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Acuerdo nuclear con Irán

Europa da un vuelco a su imagen exterior

Bruselas esgrime el éxito del pacto con Irán para hacer olvidar fracasos como el de Ucrania

Lucía Abellán
Catherine Ashton y John Kerry se abrazan tras el pacto con Irán.
Catherine Ashton y John Kerry se abrazan tras el pacto con Irán.FABRICE COFFRINI (AFP)

Estambul, mayo de 2013. La alta representante para la Política Exterior europea, Catherine Ashton, se reúne en privado con el jefe de la negociación iraní, Said Jalili, para hablar del desarme nuclear. La era del controvertido Mahmud Ahmadineyad al frente de Irán toca a su fin y, tras las tormentosas relaciones que ha mantenido con Occidente, pocos confían en que los encuentros prosperen. Entre esos pocos se cuenta Ashton, que ha recorrido medio mundo en los últimos tres años (Ginebra, Estambul, Bagdad, Moscú y Almaty, en Kazajistán) para fraguar su mayor éxito diplomático: lograr que Irán congele la amenaza nuclear. El episodio da un vuelco a la imagen exterior de la UE, muy necesitada de hazañas que definan su papel ante el mundo.

Han sido 11 intensas rondas de negociación hasta llegar a la definitiva, la que culminó el pasado lunes en Ginebra con el primer compromiso firme de Irán para apartarse del camino que conduce a la bomba nuclear. La diplomacia europea, tan desdibujada hasta la fecha, ha logrado con este avance trascender su área natural de influencia para propiciar un pacto que cambia el equilibrio de fuerzas en Oriente Próximo.

Cierto es que el acuerdo nunca se habría producido sin dos elementos fundamentales: el relevo en el Gobierno iraní y la voluntad inequívoca de Barack Obama. Pero para acercar posturas y convencer a todas las partes de las bondades de un texto muy ambiguo ha sido fundamental el la intervención de la alta representante comunitaria, aseguran fuentes consultadas. Como líder de esos contactos, Ashton supo del canal secreto que mantuvieron durante años Irán y Estados Unidos para cimentar un compromiso.

El papel de Ashton ha resultado crucial al tejer una red de confianza y aglutinar en un solo rostro las visiones —a veces muy distantes— de las seis potencias que se sentaban a la mesa con Teherán: Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Rusia y China (los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU) más Alemania.

Esa capacidad mediadora ha sido clave también en los otros dos méritos que cabe atribuirle en la escena internacional: la reconciliación entre Serbia y Kosovo y el diálogo en Egipto, aunque en este último caso los resultados resulten decepcionantes. “No consiguió disuadir a los militares, pero fue la única dirigente occidental que dialogó con los Hermanos Musulmanes [y con el propio presidente depuesto, Mohamed Morsi], que, en cambio, habían rechazado reunirse con John Kerry [jefe de la diplomacia de EE UU]”, destaca Rosa Balfour, del European Policy Centre.

Paradójicamente, el mayor éxito exterior de la UE ha coincidido en el tiempo con uno de sus más sonoros fracasos: el alejamiento de Ucrania de la órbita comunitaria para refugiarse en Rusia, su antiguo dominador. La diplomacia europea minusvaloró el chantaje que podía ejercer Moscú ante la república exsoviética y dio por conquistada la voluntad ucrania de asociarse con el club comunitario.

Más allá del tropiezo con los vecinos del Este, el servicio diplomático de la UE, en pleno funcionamiento desde hace apenas tres años, ha fallado a la hora de diseñar una estrategia clara de Europa ante el mundo. Tampoco ha logrado defender sus intereses comunes frente a EE UU, como demuestra la tibieza que, con honrosas excepciones, han aplicado los dirigentes comunitarios al turbio episodio del espionaje.

Pese a los indudables réditos de Irán, a Ashton le queda un largo camino hasta convertir ese acuerdo preliminar en un triunfo definitivo. La británica seguirá pilotando el proceso durante los seis próximos meses, en los que el pacto deberá concretarse. Justo a tiempo para evaluarlo en las elecciones europeas de mayo de 2014. Fuentes diplomáticas ven en la alta representante la aspiración de optar a otro alto cargo. No le ayudarán sus escasas dotes públicas. “Estoy muy concentrada en el trabajo y no tanto en la visibilidad del trabajo”, suele justificarse ante sus colaboradores. Ashton cree también que parte del éxito de su labor reside en esa discreción que aplica. Pero la huida de los focos le ha proporcionado, hasta el episodio de Irán, una escasa reputación entre aquellos a quienes representa: los europeos.

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Sobre la firma

Lucía Abellán
La redactora jefa de Internacional de EL PAÍS ha desarrollado casi toda su carrera profesional en este diario. Comenzó en 1999 en la sección de Economía, donde se especializó en mercado laboral y fiscalidad. Entre 2012 y 2018 fue corresponsal en Bruselas y posteriormente corresponsal diplomática adscrita a la sección de España.

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