Hollande reclama una cumbre de la eurozona contra la ortodoxia de Merkel
El presidente francés negocia la alianza con los líderes socialdemócratas de la Unión Europea
El presidente François Hollande y el nuevo Gobierno francés se han marcado entre sus prioridades una ofensiva para que Berlín y la Comisión Europea relajen su presión para que Francia y otros países del sur de la UE dispongan de mayor margen para poner en orden sus desajustadas cuentas públicas. También exigen un plan de estímulos de cientos de miles de millones para reactivar la estancada economía europea y acciones del Banco Central Europeo (BCE) para reducir la fortaleza del euro y alejar el peligro de la deflación. Hollande ha propuesto una cumbre extraordinaria de la zona euro con esos objetivos.
Hollande anunció ayer ante la conferencia anual de embajadores de Francia que este mismo sábado pedirá esa cumbre especial ante del Consejo Europeo convocado en Bruselas para intentar superar “el prolongado estancamiento” que sufre Europa. Horas antes de esa reunión de Bruselas, Hollande recibirá el mismo sábado en París a los líderes socialdemócratas de la UE en busca de aliados para su propuesta. Esgrime que Europa, la única zona del mundo desarrollado que no crece, sufre “unas circunstancias excepcionales” que obligan a hacer compatibles la disciplina presupuestaria con el crecimiento. De paso, el jefe del Estado francés busca apoyos para el reparto de puestos en la Comisión Europea. Ha propuesto a Pierre Moscovici para una cartera económica de peso, pero ha despertado recelos en París porque el exministro de Economía –de 2012 a marzo de 2014- no fue capaz de acomodar el déficit a las reglas europeas.
El pasado 21 de junio, antes de la cumbre europea del 26 y 27 de ese mes, se reunió en la capital francesa con otros ocho dirigentes socialdemócratas. En esa ocasión, pactaron su apoyo al conservador luxemburgués Jean-Claude Juncker como presidente de la Comisión Europea a cambio de dos condiciones: la flexibilidad en el cumplimiento del Pacto de Estabilidad –que exige rebajar el déficit al 3%- y la inversión comunitaria de 300.000 millones para reanimar la economía. Hollande cree ahora que será necesario más dinero.
El primer ministro francés, Manuel Valls, ha anunciado una serie de visitas a las capitales europeas con los mismos objetivos. La iniciará el mes que viene en Berlín, donde prevé entrevistarse con la canciller, Angela Merkel. París no busca un enfrentamiento con Berlín, sino un acuerdo. “Europa necesita más que nunca un entendimiento fuerte y duradero entre Francia y Alemania”, ha dicho Valls. El primer ministro asume que Francia debe reducir su déficit (un 4,3% en 2013), pero a un ritmo adecuado a las actuales circunstancias.
En 2013, Bruselas ya dio a Francia dos años más de margen para rebajar el déficit al límite del 3%, una prórroga ya precedida de otra concedida entre 2012 y 2013. Francia preveía rebajarlo este año al 3,8% para llegar al 3% en 2015. El ministro de Finanzas, Michel Sapin, reconoce que será prácticamente imposible cumplir tales objetivos. Varios expertos coinciden en que París difícilmente acabará 2014 por debajo del 4,3%. El esperado crecimiento del 1% para este año quedará en la mitad, mientras el paro (que roza el 11%) y la deuda (96%) continúan al alza.
Hollande esgrime que Europa debe compatibilizar la disciplina presupuestaria y el crecimiento
El ambicioso plan de reformas lanzado en Francia, que prevé recortes de 50.000 millones entre 2014 y 2017, tiene entre sus objetivos esa reducción del déficit, pero París tiene prisa por lograr esa flexibilidad de Bruselas y Berlín. A finales de septiembre, Valls presentará las líneas generales de los presupuestos para 2015, que recogerán importantes medidas de esos recortes. También ha anunciado que someterá su nuevo Gobierno a un voto de confianza en la Asamblea Nacional.
En ambos casos, Hollande y Valls se enfrentan a la contestación interna en el gobernante Partido Socialista Francés. Medio centenar de diputados rebeldes (el PS cuenta con 290 escaños) se oponen a las reformas y amenazan con no apoyarlas. La fractura ha crecido tras la expulsión del Gobierno de Arnaud Montebourg, el exministro de Economía próximo a los rebeldes y enemigo del rigor a ultranza. Y se ha disparado con el nombramiento de su sustituto, Emmanuel Macron, inspirador de las reformas, un paso calificado de “provocación” por el ala izquierda del PSF. Los ánimos se han encrespado aún más después de que la revista Le Point difundiera una entrevista a Macron hecha antes de su nombramiento en la que abre la posibilidad de poner fin a la legislación sobre la limitación del tiempo de trabajo a 35 horas semanales, en vigor desde hace una década pero que ya se incumple en miles de empresas por acuerdo entre patronales y sindicatos. El Gobierno salió al paso de inmediato para aclarar que no prevé cambiar la ley.
Macron, partidario de reequilibrar cuanto antes las cuentas públicas y con gran experiencia en las negociaciones en la UE, es ahora, sin embargo, una pieza clave para lograr los objetivos de Hollande y Valls en Bruselas.
En el campo opuesto a los críticos, 200 diputados socialistas han difundido un artículo conjunto en Le Monde en el que hacen una llamada a la responsabilidad de los parlamentarios rebeldes para respaldar a Hollande, Valls y las reformas “por el interés general de la izquierda y del país”. El primer ministro aseguró el martes ante cientos de empresarios: “No tengo dudas sobre el apoyo mayoritario parlamentario que tendrán los textos presupuestarios”.
El diputado socialista Christophe Caresche, coautor de un informe sobre la vigilancia de Bruselas a Francia presentado a la Asamblea en junio, sostiene en conversación con este periódico que las duras reformas previstas “tendrán una rápida traducción” en los presupuestos para 2015 “que contribuirán a tranquilizar a la Comisión”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.