Muere Jacques Vergès, el defensor de los villanos del siglo XX
Entre sus clientes más destacados se encontraban el nazi Klaus Barbie, apodado el carnicero de Lyon, o el terrorista venezolano Carlos, alias el Chacal.
Defensa y amigo de terroristas, torturadores y dictadores, Jacques Vergès encarnaba la figura del abogado del diablo, una imagen que enriquecía con su sentido innato de la provocación y su gusto por la mediatización. Admirado por algunos, odiado por otros y respetado y temido por la mayoría, fue conocido por su papel de defensor de grandes villanos del siglo XX, como el nazi Klaus Barbie, apodado El Carnicero de Lyon por su papel al mando de la Gestapo durante la ocupación alemana de esta ciudad francesa. Gran militante anticolonialista, fue también el defensor principal del terrorista venezolano Carlos, alias El Chacal. Vergès murió el jueves por la noche de un ataque al corazón en París a los 88 años.
Vergès, aquejado de una bronquitis que no acababa de superar, se encontraba en el apartamento de unos amigos junto al Sena y frente al Museo del Louvre, el mismo en el que murió el escritor Voltaire en 1778 y donde Vergès solía pasar temporadas desde que hace dos años le diese un ataque al corazón. “Un lugar ideal para este último golpe de efecto que debía ser la muerte de este actor nato”, recalcó su editorial, Pierre-Guillaume de Roux, quien publicó en febrero sus memorias, De mon propre aveu. Souvenir et rêveries (Con mis propias palabras. Recuerdos y reflexiones), en un comunicado en el que confirmaba su muerte. “Al igual que Voltaire, cultivaba el arte de la revuelta y de los giros permanentes”.
El misterio rodea al brillante penalista incluso en su fecha de nacimiento, que oficialmente está fijada en el 5 de marzo de 1925 en Oban, Tailandia, donde su padre era cónsul de Francia. De madre vietnamita, algunos biógrafos sitúan su nacimiento un año antes. Pasó su infancia en la isla francesa de La Reunión y con apenas 17 años se dirige a Londres para enrolarse en la Fuerzas Francesas Libres del general De Gaulle. En 1945 entra en el Partido Comunista francés, donde destaca por su militancia anticolonialista. Durante su periodo estudiantil en París, cuenta entre sus amigos con un jovencito Pol Pot, el futuro sanguinario dirigente militar de Camboya.
De 1951 a 1954 asume un papel destacado la Unión Comunista de estudiantes y vive un periodo en Praga, una época en la que viaja mucho y en la que se codea entre otros con el futuro presidente de la República Democrática Alemana, Erich Honecker, y con el que sería jefe de los servicios secretos soviéticos del KGB, Alexandre Chelepine. De vuelta a Francia, presta juramento como abogado en 1955.
Su carrera se acelera durante la guerra de independencia de Argelia. En 1957 se ocupa de la defensa de la militante del Frente de Liberación Nacional Djamila Bouhired, que años después se convertiría en su mujer, y que había sido condenada a muerte por terrorismo. Vergès consiguió que fuese indultada y liberada. El mismo año abandona el PCF por su tibieza ante el conflicto argelino. El abogado adopta entonces el método que teorizó y que supuso su marca de fábrica, la defensa de ruptura: niega la legitimidad de los magistrados por ser representantes del orden colonial y desplaza así el debate del terreno jurídico al político. Su estrategia le vale un año de suspensión profesional por su trato hacia los jueces.
Con la independencia argelina, en 1962, se instala en Argel, donde recibe la nacionalidad y se convierte al islam. Entre sus viajes, destaca su paso por Pekín, donde es recibido por el mismo Mao, y sus apariciones en Beirut junto a destacados miembros de la Organización para la Liberación de Palestina. En 1970 su biografía oficial deja un hueco de ocho años sobre los que le gustaba cultivar el misterio. Tan solo se limitó a asegurar que pasó unas vacaciones “muy al este” y la teoría más frecuente le sitúa en Camboya con su amigo Pol Pot.
En los años ochenta, cuando reaparece, su carrera vuelve a acelerarse con el juicio a Magdalena Kopp, terrorista de extrema izquierda alemán, en 1982; y sobre todo, con el de Klaus Barbie en 1987, juzgado y condenado por crimen de lesa humanidad. “No olvidemos tampoco que Klaus Barbie, en su lúgubre trabajo, el de un ejército de ocupación, tenía la legalidad de su parte. Tenía de su parte la legalidad francesa”, recordó en el alegato final, reabriendo la herida de la colaboración del régimen de Vichy. En los noventa defendió entre otros a El Chacal y al jardinero Omar Raddad, acusado de matar a su empleadora, en uno de los juicios de sucesos más mediatizados de Francia. En 2011 asume la defensa del jemer rojo Khieu Samphan, juzgado en Camboya.
“En todos los criminales hay una parte de humanidad. En Klaus Barbie había también un hombre que sufría”, declaró Vergès hace unos años en una entrevista a EL PAÍS, con motivo de la salida del documental El Abogado del Terror, basado en su vida. En 2004, preguntado por el diario francés desaparecido France Soir cómo podría defender a Sadam Husein respondía: “Defender a Sadam no es una causa perdida. Defender a (George W.) Bush es la causa perdida”.
“Tenía una visión política ejemplar del trabajo de abogado y una experiencia única en las grandes luchas del siglo XX”, declaró ayer la actual abogada de Carlos, Isabelle Coutant-Peyre, quien empezó en su equipo en 1981. “Cuando defendía a Klaus Barbie, yo estaba en el lado de la parte civil. Estaba en el lado bueno, él estaba en el malo, pero es lo que hace la democracia”, destacó por su parte Gilbert Collard, destacado abogado y diputado del partido de extrema derecha Frente Nacional.
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