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Batman llega al barrio

Un grupo de ciudadanos se disfraza de superhéroes para denunciar la inseguridad de São Paulo Su líder se presentará a las elecciones como diputado federal

Raquel Seco
Vampiro y Batman el pasado 2 de julio en Itapevi (São Paulo).
Vampiro y Batman el pasado 2 de julio en Itapevi (São Paulo).BOSCO MARTÍN

De lejos parecen superhéroes, pero de cerca los trajes son de lycra y el maquillaje les hace sudar. Batman, el Hombre Araña, el Zorro, el Vampiro, y media docena de abogados, profesores y retirados brasileños llamados Loucos pela Paz (Locos por la Paz) usan su tiempo libre y su pinta estrafalaria para llamar la atención sobre una larga lista de reivindicaciones para São Paulo: más seguridad, penas más duras para delincuentes, mejor sanidad y educación. Han escalado la fachada de la Cámara de Diputados para denunciar la situación de la sanidad y colgado pancartas en viaductos. El mes pasado se colaron en el congreso del Partido de la Social Democracia Brasileña. Ahora, Batman ha decidido presentarse a las elecciones como diputado por el Partido Humanista de la Solidaridad. Quiere “patear culos” de políticos.

El hombre murciélago protagonizó su última portada en junio, cuando un hombre le intentó robar el móvil barato que lleva colgado de una goma elástica. Este empresario al borde de los 40 y del 1,90 de estatura salió en las fotos pisando la cabeza del supuesto ladrón. “Pero no le pegué”, puntualiza. Loucos pela Paz se definen como pacíficos, pero Batman dice entender la razón de los linchamientos que últimamente han estremecido a Brasil (el más reciente ocurrió en mayo: una mujer fue confundida con una ladrona de niños y apaleada hasta la muerte). “La sociedad está enfadada”, dice el superhéroe con su capa rota. São Paulo, a pesar de que en la última década ha conseguido salir de la lista de las ciudades más peligrosas de Brasil (en 2010 estaba en el puesto 25º de 100, según las últimas estadísticas), registró más de 1.200 muertes violentas en 2013.

¿El mundo no los tomaría más en serio sin disfraz? “El político solo trabaja si la cámara está enfocando”, resume Batman, que no quiere dar su nombre. A él siempre lo recibe una nube de móviles y un goteo de vecinos. Al llegar a Itapevi, una ciudad de 200.000 habitantes a 40 kilómetros de São Paulo, le salen al encuentro: un treintañero con escayola en el pie que se hace un selfie pulgar en alto; un policía que quiere saber qué pasa, dos mujeres que se asoman a la puerta del Ayuntamiento y un hombre de pelo blanco que intenta sacarse una foto de grupo dentro (los echan).

Batman y Vampiro llegaron a Itapevi a principios de julio para apoyar el caso de un amigo del primero. La historia es rocambolesca, porque el hombre imita al rockero brasileño Raúl Seixas y en su honor nombró a su hijo. Cuando el niño de 13 años llamó a urgencias por un amago de infarto del padre, dice, le colgaron el teléfono. Al final, un vecino los llevó al hospital. Batman, Vampiro, padre e hijo se reúnen con un asesor del Ayuntamiento, que con rictus serio (como si la escena fuera habitual a las 12 de la mañana de un lunes) les promete respuestas en el plazo de un mes.

El regreso a São Paulo es a bordo del coche de Vampiro, un entusiasta jubilado en sus 50 que también luce una capa un poco precaria y lentillas rojas. Contribuye a la causa conduciendo su propio coche (con pegatina de murciélago en la capota) y grabando vídeos con una cámara compacta. El sistema de trabajo de Loucos pela paz se basa en la improvisación y las ganas de cada cual: uno se entera de la injusticia, otro ofrece transporte, el de más allá hace redes sociales. Son detenidos continuamente por sus protestas y Batman jura que veces se deja 2.000 reales (unos 670 euros) al mes en esto. Casi el triple del salario mínimo en Brasil. El suelo del coche está cubierto de folletos de publicidad, un jersey, migas. El Vampiro dice suspirando que se va a retirar “de esto” en cuanto consiga arreglar los problemas de inundaciones de su barrio. A Batman le suena el móvil. Es su mujer.

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Sobre la firma

Raquel Seco
Periodista en EL PAÍS desde 2011, trabaja en la sección sobre derechos humanos y desarrollo sostenible Planeta Futuro. Antes editó en el suplemento IDEAS, coordinó el equipo de redes sociales del diario y la redacción 'online' de Brasil y trabajó en la redacción de México.

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