El asalto al corazón de la protesta hunde a Ucrania en una espiral de violencia
Al menos 25 fallecidos en las protestas, siete de ellos policías, y cientos heridos El Gobierno cierra los accesos a Kiev y entra a sangre y fuego en el Euromaidán de madrugada Yanukóvich amenaza a los líderes de la oposición y les conmina a "distanciarse de los radicales" Los diplomáticos occidentales no logran contactar telefónicamente con el presidente Yanukóvich
La crisis política que vive Ucrania desde hace tres meses se adentró en la noche del martes al miércoles en su momento más oscuro. Tras dos semanas de calma en torno a la manifestación permanente que pide cambios en el país desde la plaza de la Independencia en el centro de Kiev, un enfrentamiento con las fuerzas de seguridad al intentar llevar la protesta al Parlamento derivó en un estallido de violencia callejera entre manifestantes y agentes que según el último balance había provocado 21 muertos, siete de ellos policías, y cientos de heridos, muchos de bala. Decenas de ellos se encuentran en estado grave. Un periodista local murió de un disparo.
De madrugada, y después de una reunión sin acuerdo con los líderes de la oposición, el presidente, Víctor Yanukóvich, les culpó de haber "llamado a los radicales a una lucha armada", y de haber "franqueado los límites" en su intento de "hacerse con el poder". El jefe de Estado los calificó de "criminales" que serán llevados ante la justicia, y les exigió en un mensaje a la nación que "se distancien de los radicales". "De lo contrario, hablaremos con ellos de forma diferente", advirtió.
A las ocho de la tarde (siete en la España peninsular) del martes, las fuerzas de seguridad, reforzadas con carros blindados, iniciaron el cerco de la plaza en lo que parecía el intento definitivo para desalojar el llamado Euromaidán y sofocar definitivamente la protesta. Las tropas de intervención especial, Berkut, cargaron sin miramientos en la plaza exactamente a medianoche. Las escenas de violencia hacían temer un mayor derramamiento de sangre y revelaban la decisión del régimen de llegar hasta el final en lo que parece un embrión de guerra civil.
Se abre así un nuevo capítulo, el más violento hasta el momento, en la crisis política y social que afloró en Ucrania en noviembre pasado, cuando miles de personas salieron a la plaza a protestar, inicialmente por el cambio del rumbo europeo de Yanukóvich, y casi de inmediato en contra del mismo presidente y de su régimen. Desde entonces, el mandatario ha intentado ganar tiempo y para ello cesó al Gobierno de Mikola Azárov, lo que no ha sido suficiente para los manifestantes, que piden nuevas elecciones y un cambio en la Constitución para restringir los poderes del jefe del Estado.
Los enfrentamientos que volvieron a encender la violencia en la capital de Ucrania tras dos semanas de relativa calma se iniciaron el martes por la mañana, cuando los manifestantes ocuparon el Club de los Oficiales, un local frente a la Rada Suprema (Parlamento), aunque no llegaron a asaltar el Legislativo. La operación policial comenzó al caer la noche en dos flancos distintos del Maidán, desde la avenida Krischatik, por donde avanzaron varios carros blindados, y por la cuesta de la calle Institutskaia, por la que se desplazaron varias tanquetas que lanzaban agua y columnas de las tropas especiales en formación cerrada.
En las refriegas se utilizaron cócteles molotov, y parte de la ciudadela de tiendas de campaña junto al monumento de la Independencia ardió. Ya antes de que comenzara el asalto los brotes violentos a lo largo del día habían dejado nueve fallecidos. Los líderes de la oposición, Vitali Klichkó, jefe del partido Udar, y Arseni Yatseniuk, líder del grupo parlamentario de Yulia Timoshenko (la primera ministra encarcelada) se mantenían firmes, ya fuera de pie en la tribuna de la plaza animando a los manifestantes, ya fuera en la sede de los sindicatos o desplazándose entre la multitud.
