Celosas guardianas del pasado indígena de Argentina
Más de 50% de los argentinos tiene sangre indígena y muchas etnias están abocadas al rescate de sus derechos y tradiciones
¿Alguna vez se ha preguntado de donde provienen sus ancestros? Trazar el árbol genealógico de una familia latinoamericana puede ser una red infinita en donde pueblos originarios, inmigrantes europeos, asiáticos y criollos se entremezclan de intrincada.
Y aunque ese crisol de sangres muchas veces se confabula contra los esfuerzos por mantener vivas nuestras raíces, varios movimientos indígenas están luchando contra el olvido del tiempo y la historia para restaurar su identidad. Cabe destacar el caso de Argentina, donde según un estudio más de la mitad de su población posee ascendencia indígena en su ADN, a pesar de haberse perdido en la memoria familiar. Sin embargo, solo el 1,5% de los argentinos, unas 600.000 personas, se reconoce perteneciente o descendiente de pueblos indígenas, de acuerdo a la última Encuesta Complementaria de Pueblos Indígenas (ECPI).
Una de las regiones más densamente pobladas por indígenas se trata del Norte Grande Argentino - que abarca el territorio de las provincias de Catamarca, Chaco, Corrientes, Formosa, Jujuy, Misiones, Tucumán, Salta y Santiago del Estero – donde pueblos como los wichi y los toba representan a más del 55% de los habitantes y el 27% de la población indígena del país.
La pérdida de la cultura de estos pueblos, perpetuada por la negación y la exclusión - en gran parte provocada por el desalojo forzoso de sus tierras- han convertido a Argentina en un caso excepcional en Latinoamérica: un 82% de la población indígena del país vive en áreas urbanas superando a los porcentajes de los pueblos indígenas de Chile y Bolivia, de acuerdo con la CEPAL.
Por otro lado, a diferencia del resto de Argentina, es en esta zona donde la pobreza ataca más: casi cinco millones de personas son pobres o viven en condiciones de extrema pobreza, según el último índice de desarrollo provincial. Solo el 20% de las rutas de la región se encuentran pavimentadas, situación que dificulta el acceso de la población a servicios básicos de salud o educación.
Pero desde hace varios años muchas etnias indígenas están reclamando el rescate de sus derechos y tradiciones. Y son las mujeres quienes, en muchos casos, se encargan de que las generaciones venideras tengan más presente que nunca su cultura ancestral.
Guardianes de la cultura indígena
Aureliana Gonzales forma parte de una de las etnias más emblemáticas de la zona del Norte Grande: el pueblo toba, cuyo nombre originario es Qom (varón, persona), al cual pertenece más del 10% de la población indígena del país y habitan en su mayoría en la provincia de Chaco.
“Vemos que se están perdiendo las costumbres y el idioma Qom. Junto a nuestros ancianos, que los consideramos un libro vivo, trabajamos sobre los relatos para luego transmitirlos a los más chicos en las escuelas”, explica mientras se lastima los dedos deshilachando hojas de palma que luego servirán como materia prima para artesanías.
Oriunda de Pampa del Indio, una localidad en el extremo norte de la provincia de Chaco, Aureliana es una de las “madres cuidadoras de la cultura qom”, un grupo de mujeres que trabaja en la recuperación de su cultura a partir de su rol de madres, a través de juegos, juguetes y de la apreciación de la naturaleza con la idea de para preservar la memoria, la identidad y la recuperación de sus tierras.
“Las mujeres qom, una vez que conforman su nuevo núcleo familiar, siguen residiendo en el mismo ámbito doméstico de la madre. Por eso, existen redes de solidaridad y de apoyo entre ellas muy fuerte. Y eso hace que tengan un gran protagonismo en estas sociedades”, afirma Fabiana Menna, antropóloga de la Fundación Gran Chaco y consultora del Banco Mundial.
Al igual que Aureliana, muchas de las madres cuidadoras viven a lo largo de los diferentes páramos que atraviesan la ruta provincial 3, el tramo que va desde Pampa del Indio hasta Villa Rio Bermejito, la puerta de “el impenetrable chaqueño”, el monte donde habitan muchos de los qom pero que para cualquier foráneo es misión imposible de transitar.
A lo largo de este corredor, recientemente pavimentado por el Ministerio de Planificación argentino con apoyo del Banco Mundial, para mejorar la integración y competitividad de la región de Norte Grande, es posible conocer los siete centros culturales que las mujeres han instalado, con la idea de revalorizar su cultura ancestral, a través de actividades como la venta de artesanías, la cocina con algarroba – un fruto típico de la zona- y diferentes actividades culturales.
Además, sobre este mismo camino es posible apreciar, aunque con un poco de suerte, los monos carayás, tatús – los armadillos del sur-, tapires y las famosas corzuelas, una especie de venado, las mismas especies que las mujeres qom luego representan en canastos y obras de cerámica. Para ellas, la ruta, ahora transitable, se ha convertido tanto en una propuesta turística como una entrada de dinero para sus familias.
“La idea es que la ruta pueda fortalecer la agencia de estas mujeres indígenas, es decir su capacidad de elección, acción y decisión a través de la apropiación de los beneficios y oportunidades que brinda la pavimentación de una nueva carretera”, comenta Verónica Raffo, especialista en infraestructura del Banco Mundial.
María Victoria Ojea es productora online del Banco Mundial
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