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El avance del EI favorece la retórica y consolidación del régimen sirio

El Asad aparece a ojos de Occidente como un enemigo menor respecto al Estado Islámico

Natalia Sancha
El suburbio de Mleiha, a 10 kilómetros al sureste de Damasco, el pasado 15 de agosto.
El suburbio de Mleiha, a 10 kilómetros al sureste de Damasco, el pasado 15 de agosto. AP

El régimen del presidente Bachar el Asad avanza en la recuperación de las grandes urbes del país y se asegura el control de las arterias que las enlazan entre sí. La aparición y el avance del Estado Islámico (EI) tanto en Irak como en Siria favorecen la batalla retórica del régimen sirio ante la comunidad internacional.

Desde el inicio del conflicto en marzo de 2011, El Asad no ha variado un ápice su discurso, que califica a toda facción opositora de terrorista. Pero el horror desatado por los yihadistas del Estado Islámico (EI) tanto en Irak como en Siria ha acercado coyunturalmente a la Administración norteamericana y el régimen sirio en su respuesta al EI: los dos han recurrido a bombardeos aéreos, la primera en suelo iraquí, el segundo en su propio territorio. Aunque la desunión de los rebeldes sirios, armados en parte por potencias regionales e internacionales, sigue paralizando una solución política, El Asad aparece hoy a los ojos de Occidente como un enemigo menor en comparación con el EI y otros grupos afines.

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Conforme el conflicto se estanca en el tiempo, el régimen de Bachar el Asad ha optado por una estrategia de recuperación de las urbes. El Ejército ha logrado asegurarse el control de las ciudades de Latakia, Tartús, Homs y la capital del país, donde a escasos metros de la línea del frente los damascenos disfrutan de una cierta burbuja de normalidad, con tiempo para el ocio y la cultura pese a la militarización del tráfico y las penurias cotidianas. El régimen mantiene todavía un frente abierto en el norte de Alepo y al noreste, donde el EI avanza haciendo retroceder a sus antaño aliados del Frente Al Nusra (rama de Al Qaeda en Siria), el Ejército Libre Sirio o el Frente Islámico (reagrupación de diversas brigadas islamistas).

El régimen ha optado por una guerra de desgaste, defendiendo sus posiciones en las ciudades y creando un buffer, o zona tampón, expulsando a los rebeldes que controlan las periferias. Es a las afueras de las ciudades donde las tropas leales a El Asad mantienen varios frentes abiertos con intensos combates contra el EI, como en el aeropuerto militar de Raqa o al norte de Alepo, así como contra otras facciones rebeldes en la periferia este de Damasco, el mismo lugar donde, hoy hace un año, un ataque con armas químicas por parte del régimen dejó 1.400 muertos en Guta. La mediación rusa frenó la indignación de EE UU, que se mostró dispuesto a intervenir militarmente.

La deserción de gran número de soldados de las filas del Ejército sirio ha llevado al régimen a buscar apoyos. La ‘Defensa Nacional’ se ha convertido en un ejército civil de similar magnitud (se cifra en medio millón el número de efectivos de las tropas sirias) y compuesto por hombres con experiencia en el servicio militar que prestan apoyo asegurando el control de las ciudades.

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