Kiev prosigue la ofensiva en Donetsk pero pacta la ayuda humanitaria rusa
La dimisión del comandante Strelkov siembra dudas en el frente insurgente
Las fuerzas gubernamentales de Ucrania continuaron el jueves los ataques contra los rebeldes en el marco de sus sostenidos esfuerzos por bloquear definitivamente los bastiones separatistas de Lugansk y Donetsk. Mientras, Kiev y Moscú siguen negociando las condiciones para que el convoy con ayuda rusa entre en Ucrania.
La ciudad de Donetsk volvió a sufrir el bombardeo de la artillería y un proyectil ucranio caído en el centro urbano dejó al menos dos civiles muertos y varios heridos. Además, las fuerzas gubernamentales conquistaron Novosvitlivka, ciudad que queda inmediatamente al sur de Lugansk, adonde presuntamente se dirige el convoy ruso con ayuda humanitaria que salió el martes de las cercanías de Moscú.
Los muertos en
el conflicto se han duplicado en 15 días hasta llegar a 2.086
A pesar de los avances de las fuerzas de Kiev, que habrían tomado también el control de la ciudad de Gorskoye, los separatistas “se han reagrupado e intentan retomar la iniciativa, lanzando enfurecidos contraataques en varias direcciones a la vez”, aseguraba Dmitri Timchuk, jefe de una organización progubernamental.
Los rebeldes de la autoproclamada República Popular de Lugansk han perdido no sólo terreno, sino también, a su presidente, Valeri Bólotov, que renunció el jueves para recuperarse de una herida de bala. Le reemplazará su ministro de Defensa, Ígor Plotnitski.
Dentro de esta fulgurante sucesión de dimisiones rebeldes, el todopoderoso comandante de los insurgentes en Donetsk, el ruso Ígor Strelkov, también ha renunciado este jueves. Strelkov pasará a desempeñar otra “importante labor”, ha anunciado Alexandr Zajarchenko, primer ministro de la autoproclamada República Popular de Donetsk desde hace una semana. Al frente de los milicianos lo sustituirá Vladimir Kononov en un movimiento que ha causado desconcierto cuando se endurece el cerco de Donetsk, corazón de la rebelión prorrusa.
La columna de más de 250 camiones con 2.000 toneladas de alimentos, medicinas, generadores y sacos de dormir cumplió su tercer día de viaje sin que se haya aclarado en qué condiciones podrá entrar en Ucrania.
Este convoy ha suscitado recelos tanto en Ucrania como en la comunidad internacional, debido a que Kiev creía que podría tratarse de una cortina de humo por parte de Rusia para invadir las regiones del este del país. Aunque el Kremlin desde el comienzo calificó de ridícula esta teoría y negó que la caravana fuera a llevar protección militar, la desconfianza ha persistido. Rusia pidió ayer a Kiev y a los separatistas prorrusos que declaren un alto el fuego para garantizar la seguridad del convoy.
Finalmente, Sviatoslav Tsegolko, el portavoz del presidente ucranio Petró Poroshenko, aseguró que el Gobierno de Ucrania había decidido, tras una reunión con los principales dirigentes del país, aceptar la ayuda destinada a Lugansk, aunque, naturalmente, exige que inspectores internacionales revisen el cargamento enviado por los rusos. Un alto funcionario de la Cruz Roja Internacional viajó ayer a Kiev y Moscú para tratar con las autoridades el reparto de la ayuda. “Los procedimientos para el cruce de la frontera y los trámites aduaneros todavía tienen que aclararse”, declaró la portavoz de esta organización, Anastasia Isyuk.
El miércoles el convoy se dirigió hacia la frontera rusa con la provincia ucrania de Járkov, que era por donde había un acuerdo para que los camiones entraran, según el expresidente ucranio Leonid Kuchma, figura relevante en las negociaciones. Sin embargo, el ministro del Interior, Arsén Avákov, advirtió inmediatamente que no dejarían pasar al convoy y el jueves los camiones cambiaron de ruta hacia Lugansk. A última hora de la tarde de ayer se desconocía el lugar exacto donde se encontraban los vehículos.
Kiev no ha querido quedar a la zaga de Moscú y anunció ayer el envío de camiones con ayuda humanitaria a Lugansk y Donetsk. La asistencia parece vital para los ciudadanos sitiados por un conflicto que se ha cobrado ya 2.086 víctimas mortales (y 4.953 heridos), cifra que se ha incrementado drásticamente en las últimas dos semanas, según se desprende de las cifras dadas a conocer por Cecile Pouilly, portavoz de la oficina para los derechos humanos de la ONU. A 10 de agosto los muertos ascendían a 1.129.
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