El régimen sirio bloquea los alimentos y medicinas para 200.000 civiles
La ONU calcula que hay otros 50.000 más que rozan la "situación límite" ONG acusan a las autoridades de limita las zonas en las que su personal puede moverse a ayudar
Más allá de Yarmouk, el campo de refugiados palestinos de Damasco donde se han contabilizado entre 20 y 48 muertes por inanición, anemia o raquitismo, el hambre hace estragos en Siria. La imposibilidad de que un organismo reconocido como la UNRWA, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos, pueda constatar lo que ocurre en zonas que escapan a su revisión ha hecho que otros rincones queden más en penumbra, pese a que el drama es idéntico. Según la Oficina de la ONU para Asuntos Humanitarios (OCHA), hay unos 200.000 civiles sirios bajo asedio de fuerzas del régimen, que no pueden recibir ni alimentos ni medicinas ni combustible de forma regular. Se calcula que hay otros 50.000 más que rozan la situación límite en áreas donde el combate entre el Ejército y los rebeldes es muy intenso o donde los disidentes armados se han hecho con el poder, como ocurre en el norte dominado por los yihadistas, impidiendo igualmente el flujo normal de provisiones. “Se necesita ayuda desesperadamente”, resumen.
Sin llegar a la amenaza de muerte, el Programa Mundial de Alimentos afirma además que este invierno hay un millón de sirios pasando hambre y hasta 2,5 millones necesitarían de algún tipo de ayuda alimentaria. El pasado diciembre se llegó a la cifra récord de 3,8 millones de raciones repartidas entre los ciudadanos y para este enero esperan llegar a las 4,2. Sólo en 2013 se enviaron 100.000 metros cúbicos de alimentos, equivalente a 58 jumbos repletos, apunta Elisabeth Burs, portavoz del organismo. Y, sin embargo, es "altamente insuficiente". Cada semana, calculan, harían falta 35 millones de dólares para satisfacer las necesidades alimentarias de los sirios, en la que la ONU califica como la peor catástrofe humanitaria del mundo.
Como denuncia la asociación People In Need, un grupo checo que trabaja especialmente en el norte de Siria, a la violencia de los cercos y los combates se suman las restricciones que el Gobierno del presidente Bachar El Asad impone a las organizaciones que tratan de paliar el sufrimiento de la gente. Se limita el número de visados y las zonas en las que su personal puede moverse. Se les niega el paso preferentemente a zonas de mayoría opositora. A ello se suma la peligrosidad y coste del transporte de las mercancías: hay poco combustible, es más caro fletar un camión, es peliagudo hacerlo pasar por determinadas zonas y el precio de los productos acaba subiendo hasta llegar a ser prohibitivo para el ciudadano medio. Los ataques a los convoyes terminan de dibujar la maraña.
Human Rights Watch añade que la destrucción de campos de forma deliberada en zonas rurales de mayoría opositora también impide que las cosechas salgan adelante. Algunas ONG internacionales han tratado de eludir los controles del régimen e introducir víveres desde la frontera con Turquía. La vía ha sido detectada y ahora el control de la zona es "intenso", confirman los Comités Locales de Coordinación, un grupo opositor local.
Este lunes, el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, y el ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, anunciaron que es posible que se llegue a un acuerdo en breve para llevar ayuda humanitaria a través de pasillos seguros y con la garantía de alto el fuego en puntos concretos del país.
La población padece carencias alimentarias intensas, falta de refuerzos vitamínicos para embarazadas, de medicamentos básicos para pacientes crónicos
La situación, señalan desde Naciones Unidas, es especialmente complicada en zonas como Muadamiya, Gouta, Nashabiyeh y Harasta —suburbios de Damasco—, el norte de Alepo —en la costa—, Homs —en el oeste—, y Douma —también al oeste, a 10 kilómetros de la capital—. En todos ellos, las zonas contrarias a Asad están prácticamente aisladas; diferentes organizaciones internacionales como la Cruz Roja, a través de su filial local de la Media Luna, llevan meses tratando de acceder, sin éxito. Las escenas son parecidas a las de Yarmouk: carencias alimentarias intensas, falta de refuerzos vitamínicos para embarazadas, de medicamentos básicos para pacientes crónicos. Los relatos de los activistas y vecinos a través de las redes sociales están cosechando muestras de indignación y solidaridad en el mundo árabe, donde se están realizando desde huelgas de hambre a colectas.
Los Comités Locales de Coordinación explican que los alimentos están siendo tratados como herramienta de premio o castigo. Por ejemplo, denuncian, en Muadamiya hay calles donde los soldados fieles a Asad están empezando a llevar arroz o frijoles porque algunos vecinos, extenuados por el cerco, han decido poner la bandera del régimen en sus balcones. El Centro de Jesuitas de Ammán (Jordania), en contacto con sus compañeros de Homs, explica que en la zona donde la comunidad sigue en pie hay unos 3.000 sirios asediados, de forma especialmente intensa en los 15 últimos meses, lo que impide la llegada de alimentos. Las reservas de los religiosos están a punto de acabarse, tras servir para ayudar a sus vecinos.
En el caso de Yarmouk, cercado por el Gobierno desde verano y donde se ha detectado presencia de grupos islamistas, la UNRWA y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) trataron de introducir este lunes por la noche un cargamento de seis camiones en el campo, con raciones para unas 6.000 personas —dentro hay unas 18.000— y unas 10.000 dosis de vacunas contra la poliomielitis —enfermedad de la que hubo un brote en octubre—. El Gobierno sirio hizo que el convoy cruzase unos 20 kilómetros de zona caliente, con constantes combates, hasta la entrada sur del campo. Allí, la caravana fue tiroteada desde el interior, sin daños. La petición de intentar entrar por el acceso norte, que se estima que tiene "un riesgo relativamente menor", fue denegada por Damasco alegando motivos de seguridad. Cuanto antes se intentará de nuevo el reparto, confirma la OLP.
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