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El escándalo de Christie limita las opciones republicanas a la Casa Blanca

El gobernador de Nueva Jersey dice que sus asesores no le informaron sobre el cierre de un puente para perjudicar a un rival político

Conferencia de prensa de Chris Christie. VÍDEO: REUTERS-LIVE!Foto: reuters_live
Antonio Caño

Su aparición este jueves para pedir repetidamente perdón y anunciar la liquidación de buena parte de su equipo de asesores, no le ha evitado al gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, el daño causado por un escándalo político que compromete seriamente la carrera de quien en este momento era tal vez el político más popular del país y sin duda la mayor esperanza del Partido Republicano de reconquistar la Casa Blanca.

“Todo lo que puedo hacer es disculparme”, dijo Christie tras conocerse que algunos de sus colaboradores estuvieron implicados en un asunto aparentemente menor e infantil, pero tan miserable que despierta sospechas sobre la altura moral de cualquier político: el cierre de dos carriles en el cruce del puente George Washington –una vía esencial en el tráfico entre Nueva Jersey y Nueva York- con el propósito de crear un monumental atasco y perjudicar a un alcalde que se había negado a apoyarle en su disputa por la reelección.

Christie había sostenido hasta ahora que ni él ni nadie de si entorno habían tenido nada que ver con ese incidente, ocurrido en septiembre pasado. El miércoles, sin embargo, la prensa hizo públicos correos electrónicos enviados por altos funcionarios de su gobierno que, no solo demuestran lo contrario, sino que prueban el desprecio con el que los asesores de Christie se refieren al alcalde rival, perteneciente a la ciudad de Fort Lee, y a los ciudadanos afectados por el embotellamiento.

No soy un matón” Gobernador Chris Christie

El gobernador compareció este jueves para asegurar que no estaba enterado de esa operación, que fue engañado por sus colaboradores y que, en ningún momento, actuó con el propósito de amenazar o castigar al alcalde de Fort Lee por razones políticas. “No soy un matón”, aseguró.

Pero en esa misma negación, Christie reconocía lo que desde hace tiempo se sospecha como uno de los principales rasgos de su carácter: su tendencia a las reacciones coléricas, apasionadas y desproporcionadas cuando alguien se le resiste. Es frecuente en política el fenómeno de que un desmentido hace más verosímil un rumor. “No soy un tramposo”, dijo Richard Nixon en medio del Watergate. Ahora, Christie va a tener muchas dificultades para convencer a los norteamericanos de que, efectivamente, no es un matón. Algunas de las preguntas de la rueda de prensa fueron reveladoras: “¿Gritó mucho cuando se enteró de los e-mail?”, “¿Rompió algo?”.

Provocar un caos de tráfico para castigar a un alcalde que se le resiste –un caos de tales dimensiones que durante meses ha sido noticia en Nueva York- es una bajeza de tal calibre que es difícil conservar la autoridad para hacer promesas electorales. La implicación de algunos de los miembros de su equipo es evidente. Los e-mail prueban que su vicejefa de Gabinete anunció que “es hora de que haya problemas de tráfico en Fort Lee” y que otro de sus colaboradores, que trabajaba en la oficina de control del puente de George Washington, se regocijaba, cuando se le advertía de que miles de niños estaban atrapados en el trayecto a la escuela, de que los que sufrían las consecuencias de ese despropósito eran “los hijos de los votantes de Buono”, en referencia a Barbara Buono, la rival de Christie en las elecciones para gobernador en noviembre. Incluso si es verdad que el propio Christie no sabía nada, es alarmante que pueda rodearse de semejante personal.

Christie acabó ganando las elecciones de noviembre con suma facilidad. Ese triunfo fue mencionado internacionalmente como la confirmación del republicano con más posibilidades de obtener la victoria en las elecciones presidenciales de 2016. Aclamado en un estado de mayoría demócrata, Christie ratificó su perfil de político moderado capaz de obtener apoyos de amplios sectores del electorado, justo lo que se requiere para llegar a la Casa Blanca. El gobernador nunca negó esa ambición, y durante todo este invierno se ha venido especulando –incluso se han hecho encuestas- sobre el próximo duelo Chris Christie-Hillary Clinton.

Acceso al puente George Washington en Nueva Jersey.
Acceso al puente George Washington en Nueva Jersey.CARLO ALLEGRI (REUTERS)

Ahora todo eso queda en duda, si no es que completamente descartado. Pese a toda su popularidad, a Christie no le faltan enemigos dentro y fuera de su partido que traten de aprovechar este grave traspiés para acabar con él. Dentro del Partido Republicano esta noticia habrá sido motivo de satisfacción entre muchos conservadores y afines al Tea Party que recelan de Christie desde que éste aceptó la colaboración de Barack Obama y fotografiarse con él con motivo del huracán Sandy de 2012.

Christie intentará salir de este apuro con las armas que le han hecho famoso hasta ahora, su naturalidad y espontaneidad. Este jueves estuvo contestando preguntas sobre el tema durante dos horas, aparentemente sin esconder nada. Admitió que tiene un carácter fuerte, que es humano, que no es perfecto, pero que nunca reaccionaría de forma tal que los ciudadanos resultasen perjudicados por su ira contra un rival político.

Podría funcionarle. Los norteamericanos son bastante receptivos al reconocimiento de errores y suelen respaldar a los políticos que muestran humanidad y proximidad. Esas son, precisamente, algunas de las dificultades de Obama, su rigidez, su lejanía. Pero, en esta ocasión, se trata de un escándalo que no está relacionado con el confuso mundo de financiación y contactos en el que viven los políticos, sino con el tormento cotidiano de cualquier ciudadano de Nueva Jersey: su recorrido a Nueva York. Y eso puede ser más difícil de perdonar.

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