Entrada la noche, ambos fueron llamados a la sede de la presidencia para reunirse con Yanukóvich. Abandonaron la reunión sin ningún tipo de acuerdo para frenar la violencia. "El Gobierno debe retirar inmediatamente las tropas y parar este conflicto sangriento, porque la gente está muriendo. Es lo que dije a Yanukóvich", dijo Klichkó. "¿Cómo podemos negociar mientras se está derramando sangre?". Sin embargo, el comunicado posterior de Yanukóvich, culpándoles de la violencia, y llamando "criminales" a los manifestantes, no parece allanar el camino a un acuerdo.
De los muertos oficialmente reconocidos por la policía, tres habrían fallecido en el Club de los Oficiales, dos de ellos con heridas de arma de fuego, y un tercero fue víctima de un atropello. Otra persona habría muerto también por herida de arma de fuego cuando era llevada en una ambulancia, y otras dos personas habían fallecido en la calle a consecuencia de ataques al corazón. Además, hubo un muerto por asfixia en los locales del Partido de las Regiones, asaltado e incendiado. Ya de madrugada, también se encontraba en llamas la sede de los Sindicatos, cuartel general de la oposición. La agencia Unian informaba de que había gente atrapada.
Al menos seis de los agentes de policía perecieron por heridas de armas de fuego, según informó el Ministerio del Interior. Quedaron además 159 agentes heridos, 39 de ellos por arma de fuego, de los que 35 se encontraban ayer graves. Según el balance oficial, entre los manifestantes hubo 150 heridos, 30 de ellos graves. Entre los afectados hay varios periodistas y un fotógrafo de la agencia Reuters. Un manifestante contactado telefónicamente dijo que los heridos transportados al Club de los Oficiales no podían llegar a los centros médicos debido a los enfrentamientos que bloqueaban las calles. De madrugada, las clínicas de Kiev estaban desbordadas con colas ante los quirófanos, heridas de balas, pérdida de ojos y amputaciones, informaba la agencia Unian. El monasterio de Mijailovsk fue convertido en hospital.
Durante la jornada del martes, los servicios de Metro en el centro de la ciudad fueron suspendidos, lo que como se vio más tarde era una medida destinada a aislar a los manifestantes de la plaza de la Independencia. Los accesos por automóvil a Kiev fueron restringidos para evitar que se sumasen a los manifestantes los grupos de apoyo que salían el martes con destino a Kiev desde distintas regiones. De noche, estaba cerrado todo acceso a la capital por carretera.
Antes de que se produjera el asalto, las principales figuras de la oposición habían invitado a los diplomáticos extranjeros a acudir a la plaza. Por teléfono, el comisario Stefan Fülle y la alta representante de la política exterior de la UE, Catherine Ashton, pedían diálogo. Aparentemente, los diplomáticos occidentales no podían conseguir conectar con el presidente Víctor Yanukóvich.
Las acciones policiales fueron precedidas de un ultimátum formulado en un comunicado conjunto por el Consejo de Seguridad de Ucrania y el Ministerio del Interior. Estas instituciones habían exhortado a los líderes de la oposición a tranquilizar a los manifestantes y volver a la mesa de las conversaciones. En su comunicado, afirmaban que “los extremistas de la oposición han pasado la frontera” y acusaban a los “líderes de la oposición de organizar la dirección de estos delitos”. “No podemos permitir que siga la escalada de este conflicto. Los ciudadanos de a pie se dirigen a las autoridades y exigen poner orden, devolver la estabilidad y la paz a Ucrania”, manifestaba el comunicado. El Consejo de Seguridad y el Ministerio del Interior afirmaban también que se verían “obligados a actuar con dureza si continúa el desorden” y daban un ultimátum hasta las 18.00 horas locales para acabar con la violencia. De lo contrario, señalaba, se verían “obligados a poner orden con los métodos contemplados por la ley”. Para intervenir, los uniformados esperaron dos horas después del plazo declarado.
Prueba de las vacilaciones y aprensiones en el campo gubernamental antes de que se iniciara la acción de fuerza eran las declaraciones de Yuri Miroshnichenko, el representante del presidente Yanukóvich en la Rada. Este dijo que el jefe del Estado no deseaba un desenlace violento y que comprendía que el desalojo del Maidán no resolvería nada. Miroshnichenko añadió que había que hacer todo lo posible para resolver el conflicto pacíficamente y reconoció que la concentración de carros blindados no contribuía a calmar los ánimos.
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