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Elecciones brasileñas

Las elecciones presidenciales brasileñas son cada vez más una cosa de dos

Dilma Rousseff y Marina Silva polarizan las encuestas y los debates. El tercer candidato, el más conservador Aécio Neves, se desdibuja

Antonio Jiménez Barca
Dilma Rousseff, de rojo y Marina Silva, a la derecha, en el debate televisado del lunes.
Dilma Rousseff, de rojo y Marina Silva, a la derecha, en el debate televisado del lunes. Sebastião Moreira (EFE)

La regla del debate estaba clara: cualquier candidato podía preguntar, de primeras, a cualquier otro. Le tocó el primer turno a la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT), que no dudó y eligió el blanco: la candidata Marina Silva, la reina reciente de las encuestas, la aspirante inesperada de los socialistas brasileños después de que en un accidente de avión muriera el pasado 13 de agosto el líder del Partido Socialista Brasileño, Eduardo Campos. Y la presidenta disparó: “¿Cómo se las va arreglar para conseguir todo el dinero que necesita para cumplir todas las promesas que está haciendo?”. La candidata Silva respondió sin dar cifras pero apelando a un uso racional de los gastos (“haremos las elecciones debidas, no elegiremos mal”). Y Rousseff contraatacó incidiendo en el mismo lado: “Usted habla y habla pero no responde”. Y así el debate se transformó en una suerte de duelo entre las dos personas que, según los sondeos, más posibilidades tienen de ganar las elecciones presidenciales brasileñas. En el último sondeo las dos mujeres aparecían empatadas en la primera ronda. En la segunda, Silva se hacía con el triunfo. Así, el resultado de las encuestas y el desarrollo del debate televisado muestran que, de hecho, las elecciones brasileñas cada vez más es cosa de dos. La polarización efectiva se hizo más evidente con la actuación del tercero en discordia, Aécio Neves , del más conservador Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB) pasó más desapercibido y su papel en estas elecciones marcadas por la fulgurante aparición de Marina Silva cada vez se desdibuja más. Neves, un tanto inexplicablemente, no atacó de frente a Marina Silva y se centró más en zarandear a Dilma Roussef a base de recordarle la mala marcha de la economía brasileña, actualmente en recesión técnica, esto es, con dos trimestres consecutivos en retroceso.

La candidatura de Neves, que hasta el surgimiento de Marina Silva era el oponente directo de Silma Rousseff, se cuartea. No sólo por los sondeos ni por su escasa relevancia en el debate (y en el post-debate: los titulares de la prensa brasileña del día siguiente aluden todos al protagonismo de las dos candidatas); sino también porque sus propias filas comienzan a fisurarse, síntoma de que la candidatura coquetea ya con el fracaso: el periódico económico Valor asegura hoy que ya hay miembros de su candidatura que aconsejan a Neves que renuncie a la candidatura por la presidencia a fin de poder optar a la de Gobernador del Estado de Minas Gerais, su feudo natural. Es más: un comentario del coordinador de campaña de Neves, Agripino Maia, además de generar polémica entre los suyos por considerarlo derrotista e inoportuno, es revelador de cierto estado de ánimo en el PSDB: “El sentimiento que nos une es el de llegar a la segunda ronda. Pero si esto no fuera posible, debemos ir preparando ya la segunda ronda. Con una alianza con Marina Silva, por ejemplo. Todo para derrotar el mal mayor, que es el PT”.

Por otra parte, en la candidatura de Rousseff, según apuntaba hoy el periódico O Globo, ya se piensa sólo en estrategias para torcer la trayectoria ascendente de Marina Silva, conscientes de que Neves tiende a caer irremisiblemente.

De ahí que ayer, en el debate, Dilma Rousseff se olvidara de Aécio Neves y centrara todo su ataque en tratar de acorralar a Silva, acusándole de falta de concreción y de arroparse en discursos vaporosos, más espirituales que pragmáticos. Los mismos colaboradores de Rousseff son conscientes, según esta misma información, de que esta espiritualidad es difícilmente atacable.

Marina Silva, por su parte, imperturbable y serena durante todo el debate, criticó la, su juicio, miopía de Rousseff para ver sus propios errores y le recordó los malos datos de la economía brasileña, auténtico talón de Aquiles para la presidenta.

Después, Rousseff, interrogó sobre otro punto flaco del programa de Silva, esto es, la explotación de los recursos petrolíferos en aguas profundas de Brasil. Silva volvió a responder sin comprometerse, aludiendo a la explotación pero también al fomento de otros tipos de energía menos contaminantes y dañinas, como la eólica y la solar. Rousseff volvió a golpear en el mismo sitio, dejando clara su postura ante la ambigüedad calculada de su oponente: “Esos yacimientos son riqueza para el país. Son recursos para fomentar la educación y la sanidad. Usted no se compromete con nada. Su discurso está lleno de frases genéricas”.

Con el debate ya convertido en un duelo a dos, Marina Silva apeló a uno de sus mensajes–clave de su campaña, el cambio de “las viejas formas de hacer política” a una “nueva postura”. Y reprochó a Rousseff que no asuma culpas: “No es justo que diga que cuando el país va bien es porque usted lo hace bien, y cuando va mal es por culpa de la crisis económica de los otros países. Sus errores los está pagando la gente que no tiene buenos servicios y que salió hace más de un año a protestar a la calle a por eso”.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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