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Dos ciudades, un solo escenario

Las principales arterias de México DF y de Sao Paulo, proyectadas como símbolo de la elegancia de sus élites, se han convertido en marco de las grandes protestas sociales

La Avenida Paulista, principal arteria de São Paulo.
La Avenida Paulista, principal arteria de São Paulo.BOSCO MARTÍN

México DF y Sao Paulo, las dos ciudades más pobladas de América, tienen algo en común pese a encontrarse a casi 8.000 kilómetros de distancia. Sus dos principales arterias, el Paseo de la Reforma y la Avenida Paulista, proyectadas en el siglo XIX como símbolo de la elegancia cosmopolita de sus élites se han convertido desde hace décadas en el escenario de los movimientos sociales de cada país. Desde las manifestaciones de duelo a las marchas de protesta, sus rascacielos y aceras han sido históricamente testigos del latido político de sus sociedades. Dos manifestódromos de América, que EL PAÍS invita a revisitar.

El Paseo de la Reforma, el elegante ‘manifestódromo’ mexicano
La avenida más bella del DF es a la vez un rompeolas donde convergen las más aparatosas protestas sociales
Imagen de una protesta en el Paseo de la Reforma.
Imagen de una protesta en el Paseo de la Reforma.saúl ruiz

El tramo central del Paseo de la Reforma es la vía más elegante de la capital mexicana. Al visitante europeo le recordará la avenida de los Campos Elíseos de París, a la que copia la estructura: amplia, arbolada y salpicada de bulevares y monumentos emblemáticos. Pero además de ser un lugar agradable para deambular, su recorrido sirve al viajero como lección de historia: una glorieta homenajea a Cristóbal Colón; otra a Cuauhtémoc, el último rey azteca; en otra, donde se celebran los triunfos de la selección mexicana, se ubica el Ángel de la Independencia y se recuerda a los héroes de la lucha por la emancipación ante España.

El paseo fue construido hacia 1865 por el último monarca que reinó en México, el emperador Maximiliano, para unir su residencia, el castillo de Chapultepec, con el Palacio Nacional. Y ha seguido siendo desde entonces una avenida esplendorosa, bordeada de villas porfirianas a finales del siglo XIX, y hoy de rascacielos donde se ubican algunas de las principales empresas mexicanas y multinacionales. Pero también se ha convertido en el principal rompeolas de las protestas sociales de un país donde, como en casi todos, marchas y manifestaciones se convocan allí donde más repercusión pueden tener: en el centro de la capital.

El Paseo de la Reforma, este sábado.
El Paseo de la Reforma, este sábado.Pradip J. Phanse

Según el dictamen de la ley presentada este mes para regular las protestas en el DF, entre el 5 de diciembre de 2012 y el 30 de septiembre de 2013 se registraron en la capital 482 bloqueos, 446 marchas y 3.164 manifestaciones. Y las más aparatosas afectaron, indefectiblemente, al Paseo de la Reforma. Una de las más sonadas este año fue la de los integrantes de un poderoso sindicato de maestros que a mediados de agosto acamparon en el cercano Monumento a la Revolución, desde donde organizaban marchas multitudinarias que obligaban a cerrar el paseo día sí y día también. Los comerciantes de la colonia Tabacalera, adyacente a la avenida, lanzaron en octubre un grito de auxilio por la pérdida del 70% de su negocio, del que dependen 25.000 familias. Por aquellos días la Cámara de Comercio, Servicios y Turismo en Pequeño de la Ciudad de México (Canacope) calculó que los retrasos por las protestas en la zona provocaban la pérdida de más de dos millones de horas/hombre de trabajo al día.

La protesta de los maestros se ha ido apagando. Pero la tranquilidad nunca dura mucho en el Paseo de la Reforma. A principios de este mes, simpatizantes del Movimiento por la Regeneración Nacional (Morena) iniciaron un cerco humano al edificio del Senado, ubicado en el número 135 de la avenida, para tratar de impedir la reforma energética que abre el petróleo a la inversión privada. Tras 13 días de asedio la ley salió adelante y los comerciantes de los 300 establecimientos que quedaron dentro de la zona amurallada denuncian pérdidas de más de cien millones de pesos (7,6 millones de dólares) y una caída del negocio del 90%.

