Portugal aprueba un presupuesto restrictivo entre protestas multitudinarias
El tercer presupuesto del Gobierno del conservador Pedro Passos Coelho no afloja en nada la política de ajustes y recortes adoptada en los dos anteriores
Los diputados discutían y aprobaban esta mañana en la Cámara el que será el tercer presupuesto ultra-restrictivo de la reciente historia de Portugal, el de 2014, repitiendo, en muchos casos, los mismos argumentos que llevan esgrimiendo mucho tiempo. Mientras, en la calle, al pie del Parlamento, miles de portugueses, llegados de muchas ciudades del país, protestaban a voz en grito contra esta nueva receta de austeridad que les hará la vida más difícil y empobrecerá aún más su día a día. La hermosa plaza que se extiende bajo el edificio de la Asamblea de la República se fue llenando según avanzaba la mañana. Al final, la multitud desbordó por las calles y callejuelas adyacentes. Había muchos funcionarios: enfermeros, profesores, médicos, administrativos, y operarios de la limpieza, pero también acudieron a gritar contra el presupuesto muchos jubilados que ven cómo su pensión se encoge año a año. Abuchearon cada vez que un orador se refería al presidente de la República, Aníbal Cavaco Silva, a cualquier miembro del Gobierno, a la troika o al FMI. Y se refirieron a ellos, casi exclusivamente, con el simple adjetivo de "ladrones".
El tercer presupuesto del Gobierno del conservador Pedro Passos Coelho no afloja en nada la política de ajustes y recortes adoptada en los dos anteriores. Así, a la retirada de pagas extras y rebajas de salarios del primero, el de 2012, y a la subida de impuestos del segundo, el de 2013, acumula un nuevo recorte en el sueldo de todo funcionario portugués que gane más allá de 675 euros. Al principio, el límite se encontraba en los 600 euros pero el Gobierno ha accedido a elevar el tope, a una cifra que la oposición cifra ridícula. Esto no evita que la inmensa mayoría de los funcionarios portugueses se sienta estafada al ver cómo su nómina se encoge año a año sin que nadie les indique dónde está el final de la pesadilla.
La protesta de hoy, organizada por los sindicatos, se produce después de un mes convulso en Portugal, trufado de manifestaciones, huelgas y paros. El pasado 8 de noviembre hubo una huelga de funcionarios que afectó las escuelas y a los hospitales; el jueves, una manifestación insólita de policías, que reunió, también de una manera inaudita, a miles de agentes de todo tipo; ayer, fueron los magistrados los que se pusieron en huelga y los que paralizaron sus tribunales. La razón es siempre la misma: los recortes, las bajadas de salario, la subida de impuestos, el desmantelamiento pieza a pieza de los servicios públicos...
Al final de la mañana, el presupuesto fue aprobado por la cómoda mayoría del centro derecha portugués; antes, la diputada del Bloco de Esquerda Catarina Martins había pronunciado una frase terrible que aludía al hundimiento de la clase media portuguesa a base de impuestos y retirada de derechos adquiridos y al hundimiento paralelo de la natalidad en Portugal: "Ahora mismo tener hijos es sinónimo de ser pobre". La oposición insistió en que la fórmula de austeridad repetida, oleada tras aleada, no sirve, y para ello recordó los magros resultados de crecimiento económico (un 0,1% en el último trimestre) y de paro (un 16%).
La ministra de Finanzas, Maria Luís Albuquerque repitió los argumentos del Gobierno para justificar el presupuesto, basados sobre todo en el mal menor y en lo necesario de estas políticas para evitar un segundo rescate "catastrófico" para el país y un nuevo colapso financiero. Y añadió que todas estas medidas son provisionales, derivadas de la situación de excepción en que vive el país.
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