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Mladic rechaza testificar en el jucio a Karadzic sobre Srebrenica

La pareja político-militar más buscada por la justicia de la historia reciente chocó en su careo en La Haya

El juez del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia, O-Gon Kwon, durante la vista de este martesFoto: reuters_live | Vídeo: REUTERS-LIVE!
Isabel Ferrer

Ratko Mladic, exjefe de las Fuerzas Armadas serbobosnias, ha rechazado testificar este martes en el juicio seguido contra su antiguo líder político, Radovan Karadzic. Acusados ambos del genocidio de Srebrenica, el militar caído ha invocado su derecho a callar para no auto inculparse, en una tensa sesión derivada del deseo de Karadzic de demostrar su propia inocencia a costa de “la única persona en el mundo que sabe lo ocurrido en Srebrenica en 1995”. La espantada de Mladic, que no ha sido autorizado a leer unas notas manuscritas contando “su verdad”, ha dejado la situación como estaba. Sus respectivos juicios continúan, y las cuentas por el asesinato de unos 8.000 varones musulmanes siguen pendientes ante el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY).

Antaño estrechos aliados, el reencuentro de la pareja político-militar más buscada por la justicia de la historia reciente ha sido movido. El choque era previsible. En cierto modo, también la falta de respuestas. Mladic se ha presentado como un hombre mayor, enfermo, convaleciente de dos infartos, con problemas de estabilidad y poca memoria. Incluso ha recurrido a una excusa íntima para que le dejaran marchar. “Lo que pasa es que no llevo mi dentadura postiza. La he dejado abajo”, dijo a la sala, que le miraba atónito. Cuando los guardas de seguridad volvieron de vacío de la salita donde los testigos aguardan su turno, él recordó dónde la tenía. “Está en mi celda, en la cárcel”. La sesión fue suspendida veinte minutos y un motorista se desplazó a Scheveningen (distrito costero de La Haya) donde la ONU dispone de un penal para los acusados por las guerras de los Balcanes. Con los dientes en orden y sin más cartas en la manga, Mladic ha calificado a la corte de “satánica”. “No la reconozco. Yo no me defiendo a mí mismo. Nadie lo hace. Defiendo a mi pueblo”, ha gritado casi, para ser luego obligado a sentarse por el juez presidente O-Gon Kwon, con una advertencia: “Le recuerdo que el desacato comporta hasta siete años de cárcel, señor Mladic”.

Con el camino despejado, Karadzic ha desgranado sus preguntas, todas directas y pensadas para obtener un sí o un no que no dejara dudas. Que sirvieran para exculparle del único caso de genocidio juzgado en Europa desde la II Guerra Mundial. “Me dijo usted, en algún momento, que los prisioneros de Srebrenica serían, iban a ser, o habían sido ejecutados? inquirió. “No pienso responder por motivos de salud, porque así lo aconseja mi abogado y para no perjudicarme”, ha contestado Mladic, en una frase que repetiría luego como una cantinela. “Teníamos algún acuerdo, usted y yo, en virtud del cual los habitantes de Sarajevo debían ser sometidos al terror de las bombas y los francotiradores?, siguió Karadzic, con el mismo resultado. Terminado el careo, el juez O-Gon Kwon ha señalado que no tenía inconveniente en que Karadzic recibiera las notas de Mladic. “Hablo en nombre propio, pero nosotros no lo vemos necesario”, ha añadido.

Al abandonar la sala, Mladic ha seguido dando voces que no han sido ya traducidas. Prófugo de la justicia durante 16 años, comparte con Karadzic, que huyó 13 años, un pliego acusatorio similar. Srebrenica y Sarajevo, donde perecieron unos 12.000 civiles acribillados por las tropas serbias, componen el núcleo duro del genocidio. El militar habría dado las órdenes a los soldados. El político, que se autoproclamó presidente de la República Independiente de Bosnia y Herzegovina en 1992, cuando Bosnia se convirtió en Estado, sería el ideólogo que indujo los ataques.

Para Holanda, Srebrenica sigue siendo un capítulo negro. Sus “cascos azules” debían proteger a la población civil en Srebrenica y se encontraron con el avance de las tropas serbias. Con varios de sus efectivos rehenes de Mladic, miles de personas hacinadas en torno al complejo de Naciones Unidas, y sin apoyo de la OTAN, los soldados holandeses presenciaron la separación de hombres y mujeres musulmanes ordenada por el hoy exgeneral. No opusieron resistencia a pesar de que haber visto, en días anteriores, pruebas con concluyentes de los primeros asesinatos de civiles. Solo en 2002, y después de que el informe oficial del Instituto para la Investigación de la Guerra, señalara el fracaso de políticos y militares en la misión, cayó el Gobierno. No eran responsables de lo ocurrido, pero tenían una responsabilidad moral que aún les abruma.

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