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Un “saco” con cuatro hijos

La muerte de una mujer en Río de Janeiro, víctima de un tiroteo y arrastrada a continuación por un furgón policial, muestra cómo la vida sigue perdiendo valor en Brasil

María Martín
Entierro de Cláudia Silva Ferreira, este lunes en Río.
Entierro de Cláudia Silva Ferreira, este lunes en Río.Thiago Lontra (Agência O Globo)

La muerte de Cláudia Silva Ferreira, una trabajadora de la limpieza de 38 años, primero alcanzada por una bala perdida y después arrastrada 250 metros por un vehículo de la policía, rebaja un poco más el valor de una vida en Brasil.

Podría haber sido otra muerte por un proyectil sin rumbo —uno más de estos sucesos cotidianos para los que la responsabilidad del Estado aún no ha sido definida—, pero el episodio no acabó en lo alto de la favela de la Congonha, en Madureira, al norte de Río de Janeiro.

Tres agentes de la Polícia Militar que participaron en un tiroteo con supuestos criminales tomaron a la mujer, herida de bala en el cuello y la espalda, y la colocaron en el maletero —y no en el asiento trasero— de un furgón. La intención parecía ser socorrerla, ya que el informe de la policía asegura que, entonces, aún estaba viva. La práctica ha sido cuestionada muchas veces por la cantidad de irregularidades e imprudencias que pueden ser cometidas dentro de una patrulla. En enero del año pasado, el Estado de São Paulo prohibió que los policías socorran a heridos por disparos.

Esta vez algo falló. Un conductor —aparentemente preocupado por ser descubierto, ya que escondía el celular entre las piernas cada vez que podía ser visto por los agentes— grabó parte del recorrido de Cláudia hasta el Hospital Carlos Chagas. La grabación, publicada por la web del periódico Extra, muestra el maletero del vehículo abierto y el cuerpo de la mujer enganchado por la ropa mientras es arrastrado al ritmo de los rápidos adelantamientos del coche.

Las primeras informaciones indican que varios peatones y conductores alertaron a los policías de que arrastraban el cuerpo de una mujer, pero los agentes solo descendieron en un semáforo. Allí cargaron de nuevo en el vehículo un cuerpo, para entonces ya en carne viva.

Cláudia Silva, madre de cuatro hijos y responsable por el cuidado de otros cuatro sobrinos, llegó muerta al hospital. Su hija Thaís Silva, de 18 años, fue la primera en encontrarla sin vida. “Arrastraron a mi madre como si fuera un saco y la tiraron dentro de la patrulla como un animal”, gritó entre llantos la joven a la prensa. Alexandre Fernandes da Silva, de 41 años, marido de Cláudia desde hace 20 años, también se mostró conmocionado. “Se le quedó toda la pierna en carne viva. No debieron haber hecho eso con ella”.

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La hermana de Cláudia, Jussara Silva Ferreira, de 39 años, se indignó al ver el vídeo. “Creen que quienes viven en esta comunidad son gamberros. Nos tratan como si fuéramos desechables. Esto no va a quedar impune. Esos policías necesitan responder por lo que han hecho”, declaró al periódico Extra.

Tres agentes han sido detenidos. “Van a responder por el traslado del cuerpo, que no debe hacerse así. Sí que he visto irregularidades”, afirmó el comandante de la unidad, el teniente coronel Wagner Moretzsohn.

En un comunicado, la Policía Militar puntualizó que este tipo de conducta no coincide con uno de los “principales valores de la organización, que es la preservación de la vida y la dignidad humana”.

El cuerpo de Cláudia, velado por más de doscientas personas, recibió sepultura en la tarde de este lunes. Al entierro le siguió una protesta de los habitantes de la comunidad contra la violencia policial. La policía no ha informado sobre el origen de la bala que mató a Cláudia, que había salido de casa para comprar el pan.

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Sobre la firma

María Martín
Periodista especializada en la cobertura del fenómeno migratorio en España. Empezó su carrera en EL PAÍS como reportera de información local, pasó por El Mundo y se marchó a Brasil. Allí trabajó en la Folha de S. Paulo, fue parte del equipo fundador de la edición en portugués de EL PAÍS y fue corresponsal desde Río de Janeiro.

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