La policía italiana detiene otra vez a monseñor Scarano (monseñor 500 euros)
El alto prelato está acusado de blanquear dinero haciéndolo pasar por donaciones a los pobres
El pasado mes de junio, la policía italiana detuvo a un pez gordo del Vaticano, monseñor Nunzio Scarano, también conocido como “monseñor 500” por su afición a los billetes de color púrpura. Le acusaban de una rocambolesca operación de lavado de dinero que incluía, gracias a la ayuda de un exagente de los servicios secretos italianos y de un bróker experto en pufos, el flete de una avioneta desde Suiza a Italia con 20 millones de euros en billetes grandes. La Guardia de Finanza le echó el guante y, solo unas semanas después, durante el vuelo de regreso de su viaje a Río de Janeiro, el papa Francisco rompió la tradicional omertá de la Iglesia hacia sus príncipes descarriados: “No ha ido a la cárcel porque se pareciera a la beata Imelda. No era un santo”. Jorge Mario Bergoglio dio en el clavo. A monseñor 500, que se encontraba en arresto domiciliario en su casa de Salerno por problemas de salud, lo han vuelto a detener.
Según la justicia italiana, Nunzio Scarano había ideado un gran sistema de blanqueo de capitales consistente en hacer pasar como donaciones para los pobres grandes cantidades de dinero de procedencia ilícita que, una vez ingresado en las cuentas del IOR (el Instituto para las Obras de Religión, el banco del Vaticano), quedaba limpio como una patena. Era un negocio fructífero hasta el punto de que los agentes de la Guardia de Finanzas se han incautado de bienes inmuebles y cuentas corrientes por un valor cercano a los seis millones de euros. Junto a monseñor Scarano, quien según su abogado sufrió un vahído en el momento de su segunda detención, fue arrestado un párroco de Salerno, Don Luigi Noli, y suspendido de sus funciones un notario que al parecer también estaba en el ajo.
En relación con el mismo asunto, la justicia italiana ha remitido al Estado de la Ciudad del Vaticano una petición de comisión rogatoria para tener acceso a algunas de las cuentas del IOR manejadas por Nunzio Scarano, quien hasta su detención presidía nada más y nada menos que el APSA, el organismo que gestiona buena parte de las propiedades inmobiliarias y de depósitos de capitales de la Santa Sede. El arresto de monseñor Scarano, quien disponía –y alardeaba—de pisos de 400 metros y varias cuentas repletas de dinero en el IOR, dio la oportunidad al papa Francisco de demostrar que, apenas tres meses después de su elección, las cosas empezaban a cambiar. El alto prelado no solo fue desposeído inmediatamente de sus cargos y privilegios, sino que el Vaticano se puso oficialmente a la orden de la justicia italiana y, solo 48 horas después de la detención, Jorge Mario Bergoglio destituyó a Paolo Cipriani, el director general del banco, y a su segundo, Massimo Tulli. Desde entonces hasta ahora, el Papa ha dictado varias iniciativas tendentes a blanquear las todavía oscuras finanzas de una institución más famosa por crímenes nunca aclarados que por obras de caridad.
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