Otra cuña entre la UE y Rusia
El acuerdo entre Bruselas y Moldavia inquieta en la región de Transdniéster, un territorio declarado independiente que quiere unirse a Moscú
La pugna entre Rusia y Occidente por afirmar su influencia en el espacio postsoviético y las turbulencias de Ucrania se notan en la vecina Moldavia, el país más pobre de Europa y uno de los más frágiles entre los 15 resultantes del derrumbamiento del imperio en 1991. Tiene un conflicto secesionista con Transdniéster, una zona industrial en la orilla izquierda del río Dniéster cuyos habitantes, en su mayoría eslavos, se opusieron a la línea prorrumana del país al desintegrarse la URSS. En septiembre de 2006 esta región —oficialmente parte de Moldavia, pero no controlada por ella— celebró un referéndum parecido al de Crimea en el que el 98% de los participantes se pronunciaron por la independencia y la integración futura en Rusia. Moscú no reaccionó entonces, pero aquellos resultados están sobre la mesa cuando Moldavia se acerca a la UE, con la que prevé cerrar un acuerdo de asociación el próximo junio.
Con la crisis en Ucrania, Transdniéster ha perdido el mercado ucranio, adonde iban el 40% de las exportaciones de sus fábricas, afirma a EL PAIS Yevgueni Shevchuk, presidente de Transdniéster. Según él, “algunas cargas fueron atacadas” en territorio de Ucrania y 300 residentes en Transdniéster han sido rechazados por los guardafronteras ucranios desde el pasado marzo. En el territorio, Rusia tiene un contingente de 400 pacificadores a lo largo del río Dniester y 1.200 soldados que custodian viejos polvorines. Kiev ha expresado temor a que Moscú envíe tropas a la región de Odessa desde el territorio secesionista —de medio millón de habitantes, la mayoría con pasaportes rusos o ucranianos—.
Los efectivos en el contingente en la zona de seguridad “no han cambiado, y sería imposible ampliarlo sin el consentimiento de Ucrania y Rusia”, afirma el líder de Transdniéster. Kiev y Moscú, además de la UE, EE UU y la OSCE, forman parte del grupo 5+2, el mecanismo internacional en el que negocian las capitales de Moldavia —Chisinau— y del territorio escindido —Tiráspol—.
Aparte de un registro concienzudo del equipaje, esta corresponsal no advirtió ninguna incidencia al pasar el puesto de Kuchurgán, en ruta desde Transdniéster a Ucrania. Funcionarios del EUBAM (los observadores de la UE en la zona) comentaron que el porcentaje de ciudadanos rusos rechazados en aquella solitaria frontera supera ligeramente el 1%, lo que es la norma en general.
En junio está previsto que Moldavia y la UE firmen un acuerdo de asociación. “No cuenta con nuestro consentimiento, ni tiene en cuenta nuestra posición”, dice Shevchuk y añade: “Si se aplica, nuestra economía sufrirá, porque no estamos preparados para adoptar las 20.000 regulaciones que contempla”. Transdniéster no paga el gas que importa de Rusia. Ello supone una subvención a su industria cuestionada por la UE.
“Transdniéster cumple 24 años de vida en septiembre. Hay que ser valiente y reconocer que existe. Checoslovaquia se escindió. ¿Por qué debemos nosotros martirizarnos?”, dice Shevchuk sobre la difícil relación entre los dos territorios que oficialmente integran Moldavia, la Besarabia rumana y una zona eslava que perteneció a Ucrania. Stalin los unió en 1940 gracias al pacto germano-soviético.
Shevchuk cree que los representantes moldavos “entienden mejor que antes que Transdniéster no es Moldavia”, pero “hay que ser valientes para decirlo en voz alta y responsabilizarse de actuar en consecuencia”. Fuentes diplomáticas europeas en Chisinau confirman que los políticos moldavos, ansiosos por integrarse en la UE como sea, en privado son más indiferentes a Transdniéster.
“El reconocimiento de Transdniéster [como Estado independiente] es una cuestión de voluntad política. Rusia ha intentado encontrar una fórmula de integridad territorial de Moldavia”, señala Shevchuk. “Hay base jurídica para reconocer el resultado del referéndum cualquier día y lo mejor sería que Moldavia fuera la primera en hacerlo, y entonces estableceríamos relaciones estrechas, la frontera se desbloquearía y evitaríamos situaciones conflictivas. En Transdniéster viven 200.000 ciudadanos rusos y yo creo que Rusia no los dejará abandonados a su destino”, sentencia. Y agrega: “No respondo de las decisiones de Rusia, pero no hay muchas opciones. Si a los rusos que viven aquí se les priva de la posibilidad de ganarse la vida en las fábricas y de desplazarse libremente, pedirán a Rusia que no les abandone. Los dirigentes rusos tienen que tomar decisiones”. Shevchuk, que no ha podido obtener un corredor de transporte hasta el mar ni el uso del aeropuerto de Tiráspol, aboga por una conferencia internacional para “tomar decisiones equilibradas y evitar que la situación empeore”. “Si nos reconocen, podemos desarmarnos para que se entienda que no somos una fuente de riesgo. Estamos dispuestos a contribuir a la seguridad regional”.
“La firma del acuerdo de asociación de Moldavia con la UE supone la entrega de soberanía a Bruselas y por ello, es una secesión de Moldavia en relación a Transdniéster”, argumenta el presidente, según el cual Chisinau abandona así el proceso de negociaciones, que no da derecho a una de las partes a “tomar decisiones que empeoren la situación de la otra”. Si el acuerdo con la UE es negativo para el Trandniéster, “examinaremos la posibilidad de interrumpir todas las negociaciones”, amenaza. Cree posible que en el último momento el primer ministro moldavo “se acuerde de Transdniéster y no lo firme”.
Gagauzia también prefiere a Moscú
Gagauzia es un territorio autónomo poblado por 160.000 habitantes, en su mayoría “gagauzos” o turcos cristianizados descendientes del imperio otomano. A diferencia de los eslavos del Transdniéster, los gagauzos parecían integrados en Moldavia, hasta que la renacida pugna Este-Oeste lo desbarató todo.
El 2 de febrero, Gagauzia celebró un referéndum (ilegal según las autoridades de Chisinau) donde cerca del 97% de los votantes se pronunciaron por la integración en la Unión Aduanera, el grupo de países organizados en torno a Rusia, y otros porcentajes semejantes se manifestaron en contra de la UE y a favor de reservarse el derecho a la secesión de Moldavia, si este país pierde la independencia, lo que para los gagauzos quiere decir si se integra con Rumanía, aunque sea con Bruselas de por medio.
Mijaíl Formuzal, el "bashkán" (jefe) de la autonomía, prefiere Moscú, -ese repentino comprador de los vinos locales- a Europa. Este continente, según él, ha degenerado y ya no es la región próspera y capaz de liderar del pasado. “Además, la mitad de los gagauzos tienen pasaporte búlgaro, así que ya están en la UE”, afirma, mientras se apresta a recibir al embajador ruso en Moldavia, cuya comitiva avanza ya desde Chisinau, haciendo ondear la tricolor por la carretera jalonada de explotaciones agrícolas arruinadas.
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