El hombre en bicicleta que quiere arrebatarle la presidencia a Santos
El tercero en las encuestas para hacerse con la Presidencia en Colombia se desmarca de los escándalos entre Santos y el candidato uribista
Si se le pregunta a cualquier bogotano quién es Enrique Peñalosa, dirá que es un tipo alto, de hablar sofisticado, que anda montado en una bicicleta con fama de autoritario. Los que lo conocen más de cerca agregarán que además de ser un apasionado del tema urbano, es un experto al que contratan en todo el mundo. Otros, evocando sus mismas palabras, dirán que es un cadáver político que resucitó porque cree que esta vez sí será la vencida.
La vuelta al ruedo es algo que conoce muy bien este economista que en septiembre cumplirá 60 años. Peñalosa, candidato habitual en las elecciones colombianas, ha sufrido la derrota una y otra vez. Bogotá ha sido su obsesión. Primero intentó llegar a la alcaldía en dos ocasiones hasta que lo consiguió en 1997 y desde entonces, tanto sus seguidores como sus detractores, reconocen que le cambió la cara a la ciudad. Fue quien implementó el Transmilenio –sistema masivo de transporte–, construyó megabibliotecas y llenó las calles de ciclorrutas. En el 2007 buscó de nuevo la alcaldía y perdió. Lo mismo ocurrió en 2011 cuando se enfrentó a Gustavo Petro, destituido y ahora restituido en el cargo por orden de un juez.
Con la presidencia también le ha pasado. Hace cuatro años, Peñalosa, que nació en Washington pero renunció a la ciudadanía estadounidense, fue precandidato pero perdió en la consulta interna del Partido Verde. Haciendo cuentas, el exalcalde no ganaba unas elecciones hacía 18 años hasta que sorprendió el pasado 9 de marzo cuando su partido, el recién conformado Alianza Verde -fusión entre el Partido Verde y Progresistas-, realizó una consulta para definir cuál sería su candidato a la presidencia. El resultado: más de 2 millones de votos a su favor.
Desde entonces Peñalosa subió en las encuestas de intención de voto, aunque las últimas semanas lo muestran estancado y a la baja. Hace quince días, los pronósticos para primera vuelta lo daban en segundo y tercer lugar, hasta se llegó a decir que se perfilaba como el posible contrapeso de Santos. Hoy está en el tercer lugar, debido al repunte del candidato uribista, Óscar Iván Zuluaga.
El exalcalde ha dicho que le apuesta a una campaña alejada de la corrupción y la política tradicional. No le molesta que le digan que es un mal político en un país donde la maquinaria política pesa para definir al ganador, por eso insiste en consolidar una imagen independiente y de buen gerente, e insiste en que lo suyo es “una revolución ciudadana” contra la politiquería. “De manera muy sincera, comprendió y asumió que su perfil es la independencia frente a la política tradicional. Volvió a sus orígenes y está consolidando ese perfil de verdadero centro político”, dice Antonio Sanguino, copresidente del Partido Alianza Verde.
Peñalosa también piensa que es indispensable cambiar el actual modelo económico “que impide construir un país más igualitario y ambientalmente sostenible”. Una de sus metas es “hacer la paz con todos los colombianos, especialmente los campesinos, con o sin acuerdo de La Habana (con las FARC)”, diálogos que continuaría, incluso con el mismo equipo negociador de Santos.
Peñalosa no es un político de tarima ni de concentraciones multitudinarias, sino que prefiere, muchas veces montado en bicicleta, repartir volantes en la calle, hablar con la gente y preguntarles por sus necesidades, hasta ahora sin hacer acuerdos con otros partidos políticos. “Es una campaña modesta”, dice un colaborador. Tampoco tiene como asesor a un gran gurú, ni en su campaña se hacen sondeos internos para medir la temperatura electoral.
“Es un candidato propositivo, decente, tranquilo y no un boxeador”, dice la senadora electa Claudia López, opositora del expresidente Álvaro Uribe y coordinadora programática de la campaña, que lo conoce hace 20 años. Sin embargo, reconoce que aunque a la gente le gusta el estilo no percibe un contenido lo suficientemente contundente para explicar el cambio que ofrece. “Le falta eficacia para saber distinguirse de los otros. La campaña de Zuluaga es volvamos al pasado (Uribe), y la de Santos es sigamos como estamos que vamos bien. La nuestra es: no volvamos al pasado y como estamos no estamos bien, por lo que podemos mejorar”, agrega.
Pese a esto, hay un error que le siguen cobrando a Peñalosa sus detractores y es el apoyo que recibió del expresidente Uribe durante su última campaña a la alcaldía de Bogotá. El exalcalde insiste en desmarcarse del hoy senador electo, aunque en sus entrevistas, cuando vuelve y aparece la pregunta, asegura que a pesar de todas las diferencias, Uribe entregó un país mejor al que recibió. Sin embargo, sus defensores, como López, insisten en que el candidato ha vuelto a sus raíces, a hacer política de la mano de los ciudadanos. “Yo fui una colombiana más que se alejó de Enrique por esa foto con Uribe, por esa salida en falso. Nunca hizo una alianza con Uribe, pero pretender que uno puede recibir su respaldo gratis fue una inocentada que le costó enormemente”, agrega.
Para otros, esa intención de desmarcarse de Uribe ha sido tardía. Así lo piensa la representante a la Cámara, Ángela María Robledo, una de sus opositoras más visibles, a pesar de ser del mismo partido. “Peñalosa no es ninguna tercería, es un matiz entre Santos y Uribe, pero más o menos lo mismo. No tiene claridad frente al tema de la educación pública, dice que el principal problema de este país son las ciudades, no tiene un discurso para el campo. No ha sido contundente con Uribe porque creo que siente que necesita su apoyo para poder llegar (a la presidencia). El país requiere una opción para la paz muy clara y no la veo con Peñalosa”, explica la política.
Hasta ahora, Peñalosa ha evitado ser un candidato de grandes polémicas, incluso en esta semana de escándalos electorales se ha quedado al margen. “Quiere ser más aplomado, menos cazador de peleas, pero eso hace que lo vean como débil”, dice Sanguino. A su favor está la buena imagen que goza según los sondeos más recientes. “Llevaba 10 años registrando una imagen negativa muy alta y hoy tenemos un candidato que la gente valora más. Eso demuestra que la decisión de Enrique, de no sumarse a los odios, las peleas y las vendettas, es la correcta”, insiste López.
Hace cuatro años, Peñalosa formó parte de la llamada Ola Verde que, encabezada por el profesor y también exalcalde Antanas Mockus, llegó a la segunda vuelta para competir por la presidencia con Santos, pero que al final perdió ante el paso arrollador del uribismo. Hoy quiere repetir esa historia pero con mejor suerte.
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