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El próximo Facebook podría ser latinoamericano

A pesar de trabas burocráticas y falta de financiación, los start-up están en alza gracias a programas y fondos de inversión

Mark Zuckerberg, fundador de Facebook
Mark Zuckerberg, fundador de FacebookBloomberg

¿Quién no ha tenido las ganas de emprender su propio negocio innovador pero no encontró el dinero necesario para llevarlo a cabo? Lo cierto es que sin capital, muchas buenas ideas se convierten en buenas intenciones. Cuenta la leyenda que hasta el mismísimo Mark Zuckerberg, tuvo su ángel de la guarda en un compañero de la Universidad de Harvard que le prestó dinero para expandir lo que hoy usan más de 1.000 millones de personas en el mundo para conectarse: Facebook.

Fue justamente en 2005 cuando la red social recibía su primera inyección monetaria y se encontraba en lo que se llama su etapa de start-up, un anglicismo con el que se identifica a las empresas que surgen con Internet como modelo de negocio.

Casi una década después, este término se impone con fuerza en el vocabulario latinoamericano debido a la oleada de nuevos negocios que han surgido, especialmente en el sector tecnológico: de acuerdo al principal índice de emprendedurismo, del total de las empresas registradas en América Latina en 2013 un 18,5% tienen entre 0 y 3,5 años, mientras que al otro lado del Atlántico, el promedio de la Unión Europea fue de un 8%. Argentina, Brasil, Chile y México, lideran este impulso.

Pero el camino al paraíso está lleno de obstáculos, y uno de los principales es la falta de dinero: según un informe del Banco Mundial, en promedio la región destina un 0,5% de su PIB en I+D, un tercio respecto a China y un cuarto respecto a los países de ingreso alto.

Por fortuna, están cobrando fuerza los programas de apoyo al emprendimiento y los fondos de inversión que buscan potenciar el talento latino para los nuevos negocios tecnológicos.

“Hay emprendedores de clase mundial en la región”, afirma Nicolás Berman, uno de los líderes de Kaszek, un fondo de capital riesgo, que en la jerga de los start-ups se conoce como los ‘ángeles inversores’, que aportan dinero a empresas que se encuentran en etapas tempranas en las que existe un elevado nivel de riesgo, a cambio de un porcentaje de la empresa.

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Ángeles empresariales

Kaszek, formada por exsocios fundadores de Mercado Libre, el eBay de Latinoamérica que nació en Argentina y hoy tiene casi 100 millones de usuarios, aplica un modelo de estímulo al estilo de Silicon Valley: emprendedores que han sido exitosos y que buscan transferir tanto capital como conocimiento a todo negocio que quiera usar la tecnología para escalar.

En la actualidad, tienen 25 inversiones, muchas de ellas 100% latinoamericanas. Una de éstas es Safer Taxi, una aplicación para celulares inteligentes que permite pedir un taxi seguro en tiempo récord a la vez que puedes calificar el servicio de los conductores.

“Queremos llegar a los cinco millones de usuarios y 35 mil conductores registrados”, afirma Mariano Pappalardo, gerente general de Safer Taxi, que funciona con en Buenos Aires, Montevideo, San Pablo y Santiago de Chile. Llegar a esas cifras cuesta lo suyo. “Faltan oportunidades tangibles para los start-ups. Por ejemplo, tener subsidios”, asegura.

“Plata hay, pero los que están más abiertos a invertir son los que conocen”, apunta Berman sobre el actual ecosistema de inversores de la región, en el cual explica que hacen falta inversores semilla, aquellos que invierten en etapas más tempranas, cuando el negocio es solo una idea en gestación.

Es que la barrera para los inversionistas es muchas veces cultural. “Quienes no estén empapados con la innovación le van a pedir al start-up un flujo de caja de acá a cinco años”, ejemplifica Berman.

Pero la traba no solo es para los que ponen el dinero, muchas veces los mismos creadores frenan su búsqueda de financiamiento debido al miedo a fracasar. “En EE.UU el fracaso es visto como parte del proceso de ser un emprendedor: la persona aprende del fracaso y gana experiencia para el próximo emprendimiento”, explica Cristian Quijada Torres, especialista en innovación del Banco Mundial. “Pero en nuestras sociedades el fracaso es el punto final, el estigma todavía es muy fuerte”, agrega.

Software albiceleste

Una de las herramientas de financiamiento más conocidas por los emprendedores argentinos es el Fondo Fiduciario para la Promoción de la Industria del Software (FONSOFT), la respuesta estatal para fomentar la producción de software nacional mediante créditos y subsidios a pequeños emprendimientos.

Una iniciativa que también cuenta con apoyo del Banco Mundial en la forma de becas para que los jóvenes puedan concluir sus carreras en tecnología de la información y así, incentivarlos a innovar y desarrollar nuevos productos a través de un start-up.

“El primer subsidio lo invertimos casi exclusivamente en investigación y desarrollo del producto”, cuenta Ignacio Daneri, uno de los socios fundadores de BDEV, una empresa que desarrolla sistemas de trazabilidad de medicamentos y otros componentes para diversas industrias.

“Luego del apoyo en las etapas iniciales de mayor riesgo, es importante contar con inversionistas ángeles, fondos de capital de riesgo e incluso bancos que puedan dar continuidad al desarrollo del start-up”, afirma Quijada Torres.

“Asegurarse de que exista una cadena de financiamiento es un reto en todos los países de la región ya que el Estado no puede ni debe financiarlo todo”, agrega.

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