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La cooperación en ruinas

El aeropuerto internacional de Gaza, levantado en 1998 en gran parte con dinero de España, que aportó 20,5 millones, es una montaña de escombros provocados por los ataques de Israel

Panorámica actual del aeropuerto de GazaVídeo: M. Á. M.
Miguel Ángel Medina

Al sur de Gaza, cerca de la ciudad de Rafah, una carretera sin tránsito desemboca en un descampado rodeado por una valla desvencijada. En la llanura duermen varios amasijos de cemento y metal a lo largo de los restos de una pista de aterrizaje transformada en un secarral. Es lo que queda del aeropuerto internacional de Gaza, inaugurado en 1998 como símbolo de la soberanía palestina y construido en gran parte con dinero español. El aeródromo, bombardeado varias veces por el Ejército de Israel en los últimos años, es hoy una herida abierta que ejemplifica el bloqueo, el conflicto y las penurias a que está sometida la población civil gazatí.

“Hoy es un día histórico para los palestinos”, dijo el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Yasir Arafat, durante la inauguración de las instalaciones, que recibieron el nombre del líder árabe. Lo consideraban como uno de sus emblemas nacionales y un primer paso hacia la consecución de un Estado propio. El aeródromo estaba diseñado para trasladar hasta 700.000 pasajeros anuales, aunque durante su primer año de vida apenas alcanzó los 90.000, según los datos de Palestinian Airlines. Los vuelos conectaban la Franja con Jordania, Egipto y otros países del Mediterráneo hasta Marruecos.

El compromiso español con la construcción quedó patente en el día de su puesta en marcha, hace 15 años. Uno de los primeros aviones en aterrizar en la pista de la Franja fue un avión Hércules de la Fuerza Aérea Española cargado de alimentos y ayuda humanitaria, mientras que en otro vuelo de aquel primer día viajaron cuatro diputados españoles junto con el entonces secretario de Estado de Cooperación Internacional, Fernando Villalonga. El presidente del Gobierno de la época, José María Aznar, fue el primer mandatario extranjero en aterrizar en este territorio palestino unos meses más tarde.

Los gazatíes venden los cascotes a una planta de reciclaje de materiales de construcción de baja calidad

La Unión Europea invirtió 34 millones de euros en la edificación, de los cuales más de 20,5 procedían directamente de la cooperación española a través de ocho créditos del Fondo de Ayuda al Desarrollo suscritos entre el Instituto de Crédito Oficial y la Autoridad Nacional Palestina. El primero de ellos se aprobó en 1994 bajo el Gobierno socialista de Felipe González y el último en 1999 con el Ejecutivo popular de Aznar. El coste final se estimaba en alrededor de unos 70 millones, por lo que España pagó cerca de un tercio del total.

Hoy el emblema de la soberanía palestina se ha convertido en un descampado lleno de ruinas. Las paredes, que aún mantienen algunas cenefas con formas geométricas y arcos árabes, están llenas de agujeros producidos por los misiles de media tonelada lanzados por los F-16 del Ejército de Israel.

“Este del principio era un edificio de oficinas, y lo que hay al lado era un hotel. El edificio más grande era la terminal para las llegadas y salidas de viajeros”, recrea Abu Amir, gazatí de unos 45 años. Al fondo, una puerta amarilla con arcos árabes cruzados hacía las veces de entrada al aeródromo. En medio, se distingue el aparcamiento y detrás de la terminal puede verse lo que queda de la pista de aterrizaje, ya sin asfalto.

El aeropuerto de Gaza en la actualidad
El aeropuerto de Gaza en la actualidadM. Á. M.

Fue precisamente la pista la que sufrió el primer ataque de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) en diciembre de 2001, solo tres años después de su inauguración. Los bulldozers de las FDI destruyeron el asfalto para impedir a los aviones tomar tierra como represalia por un atentado del Movimiento de Resistencia Islámico (Hamás) enmarcado en la escalada de tensión en la zona durante la segunda Intifada. Más tarde bombardearon los edificios de la terminal. Desde esa fecha, las instalaciones dejaron de estar operativas y de acoger vuelos, mientras que Palestinian Airlines, otro de los símbolos nacionales palestinos, trasladó su base de operaciones —en principio, temporalmente— al cercano aeropuerto de Al Arish, en suelo egipcio.

