. Estoy desconectado de sus trabajos”, asegura el jurista, columnista de EL PAÍS. La Corte aceptó la excusa y agradeció el gesto de García-Sayán.
Pregunta. ¿Qué balance hace del mandato de José Miguel Insulza?
Respuesta. La OEA atraviesa enormes dificultades financieras y presupuestarias, de manera que no es envidiable la responsabilidad de cualquiera que haya ejercido la secretaría general en los últimos 10 años. Mi impresión es que hubiera sido deseable un mayor énfasis, desde el inicio de su desempeño, por mejorar la eficacia y la eficiencia en la gestión interna, que hubiera permitido hacer un uso de los delimitados recursos disponibles. En términos políticos, creo que hay que tomar nota de ciertas facultades del secretario general, que están en la carta de la OEA, que llaman a un papel tal vez más activo en la convocatoria de los órganos del sistema cuando se presenten circunstancias que puedan amenazar a la democracia en un país determinado.
P. ¿Ha perdido la OEA relevancia en la región?
R. Algo de eso ha ocurrido. Pero ha ocurrido también por la emergencia de nuevos actores regionales y subregionales.
Hay que ver cómo se puede trabajar de forma coordinada con Unasur
P. ¿Por qué se ha quedado estancada?
R. Creo que responde a la falta de una repuesta eficaz a los retos que afronta. Ha cambiado la realidad de las relaciones interamericanas, de las instituciones, y nos hemos quedado un poco congelados, mordiéndonos la cola. La OEA es necesaria. Pero no para seguir con viejos debates donde se leen viejos discursos que nadie escucha, sino para buscar en los cuatro pilares, la democracia, los derechos humanos, la seguridad y el desarrollo, metas viables, con los recursos disponibles, pero que tengan un impacto mayor en el desarrollo democrático.
P. ¿Cuáles son sus retos?
R. Hay que redefinir estrategias, prioridades y objetivos reconociendo que las relaciones interamericanas se han modificado. Han surgido otros espacios multilaterales, como Mercosur, Unasur, Celac... Hay nuevos actores que han llegado para quedarse. Haríamos mal en seguir pensando que la OEA puede seguir como si nada hubiera pasado.
El apoyo del ALBA sería bienvenido, pero tampoco son mayoría
P. ¿Qué puede aportar la OEA entre tanto organismo?
R. La OEA no tiene que ponerse de espaldas a esa realidad, sino que con esos actores tiene que dialogar. Un ejemplo: en un escenario como el colombiano, para conseguir la paz, para reinsertar a la guerrilla, en un proyecto de esa naturaleza se necesita apoyo y supervisión internacional. Yo vería como uno de los grandes retos que la OEA pudiese participar y acompañar el esfuerzo de los colombianos.
P. Es lo mismo que pretende Unasur.
R. Así es. El punto de partida no es ver que si entra la OEA no entra Unasur o al revés. Hay que ver cómo se puede trabajar de forma conjunta y coordinada.
P. El papel de Estados Unidos en la OEA también ha disminuido. ¿Qué sentido tiene una OEA sin la implicación de EE UU?
R. Es relativo todo. Hay un mayor protagonismo de América Latina en política, en economía. Para algunos países su principal socio comercial no es Estados Unidos, sino China o, eventualmente, Europa. Eso antes era impensable. Estados Unidos sigue siendo un elemento de enorme gravitación en toda América Latina y el Caribe. No solo aporta el 59% del presupuesto de la OEA, sino que con su punto de vista tiene un impacto particular. Pero hoy en día la voz de América Latina se plantea en términos horizontales a la de Estados Unidos y nadie imagina que lo que piensa Estados Unidos es lo que va a hacer la OEA sin rechistar, porque esa realidad, si existió, no es la de hoy.
La voz de América Latina y la de EE UU se plantean en términos paralelos
P. A priori, el candidato uruguayo tendría el apoyo de los países del ALBA. ¿Cómo pretende seducirlos?
R. Esto no es una candidatura personal, es una candidatura del Estado peruano. El presidente Humala le ha encargado al canciller, Gonzalo Gutiérrez, la realización de una campaña con unos objetivos. Estamos ante una candidatura que llega semanas después que las de los otros dos candidatos, el canciller Almagro y el exvicepresidente Stein. Con esa ventaja temporal es posible que hayan conseguido algunas adhesiones, pero no podemos decir que hay una mayoría definida.
P. ¿Se puede dirigir la OEA sin el apoyo de los países del ALBA?
R. El propósito de nuestro proyecto es tener un esfuerzo de concertación entre todas las corrientes de opinión que pueda haber en la organización. Naturalmente el apoyo de los países del ALBA sería bienvenido, pero tampoco son mayoría. Son 34 países los que votan. El secretario general tiene que trabajar con todos y reconocer un espacio a todos los países y a todas las opciones.
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