Con todo el bloqueo más recordado se produjo en 2006. El 30 de julio de ese año, tras perder por medio punto de diferencia las elecciones presidenciales el candidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador, propuso a sus seguidores bloquear algunas de las principales vías de la capital para exigir otro recuento. Casi 50 campamentos de “resistencia” quedaron instalados entre el Zócalo - plaza central del DF- y en el paseo de la Reforma. La Confederación de Cámaras de Comercio calculó que 32.000 comercios quedaron afectados y que se perdieron más de 200 millones de pesos diarios (15 millones de dólares al cambio actual) durante las seis semanas que duró la movilización. Y el enorme trastorno que sufrieron en sus vidas millones de capitalinos puso en cuestión las posibilidades de López Obrador para futuras elecciones.

La frontera paulista

Proyectada para la aristocracia local, los ciudadanos conquistaron en los 90 la Avenida Paulista
La Avenida Paulista, vacía.
La Avenida Paulista, vacía.Bosco Martín

Las manifestaciones que se desataron en junio por el aumento de 20 centavos del transporte público en São Paulo devolvieron a la Avenida Paulista su papel de frontera simbólica en la metrópoli. Proyectada en el siglo XIX como lugar de residencia para los barones del café, lejos del ya popularizado y plebeyo centro de la ciudad, se consagró en los 90, con la marchas contra el expresidente Collor, en territorio a ser conquistado por el ciudadano.

La muerte de Ayrton Sena se lloró entre sus rascacielos y la marcha del orgullo gay no se concebiría en otro lugar. Dos siglos después de su nacimiento, la calle con más altura de São Paulo fue el escenario del que ya puede considerarse un movimiento social histórico que ha puesto aún más ojos sobre Brasil. Las autoridades, sin embargo, intentaron defenderla a base de pelotas de goma y gas lacrimógeno.

Grupo de black blocs en las protestas de junio.
Grupo de black blocs en las protestas de junio.BOSCO MARTÍN

El 13 de junio, cuarto día de protestas, el poder público, arengado por los principales diarios del Estado que exigían poner un punto y final a la ocupación de la arteria principal de la ciudad, usó la brutalidad policial para proteger la frontera entre lo que consideraban derecho de manifestación y “oportunismo corporativista”, en una avenida donde hay siete hospitales. Aquel jueves, los manifestantes se retiraron, al tiempo que ganaban la batalla. Las marcas de porrazos en decenas de heridos y el ojo morado de periodistas a los que dispararon directamente al rostro alejó a las tropas de ese objetivo que ejerce de límite del sur, del este y del centro de São Paulo.

La policía retrocedió y entregó la calle a los manifestantes, dejándoles a partir de entonces prácticamente a su aire –en la manifestación más numerosa del 18 de junio en la que participaron más de 110.000 personas apenas había uniformados-. Desde aquel día, médicos, sindicatos e incluso policías paralizaron con protestas menores la avenida comercial de la ciudad de casi tres kilómetros. Solo en el mes de junio se celebraron en la avenida 209 manifestaciones (frente a las 31 de 2012), según la Compañía Estatal de Tráfico.

La Asociación Comercial de São Paulo acusó una caída de apenas el 2,8% de las ventas por culpa de las manifestaciones –además de por el alza de la inflación y la desaceleración de la renta y del crédito.

Seis meses después de las multitudinarias manifestaciones de este año, el punto de encuentro de las pocas marchas que aún se convocan continua siendo la Paulista, en concreto el patio del Museo de Arte Moderno, el MASP, que es también blanco de polémica, de defensa de territorio. La cuestión ahora va más allá de las manifestaciones. La dirección del Museo pretende cercar el recinto para evitar, dice, que mendigos y traficantes pasen allí sus horas muertas y también, claro, que el activismo deje de tener allí su punto de encuentro.

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