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CRISIS EN UCRANIA
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Una gota de sangre

Los servicios de seguridad de los manifestantes evitan nuevos enfrentamientos

Pilar Bonet

Los manifestantes que inundaron Kiev el domingo se cuentan por centenares de miles y la protesta contra el presidente Víctor Yanukóvich fue pacífica, si se exceptúan los incidentes ocurridos en la alcaldía de Kiev (rotura de ventanas) e intento de asalto a la presidencia (varios centenares de heridos). Aunque corrió la sangre, no hubo muertos, lo que hubiera supuesto precipitarse en un nuevo terreno que ha sido evitado hasta ahora en Ucrania.

Sobre el telón de fondo de miles de euroidealistas pacíficos, convencidos de que pueden influir en su futuro con sus pancartas, sus canciones y sus esperanzas, se perfilan los políticos conscientes del factor violencia y su potencial explosivo. De ellos, el más rápido en reflejos y el primero en reaccionar ante el drama que se estaba gestando el domingo ante la sede de la presidencia fue Piotr Poroshenko, diputado de la Rada, antiguo ministro de Asuntos Exteriores de Ucrania y dueño de las fábricas de chocolates y bombones Roshal (22.000 trabajadores), que están siendo duramente castigadas por las sanciones rusas.

Muchos creen que tras los provocadores está la mano

Poroshenko se precipitó hacia la sede de la presidencia e intentó hacer entrar en razón a los activistas que habían lanzado cócteles molótov y habían arremetido varias veces con una excavadora contra los policías desarmados que vigilaban el edificio. Poco después apareció Vitali Klichkó y la intervención expeditiva del campeón de boxeo fue el punto de inflexión para frenar el ataque. Hasta aquí los relatos de los testigos coinciden. Donde no coinciden es en identificar al personaje que conducía la excavadora con clara voluntad homicida y a sus cómplices. En este punto surge la categoría de provocadores que es interpretada a discreción por unos y por otros. Arseni Yatseniuk, el jefe del grupo parlamentario del partido de Yulia Timoshenko, ha dicho que detrás de la provocación están el jefe del consejo de Seguridad, Andréi Kliuyev, y el exjefe de la administración presidencial Víctor Medvechuk y “otras personas prorrusas y antiucranias”. Medvédchuk ha liderado una campaña contra la firma del acuerdo de asociación con la UE y que es conocido por sus posiciones prorrusas y su estrecha relación con el presidente Vladímir Putin. Por su parte, el Ministerio del Interior de Ucrania atribuye el asalto a un oscuro personaje, veterano de guerra en las zonas conflictivas postsoviéticas, que dirige el grupo Hermandad. Fuera como fuera, en conversaciones informales miembros de la oposición confesaban su temor a no poder controlar a los jóvenes decididos a hacer la revolución ya. Mijaíl, un ucranio de provincias que en el pasado sirvió en la Infantería de Marina de la URSS, era uno de los miembros del servicio de seguridad de la oposición, que ayer montaba guardia en las cercanías de la presidencia para evitar que se repitieran sucesos como los del domingo. En la plaza de la Independencia, una diputada exhortaba a los jóvenes a permanecer en la plaza y evitar la violencia. Ambos eran conscientes de que el futuro no solo depende de los euroidealistas sino que puede ser truncado por oscuros personajes, con ayuda de marginales, fanáticos o tal vez de siniestros ejecutores de designios ajenos a los intereses de una Ucrania democrática y moderna.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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