Tras los bombardeos de 2008, España hizo un listado de los proyectos de cooperación dañados en la Franja, que incluía el aeropuerto de Gaza. La Unión Europea, por su parte, también evaluó cómo habían afectado las bombas a la infraestructura. Sin embargo, Madrid no se plantea reclamar daños o pedir una indemnización a Israel. Fuentes del Ministerio de Exteriores explican que “la prioridad en estos momentos es conseguir el levantamiento del bloqueo” al que las autoridades israelíes someten a la población civil del enclave palestino. Y esto a pesar de que Hamás, que gobierna y controla Gaza, es considerado una organización terrorista por la UE. La postura del Gobierno del Partido Popular no ha cambiado con respecto a la que mantenía el Ejecutivo socialista.

El presidente de la autoridad de aviación civil con una ambulancia que envió España en 1997.
El presidente de la autoridad de aviación civil con una ambulancia que envió España en 1997.Rula Halawani (Reuters)

Desde la llegada al poder de Hamás, hace ahora siete años, las autoridades israelíes han mantenido un bloqueo económico y militar sobre la Franja, un territorio de 367 kilómetros cuadrados en el que se hacinan 1,6 millones de personas, el 80% de los cuales depende de la ayuda humanitaria, según datos de la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA, en inglés). Este cerco por tierra, mar y aire restringe la entrada de mercancías, no permite a los campesinos cultivar sus tierras cerca de la frontera e impide a los pescadores salir a faenar más allá de las tres millas náuticas. Los barcos de pasajeros tampoco pueden entrar ni salir del puerto de Gaza. Con estos condicionantes, el paro golpea al 30% de la población, en especial entre los jóvenes.

El aeropuerto ha sido una de las pocas vías para lograr empleos de subsistencia en la zona. Los gazatíes más humildes trabajan sacando cascotes de las ruinas para llevarlos a una planta de reciclaje que los convierte en materiales de construcción de baja calidad. La arena del complejo también se reutiliza para ser aprovechada en el mismo sector. Estas actividades, que se llevan realizando al menos desde 2009, permiten a quienes las llevan a cabo ganar en torno a 70 shekels (unos 14 euros) por cada tonelada de escombros o arena que venden.

La pista del aeropuerto de Gaza, destrozada, y la terminal de viajeros
La pista del aeropuerto de Gaza, destrozada, y la terminal de viajerosM. Á. M.

El aeropuerto está a unos 500 metros de la valla de la frontera con Israel y muy próximo al paso de Rafah, que toma el nombre de la localidad gazatí pegada a Egipto. Hasta esa ciudad llegan los túneles ilegales que enlazan la Franja con tierras egipcias, a través de los cuales se esquivan las restricciones israelíes. Los conductos, controlados por Hamás, permiten la entrada en Gaza de algunos productos que tienen limitado su paso por los conductos oficiales.

Sin el aeropuerto y con el bloqueo, los gazatíes deben confiar en la buena fe de los policías egipcios del paso de Rafah para tener contacto con el mundo exterior, ya que la única opción para salir es pasar por Egipto. Tras el golpe militar que depuso al presidente egipcio, Mohamed Morsi, las autoridades han cerrado este paso durante más de una semana, dejando a miles de palestinos bloqueados a uno y otro lado de la frontera. También lo cerraron varios días en mayo. Hamás solicitó reabrir el aeródromo en 2012 para no tener que depender de un tercer país, pero las autoridades israelíes le denegaron el permiso. En lugar de ello, lo volvieron a bombardear a finales de año.

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Sobre la firma

Miguel Ángel Medina
Escribe sobre medio ambiente, movilidad -es un apasionado de la bicicleta-, consumo y urbanismo. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense, ha ganado los premios Pobre el que no cambia su mirada y Semana Española de la Movilidad Sostenible. Ha publicado el libro ‘Madrid, preguntas y respuestas. 75 historias para descubrir la capital’.

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