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El Maidán se niega a desarmarse

Los manifestantes de la céntrica plaza de Kiev desconfían de las nuevas autoridades y temen ser traicionados como en 2004 durante la revolución naranja

Pilar Bonet
Miembros de las autodefensas del Maidan hacen guardia ante el parlamento ucranio el 24 de febrero
Miembros de las autodefensas del Maidan hacen guardia ante el parlamento ucranio el 24 de febreroSERGEI SUPINSKY (AFP)

En teoría, los poderes fácticos de Ucrania se han puesto al frente del ministerio del Interior, el Servicio de Seguridad del Estado y el Ejército. Sin embargo, el relevo, que en la superficie se presenta como una toma de posesión normal de los servicios clave para la protección del Estado y de los ciudadanos, es un proceso peligroso y plagado de dificultades. Así lo comprobó este diario el lunes en visitas a responsables de los distintos grupos que combatieron por el Maidán y que hoy se niegan a entregar las armas a los autoproclamados dirigentes del país, de los que desconfían claramente.

Hay dos edificios contiguos en la avenida Krischatik, ambos con el número 24 de esa calle del centro. El vestíbulo de uno de ellos —el antiguo ministerio de Desarrollo Agrícola— está presidido por una enorme fotografía en la que se ve un grupo de manifestantes con casco, apaleando a conciencia a agentes antidisturbios que se protegen de los golpes con sus escudos. Y sobre la imagen, superpuesto el lema: “El día de la cólera ha llegado”.

En el vestíbulo del edificio contiguo hay un enorme dibujo de un soldado ucranio, con los colores nacionales en el antebrazo, el escudo en posición relajada y gesto soñador. Debajo de la imagen puede leerse: “Ingresa en las filas de la autodefensa” y un número de teléfono. La diferencia entre un edificio y otro es que en el primero predominan las fuerzas radicales, como Causa Común, y en el segundo, los representantes de las nuevas autoridades, los adjuntos al comandante del Maidán, el diputado Andréi Porubí, del partido de la ex primera ministra Yulia Timoshenko.

La mano derecha de Porubí es Jan —no quiere dar su apellido— que dice responder por “la vigilancia de todos los edificios administrativos de Kiev, para que nadie se pueda llevar ni documentos ni bienes materiales y para que no haya pillaje”.

Entre los distintos sectores armados del Maidán ha habido escaramuzas, enfrentamientos e incluso disparos. Varios heridos se produjeron en la sede del ministerio de Agricultura cuando Libertad, el partido nacionalista parlamentario dirigido por Oleg Tiagnibok, intentó echar de allí a los de Causa Común.

“Muchos saqueadores se presentan como defensores del Maidán y comienzan a ocupar edificios por su cuenta”, explica Jan. “Quitar las armas incontroladas” es una de sus funciones, pero los activistas se niegan a entregarlas. “No queremos que nos traicionen como hicieron en el primer Maidán en 2004, por eso mantendremos las armas hasta que estemos seguros de que no se repetirá la situación”, señala Petro, el jefe del edificio donde cuelga la foto de manifestantes agresivos.

“No aceptamos a Abákov”, señala Petro, refiriéndose al nuevo ministro del Interior. “Queremos que nuestros dirigentes sean ucranios y hasta ahora los hebreos y rusos predominan sobre los ucranios en el Parlamento”, dice, citando unos supuestos porcentajes raciales. “Necesitamos un ministerio de ucrainización”, afirma Petro, según el cual en su edificio, aparte de representantes de la Casa Común, hay también grupos de Afganos —así llamados los veteranos de la guerra de la URSS en Afganistán (1979-1989)— y miembros del Tridente de Stepán Bandera —un grupo nacionalista—.

“Turchinov es un dictador y preside un órgano ilegítimo”, dice Igor Tkalenko, que ayuda en el servicio de prensa de Causa Común. Según Tkalenko, Causa Común es el mayor problema para el presidente en funciones. En concreto, se refiere a Olexandr Daniliuk, el líder de Causa Común, que huyó a Gran Bretaña cuando los miembros del partido Libertad le obligaron a abandonar los edificios que había ocupado. Danililuk, dice Tkalenko, tiene ambiciones políticas y está deseoso de volver a Ucrania pero no quiere hacerlo antes de que sea cerrado el proceso penal que fue incoado contra él.

Tkalenko es partidario de que Daniliuk venga de cualquier manera, porque él es, según dice, “el Saakashvili o el Walesa” de Ucrania. Según Tkalenko, encuestas realizadas en el Maidán indican que Daniliuk puede medirse con Turchínov en unas elecciones presidenciales. También Porubí podría hacerlo, pero este diputado no quiere capitalizar el prestigio que se ha ganado como dirigente del Maidán, y prefiere subordinarse a su partido, afirma.

Los miembros de Causa Común quieren que haya elecciones parlamentarias al mismo tiempo que las presidenciales y no están dispuestos a ceder

Los miembros de Causa Común quieren que haya elecciones parlamentarias al mismo tiempo que las presidenciales y no están dispuestos a ceder. Los líderes parlamentarios no desean arriesgarse a perder sus escaños y están recurriendo a la táctica de intentar comprarnos o dividirnos, señala Tkalenko. Al otro lado de Kreshatik, en un tercer edificio, están los activistas del llamado “Sector de Derechas”, que dirige Dmitri Yárosh, otro de los nuevos líderes del Maidán, que tampoco quiere entregar las armas. Yárosh, que en el pasado fue filólogo, ha sabido integrar bajo el paraguas de Sector de Derechas a organizaciones como Una-Unzo, La Sech —organización característica de los cosacos de los Cárpatos— y el Tridente, de Stepán Bandera.

Una de las principales diferencias entre los dos grandes grupos del Maidán, el Sector de Derechas y la Causa Común es, a grandes rasgos, que los primeros profesan una ideología nacionalista a ultranza, mientras los segundos están por la democracia asamblearia.

Entre los distintos sectores armados del Maidán ha habido escaramuzas, enfrentamientos e incluso disparos, según cuenta Tkalenko. Varios heridos se produjeron en la sede del ministerio de Agricultura cuando Libertad, el partido nacionalista parlamentario dirigido por Oleg Tiagnibok, intentó echar de allí a los de Causa Común.

“Ahora, los policías vienen a nosotros y nos dicen que se han pasado al pueblo y que les demos las armas, pero no vamos a ser tan ingenuos”, señala un activista de Causa Común.

“Controlar a los activistas del Maidán y quitarles las armas es nuestro principal quebradero de cabeza”, afirma un funcionario subordinado a los nuevos dirigentes del Estado.

Admite, sin querer dar su nombre, que esta situación hace muy difícil que los colaboradores de Yanukóvich o quienes defendieron su régimen puedan relajarse o entregar las armas que ellos también tienen.

“¿A quién las van a entregar? ¿Quién puede dar de verdad garantías de que no habrá represalias?”, dicen. En la avenida Kreschatik hay diversos vehículos militares e incluso un carro blindado. Está “privatizado” por "el Sector de Derechas". De momento, los habitantes de la capital se suben al vehículo para hacerse fotos.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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