Vasil Bilak, el centinela checoslovaco del telón de acero
El burócrata comunista instó a la URSS a que invadiera su país para aplastar la Primavera de Praga
Vasil Bilak (Krajná Bystrá, Imperio Austrohúngaro, 1917), representante del ala más dura del Partido Comunista Checoslovaco (KSC) e instigador de la invasión soviética que puso fin a la Primavera de Praga en 1968, falleció durante la noche del miércoles en Bratislava. Tenía 96 años. Su muerte fue confirmada por el líder del Partido Comunista de Eslovaquia (KSS), Jozef Hrdlicka.
En enero de 1968 Alexander Dubcek sustituyó a Antonin Novotny como primer secretario del Partido Comunista Checoslovaco. Casi de inmediato puso en marcha desde el poder un experimento aperturista en todos los órdenes de la vida pública, inédito en un país del bloque oriental, al que la prensa bautizó como Primavera de Praga. El deshielo político tuvo un apoyo social extraordinario, pero despertó enconadas resistencias internas, la abierta suspicacia de los dirigentes de los países comunistas vecinos y, por encima de cualquier otra cosa, la activa hostilidad de la URSS.
Uno de los más conspicuos detractores internos de Dubcek era Bilak, coriáceo apparatchik de origen ruteno que, tras abandonar en 1949 su oficio de sastre, había ido ascendiendo en las filas del KSS —fue su secretario general durante décadas— y en abril de 1968 se había aupado al Politburó del Partido Comunista Checoslovaco. Él y otros cuatro rocosos filosoviéticos (Alois Indra, Drahomír Kolder, Oldrich Švestka y Antonín Kapek, todos ya fallecidos), cuyas poltronas también se habían visto sacudidas por los vientos de cambio de Dubcek, hicieron llegar al presidente de la URSS, Leónidas Breznev, una “carta de invitación” que requería la intervención del Pacto de Varsovia para poner fin a la contrarrevolución checoslovaca. Era una oferta que Breznev no podía rechazar. En la noche del 20 de agosto, tropas de la URSS, la RDA, Hungría, Polonia y Bulgaria invadían el país y acababan con la Primavera de Praga.
Bilak se mantuvo en el Politburó del KSS y en la Asamblea Nacional checoslovaca hasta diciembre de 1988, ejerciendo como guardián de las esencias estalinistas. Dogmático y conservador hasta la caricatura, incluso sus propios mentores soviéticos llegaron a llamarle al orden por sus feroces tarascadas a cualquier desviación ideológica. Uno de sus blancos dilectos eran los eurocomunistas.
Durante dos décadas fue el gran inquisidor ideológico de los años de hierro que algún burócrata ocurrente llamó "proceso de normalización". En 1990, tras la implosión del bloque comunista, fue detenido y juzgado con el resto de la antigua cúpula del partido, acusada formalmente de corrupción. El Gobierno checoslovaco no obtuvo de Moscú los documentos que podían demostrar las traicioneras maniobras de Bilak, que quedó en libertad por falta de pruebas.
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