Bruselas previene a Londres ante su plan para restringir la inmigración comunitaria
Reino Unido puede parecer "un país muy desagradable" si prosigue con las medidas, dice el comisario europeo de Empleo
Bruselas ha lanzado duras advertencias al Reino Unido, después de que el primer ministro británico, David Cameron, desgranara en un artículo en el Financial Times sus planes para dificultar el acceso de los nuevos inmigrantes procedentes de otros países de la UE,al sistema de beneficios sociales e incluso la deportación de aquellos que carezcan de trabajo y recursos.
El Reino Unido corre el riesgo de ser percibido como “un país muy desagradable” si sigue adelante con las medidas confirmadas hoy por su Gobierno, ha advertido el comisario europeo de Empleo Laszlo Andor. La vicepresidenta del Ejecutivo comunitario, Viviane Reding, fue aún más contundente: "Si Reino Unido quiere abandonar el mercado único [europeo], que lo diga. Pero si Reino Unido quiere seguir perteneciendo al mercado único, la libertad de moviemientos está vigente. Señor Cameron, no puede nadar y guardar la ropa", dijo Reding a la agencia Reuters.
Si bien Cameron ya planteó ese proyecto y su filosofía -que atenta contra el derecho de libre circulación en el espacio comunitario- a principios de año, la presión de la prensa más conservadora y el auge del partido antiinmigración UKIP han forzado al primer ministro a adoptar un papel de plena intransigencia para reforzar su liderazgo. Tabloides de tirada millonaria como el Daily Mail inciden estos días en portadas de corte populista donde se retrata como una suerte de lacra la supuesta llegada al país de un alud de inmigrantes procedentes de Rumanía y Bulgaria a partir del primero de enero de 2014. Esa es la fecha que pondrá fin a las restricciones de la Unión Europea para que los rumanos y búlgaros accedan al mercado laboral de cualquiera de los países miembros, y que un sector de la opinión pública contempla con aprensión.
Cameron ha plantado cara a Bruselas al anunciar que los nuevos inmigrantes no podrán cobrar subsidios de desempleo durante sus primeros tres meses de estancia (sugiriendo la vocación de abuso del sistema público británico) ni podrán reclamar de forma inmediata subsidios en la vivienda, un mecanismo que en las últimas décadas ha contribuido a la integración de millones de extranjeros, no sólo procedentes de la UE, en el Reino Unido. Aquellos que mendiguen o duerman en las calles serán deportados, sin posibilidad de regresar a suelo británico en el plazo de un año.
Las nuevas medidas, asegura el político tory, quieren responder a la “profunda preocupación de los británicos” ante los niveles de inmigración procedente de Rumanía y Bulgaria, aunque su gobierno no ha procurado previsiones sobre las cifras de esa hipotética avalancha.
En el trasfondo de ese endurecimiento del discurso subyace la intención ya esbozada por Londres de renegociar con los restantes socios comunitarios las normas de libre circulación en el espacio europeo que, según subraya Cameron en su artículo de hoy, no pueden ya ser “indiscriminadas”. El primer ministro sugiere en ese sentido que la libertad de movimientos se circunscriba a ciudadanos de aquellos países con ingresos similares a los de la media de la UE. “Estamos cambiando las reglas”, escribe para justificar que el sistema público británico ya no puede ser generoso, en un mensaje que tiene especial calado entre el votante que sufre en tiempos de recortes y contención del gasto del Estado.
La diatriba de Cameron pasa por responsabilizar a los anteriores gobiernos de los laboristas –hoy en la oposición- de la aplicación de políticas muy “blandas” que dispararon la inmigración en el Reino Unido hasta dejarla “fuera de control”. Pero, por encima de todo, el jefe del gobierno británico apunta al prometido referéndum sobre la pertenencia del Reino Unido a la UE, que se celebraría durante la próxima legislatura (en caso de que los conservadores repitan victoria) y lo más tardar a finales de 2017. Él personalmente no comparte el deseo de muchos compañeros de filas de abandonar la Unión, pero para combatir a los euroescépticos propone una “nueva relación” con Europa y reescribir sus reglas. Por supuesto, al gusto de los británicos.
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