El ‘pibe’ de barrio que quiere ser presidente
El candidato opositor Sergio Massa abandonó las filas del kirchnerismo para aspirar a la Casa Rosada en 2015
He aquí un fruto maduro del peronismo, el ejemplo antológico del peronista que vuelve las lanzas contra con sus compañeros de batalla, de la misma forma que Néstor Kirchner (2003-2007) se enfrentó en su día y derrotó a su admirado Carlos Menem (1989-1999) o a su mentor Eduardo Duhalde (2002-2003). Sergio Massa tiene 41 años, está casado y con dos hijos, es amante del fútbol, amigo de decenas de periodistas y de los empresarios que contratan a esos periodistas. Y siempre tuvo unos reflejos olímpicos para cambiar de acera en el momento justo.
Ingresó en el partido centrista liberal de la Ucedé cuando tenía 15 años. En la veintena, cuando se supone que uno pretende cambiar el mundo, Massa dejó que el mundo lo cambiara a él y se hizo peronista, lo que equivalía a meterse en el ascensor más rápido hacia el poder. Fue menemista con Menem, duhaldista con Duhalde, kirchnerista con Kirchner y cristinista con Cristina Fernández. Ahora es solo Massista. Y asegura que se sitúa en el centro de la política argentina. Caminando por esa anchísima, ambigua y difusa senda de centro intentará llegar a la Casa Rosada en 2015.
Los altos cargos kirchneristas le reprochan que en la lista que encabezó como candidato a diputado hay de todo, es un mejunje donde caben hasta algunos conservadores aliados del alcalde de Buenos Aires, Mauricio Macri. Y es cierto. Pero también en el Gobierno de Cristina Fernández hubo espacio para liberales como Sergio Massa o para el vicepresidente, Amado Boudou, excompañero de Massa en la Ucedé. Desde el kirchnerismo también le atacaron diciendo que es un mero representante de Clarín, el mayor grupo de comunicación de Argentina, enemigo declarado del Gobierno de Cristina Fernández. Lo cierto es que Massa mantiene con Clarín una relación casi tan estrecha y empática como la que mantuvo Néstor Kirchner entre 2003 y 2008.
El Massa que se ve en la tele sólo parece un producto de laboratorio, uno más, programado para sonreír en el momento justo, abrazar niños y abuelas, y repetir lo que sabe que tiene que repetir —que hay que combatir la inseguridad y la inflación; que se necesita más diálogo y menos confrontación, etcétera…—. Pero cuando el periodista se le acerca sabe comportarse como el “pibe de barrio” que dice ser, el nieto de un emigrante italiano que llegó a Argentina huyendo del hambre, el hijo de un empresario constructor humilde de la periferia bonaerense. Ese pibe comenzó a estudiar abogacía con 18 años, la interrumpió a los 22 y no la terminó hasta el pasado junio, con 41 años, cuando se propuso ser presidente del Gobierno y necesitaba un currículo aparente.
Fue menemista con Menem, duhaldista con Duhalde, kirchnerista con Kirchner y cristinista con Cristina Fernández.
Pero entre los 18 y los 41 años le dio tiempo de aplicarse en la carrera que verdaderamente le importaba, la de la política pura y dura. Y no le fue mal: presidente de la Juventud Liberal de la Ucedé con 22 años. Nada más cambiarse a la acera peronista logró un escaño como diputado provincial; entre los 29 y los 34 años fue director de la Anses, la seguridad social de Argentina; a los 35 resultó elegido alcalde del municipio bonaerense de Tigre (381.000 habitantes). A los 36, jefe de Gabinete con el Gobierno de Cristina Fernández. Y a los 37, dejó de ser jefe de Gabinete y volvió a ganar la alcaldía de Tigre. Massa subía y subía sin avergonzarse del pibe.
Era audaz y decidido. En 2008, cuando negociaba con un fondo de inversiones la reapertura del canje de reestructuración de la deuda pública, invitó a un periodista a que asistiera en directo a la reunión confidencial con el directivo del fondo. Dado que el directivo no iba a prestarse a eso, invitó al periodista a que se hiciera pasar por un funcionario del Gobierno que trabajaba a sus órdenes. Y así se celebró la reunión.
En 2009 apareció en los cables filtrados por Wikileaks hablando de Néstor Kirchner como un psicópata cobarde. “Néstor Kirchner no es un genio depravado, sólo es un perverso”, dicen los cables que dijo Massa. Él lo negó y siguió cultivando su carrera política desde la alcaldía de Tigre. Una carrera asociada a la lucha contra la inseguridad.
Un empresario argentino con grandes conexiones con España indicó a este periódico: “Almorcé una vez con él hace pocos meses. Y la impresión que saqué fue muy pobre. Cuando hablaba de la política local de la provincia de Buenos Aires se le notaba muy suelto. Sabe todo sobre los intendentes (alcaldes), sobre las posibles alianzas y traiciones. Pero, cuando llegó la hora de hablar de números y de economía sólo decía vaguedades. Y de política internacional, nada”.
Ahora, le queda por delante una eternidad de dos años si quiere llegar a la Casa Rosada. El cargo de diputado no garantiza mucho manejo de dinero ni mucha visibilidad. Puede que su victoria se diluya de aquí a 2015 y su nombre se lo trague la actualidad. Pero Massa ya sopesó ese factor en junio. Y decidió asumir todos los riesgos.
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