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Elecciones brasileñas

La candidata sorpresa brasileña, víctima de sus propias contradicciones

Marina Silva, reina fulgurante de las encuestas, es criticada pos sus oponentes por ceder a presiones religiosas y por presentar un programa esquizofrénico

Antonio Jiménez Barca
Marina Silva, candidata presidencial, en un acto de campaña en Río de Janeiro.
Marina Silva, candidata presidencial, en un acto de campaña en Río de Janeiro. Dado Galdieri (Bloomberg)

La campaña electoral brasileña, cada vez más acelerada, vertiginosa e hipnótica, gira casi en exclusiva en torno a la candidata sorpresa, Marina Silva, que asumió el cargo después de la muerte el 13 de agosto del candidato oficial del Partido Socialista de Brasil (PSB), Eduardo Campos, en un accidente de avión que sacudió el país de arriba abajo y lo revolucionó todo. Desde entonces, Silva, una carismática exministra de Medio Ambiente del Gobierno de Lula que aprendió a escribir a los 16 años sube progresivamente en las sucesivas encuestas como una flecha imparable sin que por ahora, se le vea el techo: en el último sondeo, hecho público el viernes pasado, empataba con la presidenta Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT), en la primera ronda, pero superaba a la actual mandataria en la segunda y definitiva por un holgado margen de diez puntos.

Con todo, la escalada de esta mujer de 56 años que pregona “una nueva política” para Brasil, comienza ya a fisurarse por las contradicciones que cercan su candidatura y que sus adversarios políticos con posibilidades de gobernar, Dilma Rousseff y Aécio Neves, del más conservador Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), se han apresurado a señalar. Todo esto, a un día del segundo debate televisado en el que los candidatos se verán las caras y a un mes largo de la primera ronda, que se celebra el 5 de octubre.

Una de estas contradicciones –y no menor- surgió al día siguiente de que Silva presentara su programa electoral el viernes en un salón de eventos de São Paulo. La prensa brasileña destacó una de sus medidas más novedosas y valientes, la que apoyaba incluir en la Constitución brasileña el matrimonio entre homosexuales. En cuanto se hizo pública la medida, comenzaron a llover críticas de pastores evangelistas contrarios a esta norma. La misma Marina Silva es evangelista, una religión pujante en Brasil de cariz muy conservador, lo que le genera no pocas adhesiones, votos y, en este caso, presiones. Entre ellas, las del pastor Silas Malafaia, que en su Twitter, seguido por 774.000 personas, aseguraba: “El programa de Gobierno de Marina es una defensa vergonzosa de la agenda gay”. El mismo sábado, la dirección de campaña de Silva enviaba un comunicado en el que se aseguraba que “un error” había deslizado esa propuesta y que la verdadera medida que la candidatura propugnaba sobre el matrimonio gay era el de “garantizar los derechos de la unión civil entre personas del mismo sexo”, esto es, una versión más laxa (y sin el decisivo amparo constitucional) del mismo asunto. Una marcha atrás, en todo caso.

El diputado Jean Wyllys, de la minoritaria formación socialista PSOL-RJ, activo defensor de la causa gay en Brasil, no tardó en acusar a Silva de ceder a la primera: “Bastaron cuatro mensajes del pastor Malafaia para que Marina, en 24 horas, se olvidara de los compromisos adquiridos en un acto público transmitido por televisión y negase su propio programa político”.

El candidato Aécio Neves también inquirió en otra posible contradicción de Silva, al asegurar el sábado que algunas de las principales medidas económicas de su programa parecían copiadas de las suyas, por tradición neoliberales. Así subrayaba que la exministra de Medio Ambiente había elaborado un programa liberal en lo económico, tendente a dejar más mano libre a los agentes económicos y recortar la intervención del Estado, lo que casa poco con la intención confesa de Silva de aumentar los contenidos y ayudas sociales. Neves acusó además a Silva de fomentar cierto “mesianismo” en política que, a la larga, y según el líder del PSDB, no servirá sino para decepcionar a la población y a los votantes. También Dilma centró sus actos electorales en atacar a Marina Silva, a la que acusó, precisamente, de querer recortar ciertas prestaciones sociales relativas a la vivienda. Este doble ataque es significativo y refleja bien a las claras que Silva se ha convertido ya, en el billar a tres bandas que es la campaña brasileña, en el peligroso enemigo a batir por parte de los otros dos.

Esto se verá aún más claro hoy lunes, en el segundo debate televisado de la campaña. En el anterior, celebrado hace menos de una semana, Rousseff y Neves ignoraron a Silva, centrándose en un duelo particular, dando significativamente la espalda a la candidata estrella. Hoy no habrá otro remedio que enfrentarse a ella para tratar de poner freno a su ascensión.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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