¿Apoyó la Iglesia de Brasil el golpe militar de 1964?
Se ha escrito muchas veces sobre la postura de intransigencia y de enfrentamiento de la Iglesia de Brasil frente a los militares que dieron el golpe en 1964. Una postura muy diferente, por ejemplo, que las Iglesias de Argentina o de Chile en idénticas circunstancias. La verdad, sin embargo, es que la jerarquía católica de Brasil apoyó y bendijo el golpe militar, tal como cuenta en el libro Los obispos católicos y la dictadura militar brasileña: la visión del espionaje (1971-1980).
La obra, basada en la tesis de doctorado del historiador Paulo César Gomes Becerra, acaba de ser publicada por la editorial Multifico y puede estar llamada a levantar polémica.
Eran los tiempos de la guerra fría y los obispos de Brasil compartían con los militares la misma preocupación de que el país pudiera caer en manos de los comunistas, aunque por motivos diferentes: los militares miraban el lado político y la Iglesia el religioso, temiendo la imposición del ateísmo comunista importado de la Unión Soviética.
El libro presenta un documento de mayo de 1964, un manifiesto firmado por 26 obispos de la Conferencia Episcopal de Brasil en el que se agradecía a los militares el haber “salvado al país del peligro inminente del comunismo”.
Más aún, el mismo día del golpe, el monseñor Paulo Evaristo Arns, que acabaría siendo más tarde perseguido y amenazado por los mismos militares del golpe, y que se convertiría en uno de los héroes de la Iglesia contra las atrocidades de la dictadura, salió de Petrópolis, cerca de Río, donde vivía, para bendecir la llegada de las tropas golpistas del general Mourâo Filho.
El libro revela también cómo los militares espiaban a los obispos en todos sus movimientos. No se fiaban de ellos, a pesar de haber bendecido el golpe.
Las cosas solo cambiaron en 1968 cuando, ya entrada la dictadura, los militares comenzaron a torturar, matar y cercenar todas las libertades. Fue entonces cuando la misma Iglesia que
había apoyado y bendecido el golpe se volvió en contra del régimen.
En mayo de 1970, un documento el que la Iglesia denunciaba las torturas realizadas por el Ejército criticaba al mismo tiempo las acciones de violencia atribuidas a la izquierda. En esas filas se encontraba la joven guerrillera Dilma Rousseff, hoy presidenta de la República. La ruptura definitiva tuvo lugar en septiembre de ese año, cuando los militares llegaron a detener por cuatro horas al monseñor Aloisio Lorscheider, entonces secretario general de la Conferencia Episcopal y que, junto con Arns, acabaría siendo una figura importante contra los desmanes de la dictadura.
La obra de Bezerra recuerda que después de que la Iglesia había roto oficialmente con la dictadura, hubo aún algún obispo que personalmente siguió dando apoyo a los militares. Cuenta, por ejemplo, el caso del monseñor Luciano Cabral, arzobispo de Aracayú que llegó a denunciar al entonces Nuncio Apostólico, Carmine Rocco, la participación del monseñor Helder Camara en un acto de Sergipe. En él, el obispo “habría defendido la unión de estudiantes y campesinos para derribar a la dictadura”.
Los obispos acabaron siendo espiados tanto por los militares como por Roma, a través de la Nunciatura.
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